Franz Liszt (1811-1886) Biografia Inedita y Completa (Parte 1)
Las exageraciones del romanticismo de 1830 no han tenido en la esfera musical representante más fiel que Liszt. El insigne pianista ha gozado de inaudita boga, porque sentía y expresaba en grado supremo el extraño delirio de que adolecían más o menos todas las cabezas de aquél tiempo; singular fisonomía artística, cuyos principales rasgos son: un orgullo insaciable, una inextinguible sed de elogios, la necesidad de exhibirse y de causar sensación por medios a menudo extraños al arte. No negaremos que Liszt ha sido un pianista prodigioso, ni que tal vez haya alcanzado los últimos límites de la ejecución en el piano; pero sí diremos que sus composiciones todas nos parecen como el esfuerzo fracasado de una ambición descarriada. El hombre que pudo firmarlas merecía (y este ha sido su castigo) ver asociado su nombre al de Wagner en la campaña emprendida contra el buen sentido y el gusto, por los que se intitulan "músicos del porvenir".
Nació Franz Liszt en en Roeding, villa húngara situada a corta distancia, de Pesth. Su padre, agregado a la administración del príncipe Ester-hazy, cultivaba la música como aficionado, pero con bastante talento para que el príncipe le emplease en su capilla. Adam Liszt pudo así trabar amistad con Haydn, quien, como es sabido, falleció en 1809, dos años antes del nacimiento de Franz. Contaba el niño seis, cuando cierto día, oyendo a; su padre tocar en el piano un "Concierto" de Fernando Ries, retuvo el tema y las principales melodías, de manera que los pudo cantar aquella misma tarde. Conmovióse la solicitud paternal en vista de tan precoces disposiciones musicales, y dio al tierno Franz un profesor de piano. La lectura del "Rene" de Chateaubriand, algunos años después, no careció tal vez de influencia en ese humor melancólico que desde entonces ha caracterizado a Liszt. Sabido es que este libro, único en su género, a pesar de haber inspirado a tantos imitadores, es la novela de la pasión solitaria escrita al día siguiente de una revolución, por un pensador desilusionado. "Rene" ofrece el primer tipo de esa tristeza vaga y altanera de que se rodearon en seguida Byron, Senancour, el malogrado autor de Obermann, y el poeta de las "Meditaciones". La impresión que semejante obra hubo de producir en la imaginación prematuramente soñadora del joven pianista, se comprende sin dificultad. Leyó y releyó este libro por espacio de seis meses, y más de una vez con los ojos humedecidos por el llanto; si tales eran desde entonces sus inclinaciones literarias, nada tiene de extraño que posteriormente se encaprichara por las bellezas de "Lelia".Si existen caracteres inaccesibles a la vanidad, que, como se ve por el ejemplo de Mozart, resisten a la embriaguez de la gloria precoz, en más de un caso los niños prodigiosos o declarados tales adquieren, al contacto de las admiraciones públicas, una dosis de pretensión y de afectación que les sigue durante el resto de su carrera. Bajo tan enojosos suspiros, comenzó su vida Liszt. A los nueve años ejecutaba ante el príncipe Esterhazy, en Edinburgo, el "Concierto" en "mi" bemol de Ries y una "Fantasía" improvisada; el éxito fué tal, que el príncipe, después de prodigarle mil caricias, le gratificó con cincuenta ducados. En Petersburgo, adonde el joven concertista se dirigió después con su familia, se granjeó con su talento las simpatías de los condes Amaden y Zopary, quienes, con objeto de subvenir a los gastos de su educación musical, convinieron en asegurarle, por espacio de seis años, una renta de seiscientos florines. En Presburgo, Liszt no hubo de hacer más que presentarse para encontrar protectores generosos; en Viena dejó admirado a su maestro, el célebre Czemy. Este artista excelente, que se había ofrecido a darle lecciones, quedó no poco sorprendido, en efecto, viéndole ejecutar de corrido las "Sonatas" de Clementi. Sometióle en seguida a la interpretación de las obras de Beethoven y de Hummel, y raras veces le ocurrió tropezar con dificultades capaces de detenerle. El día en que apareció el "Concierto" en "si" menor de Hummel, Liszt, que casualmente se encontraba en casa del editor, ejecutó esta obra "a primera vista".
Si existen caracteres inaccesibles a la vanidad, que, como se ve por el ejemplo de Mozart, resisten a la embriaguez de la gloria precoz, en más de un caso los niños prodigiosos o declarados tales adquieren, al contacto de las admiraciones públicas, una dosis de pretensión y de afectación que les sigue durante el resto de su carrera. Bajo tan enojosos suspiros, comenzó su vida Liszt. A los nueve años ejecutaba ante el príncipe Esterhazy, en Edinburgo, el "Concierto" en "mi" bemol de Ries y una "Fantasía" improvisada; el éxito fué tal, que el príncipe, después de prodigarle mil caricias, le gratificó con cincuenta ducados. En Petersburgo, adonde el joven concertista se dirigió después con su familia, se granjeó con su talento las simpatías de los condes Amaden y Zopary, quienes, con objeto de subvenir a los gastos de su educación musical, convinieron en asegurarle, por espacio de seis años, una renta de seiscientos florines. En Presbur-go, Liszt no hubo de hacer más que presentarse para encontrar protectores generosos; en Viena dejó admirado a su maestro, el célebre Czerny. Este artista excelente, que se había ofrecido a darle lecciones, quedó no poco sorprendido, en efecto, viéndole ejecutar de corrido las "Sonatas" de Clementi. Sometióle en seguida a la interpretación de las obras de Beethoven y de Hummel, y raras veces le ocurrió tropezar con dificultades capaces de detenerle. El día en que apareció el "Concierto" en "si" menor de Hummel, Liszt, que casualmente se encontraba en casa del editor, ejecutó esta obra "a primera vista". Difundióse en breve por todos los ámbitos de la villa esta aventura, que no tardó en hacer del joven Franz el rey de los salones vieneses. El mismo Czerny, no pudiendo sustraerse al entusiasmo general, rehusó los trescientos florines, precio estipulado por sus lecciones, diciendo que estaba demasiadamente recompensado con los triunfos de su discípulo.
Perfeccionada de esta suerte su educación, y enriquecido con algunos consejos de Salieri relativos a la composición, dio Liszt su primer concierto. El auditorio, compuesto de las eminencias de la aristocracia y del arte, profetizó, unánime, un brillante porvenir al joven músico. De Viena, y acompañado de su familia, emprendió el pianista niño la ruta hacia París, y su itinerario se señaló por nuevos triunfos. Adam Liszt se proponía hacer entrar a su hijo en el Conservatorio, donde habría estudiado el contrapunto bajo la dirección de Cherubini; empero, y a pesar de la recomendación del príncipe de Metternich, el proyecto fracasó contra un artículo formal del reglamento de la institución: el candidato no era francés. La sociedad parisiense, que se apasiona por cualquiera que le distrae, no se mostró tan exclusiva como la Escuela de música, y festejó al joven extranjero. En masa acudió el público a los conciertos dados por Liszt en la Opera en 1823; y los más aristocráticos salones se disputaron la gloria de admirarle. ''Las hermosas duquesas del Faubourg Saint-Germain-—-dice Sccudo—, maravilladas de la agilidad de sus manos y de la gracia infantil de su persona, Le sentaban sobre sus rodillas y acariciaban sus blondos cabellos. Pasábanle de mano en mano, prestábanselo como un "Bambino santo"que, más adelante, debía reavivar la gloriosa imagen de Mozart".En medio de estos triunfos no se dormía Liszt; por otra parte, su padre se había encargado de tenerle siempre jadeante, obligándole a ejecutar cada día doce "fugas" de Bach y a transportarlas de repente a distintos tonos, gimnástica fatigosa pero saludable, a la que debió el joven pianista su maravillosa facilidad de ejecución a primera vista. Estos ejercicios no se interrumpieron sino p'or un viaje triunfal a Londres, en mayo de 1824. De regreso de París, reanudó el artista sus trabajos, y se puso a componer. Al año siguiente (1825) pasó de nuevo a Inglaterra con su padre, cosechando abundantes ingresos con sus conciertos. Después volvió a Francia, y empezó a escribir sonatas, fantasías, variaciones, etc. ¿Por qué no se ceñía a tareas de esta índole? Desgraciadamente, la ambición paternal de Adam Liszt estimulaba la de su hijo, y bajo esta presión, que tanto se armonizaba con sus secretas inclinaciones, el "Pequeño Liszt", como le llamaban, no creyó superior a su genio el componer una ópera para la Academia Real de Música. Era correr demasiado y presumir mucho de sí, como lo probó la acogida hecha a "Don Sancho o el castillo del amor", estrenada el 17 de octubre de 1825. El público fué generoso, y no quiso infligir al prestigioso artista una aplicación demasiado directa del proverbio: "Nec sutur ultra crepidam"; pero su misma indulgencia sirvió para comprobar más patentemente la derrota del compositor.
En febrero de 1826, Liszt, siempre acompañado de su familia, salió de París, donde su vanidad acababa de recibir tan duro golpe, y recorrió las principales ciudades de Francia: Burdeos, Tolosa, Montpellier, Nimes, Marse-Ha, Lyon, etc., acogido por los más entusiastas aplausos. Desde el fracaso de "Don Sancho", el artista comprendió la necesidad de completar sus estudios de composición; pero uno de los rasgos originales de esta existencia singularmente ocupada, es el haber sido hostigada hasta el extremo por influencias diversas y a menudo contradictorias. Apenas había recibido unas cuantas lecciones de Reicha, enseñoreóse de su alma una especie de misticismo, desterrando de ella, momentáneamente al menos, el amor a la música.
Esta tendencia exclusiva a la contemplación y a los ensueños podía perjudicar a las especulaciones del viejo húngaro; así, pues, intentó distraer a su hijo, haciéndole reanudar el curso de sus peregrinaciones musicales. Visitaron nuestros viajeros Suiza hasta Berna y se dirigieron por tercera vez a Inglaterra. Al regreso de esta excursión, tuvo Liszt el dolor de perder a su padre en Bolonia. Entregado a sí mismo, y libre del férreo yugo que hasta entonces contrariara sus aspiraciones, no aprovechó desde luego la libertad tan dolorosamente adquirida sino para consagrarse sin trabas a sus instintos melancólicos y religiosos.Sin embargo, aun seguía dedicándose al trabajo, y no había renunciado a la práctica de su arte, cuando, a consecuencia de una grave enfermedad, sus sentimientos adquirieron un matiz de religiosidad mucho más pronunciado. Viósele frecuentar asiduamente los templos, y entregarse a ejercicios de piedad austera. ¿Quedaba perdido para el arte el hábil pianista?
Sus admiradores pudieron temerlo por un momento; aun no conocían al personaje proteiforme que se ocultaba bajo la epidermis de Franz Liszt. ¿Por qué evolución intelectual el huésped predilecto de los salones de la Restauración pasó de la devoción católica al culto sansimoniano, y de éste a las ideas republicanas, como lo testifica una "Sinfonía revolucionaria" inédita, compuesta después de los sucesos de julio de 1830? ¿A qué ley obedecen esas incesantes transformaciones que llegaron a parar en una toma de hábitos eclesiásticos? Tememos que se nos tache de candidos planteando este problema. Tal vez se nos contestará, y con razón, que Liszt fué siempre y en todas partes un músico de eminente talento...
FIN Franz Liszt Biografia Completa e Inedita (Parte 1)