...El movimiento romántico que ha producido una legión de hombres de talento, ha quedado casi estéril en la esfera musical. Y es que, en la poesía como en la pintura, había a la sazón algo que descubrir, o más bien, sacar del olvido; aquí la imagen, allá el color; mientras que todos los elementos del arte de los sonidos existían ya y habían sido puestos recientemente en obra, de magistral manera, antes de la aparición de los innovadores de 1830. ¿Qué quedaba por descubrir, én efecto, después de los Haydn, los Mozart, los Glück y los Rossini? Y aquel mismo en cuyo nombre se presentaban los reformadores, Beethoven, ¿no había condenado ya, desde largo tiempo, a una abrumadora inferioridad a sus pretendidos adeptos?
Excéntrico como él solo, Liszt quedó en breve seducido por las teorías nuevas, y vino a ser el segundo de Berlioz, de quien arregló para piano varias obras, como la Sinfonía de "Haroldo", la Obertura de los "Jueces Francos" y la del "Rey Lear". Sus dotes de ejecutante, tan notables ya desde su infancia, no habían cesado de progresar y hubiera desafiado toda comparación, a no existir Chopin. Por lo demás, cada uno de entrambos rivales tenía su mérito propio y un distinto imperio- Contenido, discreto, pero dotado a la vez de un encanto delicado '. y original, los triunfos del artista polaco easi nunca se . extralimitaron de un círculo aristocrático. El pianista húngaro, por el contrario, por la impetuosidad de su ejecución, por la potencia de sus efectos artísticos, reinaba sobre las almas ávidas de emociones fuertes y los oídos ávidos de ruido. Así, pues, no todas las manos que le aplaudieron fueron patricias. Por lo demás, nadie ha sabido exhibirse como él. Presentábase en escena de una manera peculiar y romántica, arrojaba los guantes al lacayo, echaba atrás sus largos cabellos con un gesto lleno de altivez, y tomaba posesión del taburete, transformado para las circunstancias en trípode. "Bacchatur vates".Comenzada la ejecución, sus calenturientas manos recorrían el teclado, mientras sus ojos lanzaban torvas miradas, y nobles gotas de sudor se deslizaban a lo largo de sus mejillas. Tales muecas parecerían ridiculas hoy...
Los triunfos del hombre no iban en zaga a los del artista . Más de un literato se enardeció por el joven músico que intentaba transportar a su arte las osadías de la literatura romántica. Había un parentesco intelectual demasiado visible entre las Corinas de la época y el autor de los poemas sinfónicos, titulados: "Lo que se oye en la montaña", el "Tasso", los "Preludios", "Orfeo", "Prometeo", "Mazepa", etc. La soñada alianza de la literatura y de la música halló su expresión en las relaciones íntimas que se establecieron entre el hábil pianista y ciertas notabilidades femeninas del mundo literario.
De esta época data el efímero renacimiento del wagnerismo. Wagner había sido desterrado por su cooperación en los sucesos revolucionarios de que el suelo alemán acababa de ser teatro; parecía que la "música del porvenir" había sido envuelta en la desgracia que hiriera a su fundador. En el momento en que todo parecía conspirar contra ella, viósele recobrar momentáneamente nueva boga, gracias a la ardiente iniciativa, al apasionado prose-litismo de Liszt. Atraído hacia esa negación del arte, como siempre lo ha sido hacia todas las singularidades, el maestro de capilla de Weimar empleó en servicio de la peor causa un celo, una actividad, una abnegación que debieran encomiarse sin reserva si hubieran sido mejor aplicados. ¡Qué alegría para el desterrado de Zurich, al recibir en su retiro la noticia de la repetición del "Tannhau-ser" y del estreno de "Lohengrin!" "¡Consumrnatum erat!" ¡Estas óperas, puestas en escena por un neófito entusiasta, obtenían ardientes aplausos, y la joven escuela, dispersa, errante, desde la partida de su jefe, podría congregarse nuevamente en torno de unas obras silbadas ayer y ensalzadas hoy hasta las nubes por una revirada del gusto público! ¡Mas no! Todo era ficticio en este despertar; no era la resurrección de un muerto, sino la de un cadáver.
La exposición de las ideas wagnerianas figurará en otro lugar del presente libro; limitémonos, pues, a decir que, entrado en este sendero, condenóse Liszt a no ser más que un compositor confuso, vago, ininteligible. En todos tiempos las obras del artista adolecieron del grave defecto de ser inejecutables por manos ajenas. Torturado por una necesidad creciente de sonoridades inauditas, llegó a considerar el piano como impotente para traducir sus inspiraciones, y a soñar un instrumento quimérico, que sería la fusión del piano y del órgano. Con el fin de satisfacer estas exigencias de un genio musical en apuros, el constructor Alexandre inventó el "piano-melodium", que necesariamente se llamó "piano Liszt". Hace algunos años, las tendencias religiosas que habían marcado la primera juventud de Liszt, recobraron su imperio en aquella alma llena de contrastes. Desengañado de las humanas vanidades, entró Liszt en las sagradas órdenes, después de un viaje a Roma, y desde entonces sólo se ocupó de música religiosa.
Entre las producciones más interesantes de Liszt y más familiares a los pianistas, distingüese el arreglo de las "Melodías" de Schubert, una de las numerosas obras que ejecutó en su último viaje a París, con el título singularísimo de "San Francisco andando sobre las olas". Su "Misa", anunciada ruidosamente y ejecutada en San Eustaquio, se juzgó tan extravagante y tan ingrata para el oído, que casi desalentó a sus más fervientes admiradores.Si hubiese abjurado Liszt de los errores de un sistema no menos falso y estéril, como repudió los de una filosofía peligrosa y antisocial, enarbolando el estandarte de la verdad artística, como enarboló el de la verdad religiosa, gracias a su riqueza de imaginación, hubiera compuesto obras que sobrevivirían a su talento de ejecución.
En su vejez, el atleta Milón, de Crotona, contemplaba con tristeza sus enflaquecidos brazos y sus distendidos músculos, exclamando: "¡Heu! ¡lacerti!" (en griego, por supuesto). ¿Supo evitarse el célebre pianista remordimientos tan acerbos? El Gobierno húngaro le otorgó una pensión de seiscientos florines, con un título nobiliario. Entre sus últimas composiciones, son de notar: "Los funerales de Mosonyi", homenaje a la memoria de un compatriota, y un oratorio intitulado "Cristo".Liszt acabó su carrera brillante en Bayreuth, donde murió el día 1 de agosto de 1896.
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