Revista Cultura y Ocio
'Frankenstein, o el moderno Prometeo', de Mary Shelley
Publicado el 21 diciembre 2015 por Carm9n @CarmenyamigosMe pongo con la reseña de Frankenstein, o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, pero ¿por dónde empiezo? Hay tanto que decir, tanto de qué hablar sobre esta obra maestra que ya forma parte del imaginario colectivo... Porque al parecer todos sabemos, o creemos saber, de esta historia. Pero esa popularización le ha llevado a perder en parte su esencia. Son muchos los que hablan de Frankenstein refiriéndose al monstruo, o circunscriben la historia al género de terror, simplificando lo complejo. La novela de Mary Shelley es mucho más que eso, que la simple historia de un horrible monstruo que asusta y atemoriza. Y ya el título nos da ciertas pistas en este sentido. Y es que el título, Frankenstein, o el moderno Prometeo, establece una evidente y manifiesta comparación entre Víctor Frankenstein, el padre de la criatura, y el inmortal y mitológico Titán Prometeo de la Antigua Grecia. Prometeo, recordemos, había despertado la ira del dios Zeus al robar en el monte Olimpo, para dárselo a los humanos, el fuego del que el propio dios les había privado. Su castigo a tamaña osadía fue ser encadenado a una roca y que su hígado fuese picoteado por un águila cada día para ser regenerado posteriormente cada noche en una tortura sin fin. Fue liberado, sin embargo, de esta condena por Heracles, según unas fuentes, o Hefesto, según otras. Pero este mismo Prometeo es en otras mitologías considerado el creador de los hombres al modelarlos de barro. La similitud con Frankenstein, como creador o valedor de los humanos, se hace patente. Pero no fue Mary la única que se sentía atraída en ese tiempo por este mito. En el momento en el que empieza a escribir su novela, junio de 1818, su marido Percy Shelley estaba componiendo su drama lírico Prometeo desencadenado y apenas dos años antes Byron había publicado su poema Prometeo. La idea del resurgimiento de un ser humano nuevo en una sociedad de espíritus libres- sin ataduras, prejuicios y constreñimientos religiosos y morales- era un tema recurrente en el período Romántico.
Víctor Frankenstein es, por lo tanto, desde el mismo inicio el protagonista del libro. Y no es, sin embargo, su voz la que inicia ni la que subyace en el relato. El narrador principal es el capitán Robert Walton a través de las misivas que dirige a su hermana, única receptora de las mismas. Es él el que nos relata su encuentro con Víctor Frankenstein al que recoge en su barco, medio moribundo, en su expedición al Polo Norte. Y es también él, Walton, el que nos narra la historia que Víctor Frankenstein le cuenta sobre sí mismo y su desdicha; y es ese mismo capitán el que nos cuenta la historia que le narra Frankenstein sobre lo que la propia criatura le contó en relación a su vida desde la huida del laboratorio. Todo sin excepción nos llega a través del relato del capitán a su hermana en esta estructura narrativa de círculos concéntricos: Walton-Frankenstein-monstruo-Frankenstein-Walton.
Es por esto que se hace necesario parase un poco a desvelar la personalidad de este personaje. El capitán se nos muestra un hombre solitario, con cierto grado de narcisismo, ambicioso en el terreno profesional y con ansias de fama y reconocimiento. Y estas características, ¿no recuerdan acaso a otro personaje? Sin duda, al propio Víctor Frankenstein. La conexión, casi identificación, entre ellos es evidente desde el primer momento; el capitán reconoce en Víctor a su igual y es, por tanto, un buen receptor de la historia que Frankenstein tiene que contar. El mejor.
Y los personajes de la historia que el capitán va narrando a su hermana carta a carta no son otros que Frankenstein y la criatura, su obra. Secundarios hay algunos, pocos: el padre de Víctor, su hermano William, Elizabeth, su buen amigo Henry Clerval, los de Lacey y la pobra sirviente Justine. Todos ellos son de modo más o menos directo víctimas ¿del monstruo? ¿De qué monstruo? ¿De Víctor o de su criatura?
Víctor es el científico-alquimista que juega a ser dios; que quiere, sintiéndose un ser superior, crear otro que lo tengo por su dueño y señor; que una vez visto el resultado se desentiende totalmente de él, lo abandona a su suerte, sin siquiera cumplir su promesa para paliar la terrible soledad de su criatura. Víctor se manifiesta como un ser egocéntrico, irresponsable, falso, vanidoso e inconsciente en cada uno de su actos. La criatura, por otra parte, es terrorífica físicamente y se siente lleno de un odio y un deseo de venganza que no llega a poder reprimir pero es un ser que siente casi como un humano; que forja su aprendizaje de la vida a través de las lecturas que hasta él llegan accidentalmente- pero no es casual que Shelley las haya seleccionado- de Plutarco, Milton y Goethe; que solo desea vivir apaciblemente y formar una familia a la imagen de la de los de Lacey, sintiendo la cercanía de otro ser junto a él. ¿Quién osaría negarle tal deseo? Víctor se lo niega. ¿Cuál es el monstruo pues? La criatura tan solo es un ser diferente, que solo por el hecho de serlo es injustamente rechazado y aborrecido. Solo un poco de empatía, de comprensión hubiesen cambiado las cosas. Pero la hostilidad del mundo que le rodea lo hace imposible.
Las interpretaciones que la novela de Mary Shelley ha tenido a lo largo de los años desde su publicación en 1819 han sido muchas y muy variadas. La monstruosidad de la criatura ha sido interpretada a la luz de los acontecimientos políticos y sociales de formas diversas: la revolución francesa, el racismo y la esclavitud, la ambición victoriana de la expansión imperialista, la persecución de los irlandeses por parte del gobierno británico, la usurpación del rol femenino de la maternidad, la experimentación científica,... Cada uno ve el monstruo en relación a aquello hacia lo que es más sensible y en cada uno de su propios miedos y temores. Por ello sigue vivo. Quizá siga recorriendo en su trineo, solo y abatido, las frías nieves donde fue avistado por última vez "lost in darkness and distance". Mientras que su creador ha muerto, él, la criatura, es inmortal.
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