Revista Cine
Cómo generar un clima oscuro y profundamente emotivo desde la animación
Frankenweenie está basada en un cortometraje realizado por el propio Tim Burton en 1984, en aquel entonces con la figura de un Bull Terrier llamado Sparky. Aquí, bajo la producción de Disney, el director de Sleepy Hollow le pone vida a esta obra desde la animación. La historia, construida en base a una parodia-homenaje a Frankenstein, nos remite al experimento científico que el pequeño Víctor lleva a cabo para resucitar a su amado can, quien había sido arrollado por un vehículo. La mano de Burton se hace evidente en cada punto del film. Lo podemos percibir a partir de una atmósfera oscura, con personajes pálidos, blancuzcos y ojerosos, de primera apariencia inexpresiva pero con una implícita carga emocional que se va metiendo inconscientemente en el espectador, individuos de aspecto muy similares al Johnny Depp de El Joven manos de tijera pero en versión animada. La característica destacada y que más hondo cala en el público radica en la emotividad que se le imprime al relato. A base de una desaturación de la imagen, en donde todo transcurre en blanco y negro para acentuar el dramatismo, uno puede empezar a querer a Sparky apenas a los diez segundos de observarlo en movimiento. Y aquí encontramos una discordia, dado que las expresiones del perro están tan bien logradas, que por momentos uno se pregunta si está realmente preparado para sentirse dolido y experimentar ese dejo melancólico que nos provee la cinta. Frankenweenie no es la clásica proyección de animación que los niños suelen o están acostumbrados a ver; es mucho más profundo que ello y el ritmo de la historia está cargado de tensión por todo lo que le va sucediendo al protagonista de la historia. Pero dicha tensión en ciertas instancias es tan angustiante que uno desea que la cuestión se resuelva pronto y con el mejor happy ending que se le pueda aplicar. Sumamente conmovedora, gótica y con una más que apreciable dosis artística, la película tiene vida propia y sabe llegar al corazón del espectador, al punto tal de dejarlo con una congoja importante por unos cuantos minutos tras su resolución.
LO MEJOR: Sparky, el perro: excesivamente querible. Genera un grado elevado de emotividad. La mezcla entre lo oscuro y la melancolía a la vez. LO PEOR: que con una vez de verla puede resultar suficiente. PUNTAJE: 7,30