Pero en esa ocasión no se trataba de una reunión cualquiera, de una personacualquiera; desde la puerta, la hija con su largo y blanco vestido de 15 lomira mezcla de tristeza y odio.Ella se había negado desde un principio a hacer la fiesta, sabía que su padreno se mantendría sobrio para llevarla del brazo cuando entrara al salón ybailar con ella el vals.Las lágrimas comenzaban a agolparse en sus ojos cuando la tomé del brazo y lasaqué a bailar, después de todo soy su padrino; su madre, como era costumbre,quedó lidiando con el borracho del padre.Mientras girábamos le sonreí y, poco a poco, ella se fue relajando; pronto sumadre estuvo allí mirándola bailar, feliz y emocionada.—No permitas que nada ni nadie opaque tu felicidad — oí que decía muy bajito,la miré con cara de curiosidad.— Es una frase que mi madre me enseñó… — me dijo con una bella sonrisa ycontinuó bailando.
Revista En Femenino
Por Patricia(Patokata), desde Uruguay
Pero en esa ocasión no se trataba de una reunión cualquiera, de una personacualquiera; desde la puerta, la hija con su largo y blanco vestido de 15 lomira mezcla de tristeza y odio.Ella se había negado desde un principio a hacer la fiesta, sabía que su padreno se mantendría sobrio para llevarla del brazo cuando entrara al salón ybailar con ella el vals.Las lágrimas comenzaban a agolparse en sus ojos cuando la tomé del brazo y lasaqué a bailar, después de todo soy su padrino; su madre, como era costumbre,quedó lidiando con el borracho del padre.Mientras girábamos le sonreí y, poco a poco, ella se fue relajando; pronto sumadre estuvo allí mirándola bailar, feliz y emocionada.—No permitas que nada ni nadie opaque tu felicidad — oí que decía muy bajito,la miré con cara de curiosidad.— Es una frase que mi madre me enseñó… — me dijo con una bella sonrisa ycontinuó bailando.
Pero en esa ocasión no se trataba de una reunión cualquiera, de una personacualquiera; desde la puerta, la hija con su largo y blanco vestido de 15 lomira mezcla de tristeza y odio.Ella se había negado desde un principio a hacer la fiesta, sabía que su padreno se mantendría sobrio para llevarla del brazo cuando entrara al salón ybailar con ella el vals.Las lágrimas comenzaban a agolparse en sus ojos cuando la tomé del brazo y lasaqué a bailar, después de todo soy su padrino; su madre, como era costumbre,quedó lidiando con el borracho del padre.Mientras girábamos le sonreí y, poco a poco, ella se fue relajando; pronto sumadre estuvo allí mirándola bailar, feliz y emocionada.—No permitas que nada ni nadie opaque tu felicidad — oí que decía muy bajito,la miré con cara de curiosidad.— Es una frase que mi madre me enseñó… — me dijo con una bella sonrisa ycontinuó bailando.