Revista Comunicación
Yo quería salvar al mundo. Este lugar hermoso. Pero sabía muy poco. Es una tierra de magia y maravillas. Merece que la atesoremos en todo sentido. Pero cuanto más te acercas, mejor ves la gran oscuridad latente en su interior. ¿Y la humanidad? La humanidad es otra historia. Lo que hacemos frente a la verdad no es tan fácil como parece. Yo lo aprendí a los golpes. Hace mucho, mucho tiempo. Y ahora... no volveré a ser la misma.
Ojalá nunca llegue el día en que ella tenga que luchar. Pero tú sabes, un escorpión debe picar, los lobos cazan...
-Es una niña.
-La única niña de la isla. Déjala ser lo que es.
Luchar no te hace heroína.
-Sigues dudando de ti misma.
-No.
-Sí.
-No. No dudo.
-Eres más fuerte de lo que crees. Tienes más poder de lo que piensas.
Cuanto más fuerte sea ella, más pronto la encontrará.
Entrénala con más rigor que a ninguna otra amazona. Cinco veces más... diez veces más. Hasta que incluso te supere a ti. Pero que nunca se entere de la verdad sobre su identidad ni de su origen.
Nunca bajes la guardia. Esperas que la batalla sea limpia. Pero nunca son limpias.
-¡Eres un hombre!
-Sí. Es decir... ¿no parezco un hombre?
-No, madre. Él luchó a mi lado contra los invasores.
-¿Qué hombre lucha contra los suyos?
-Ellos no son los míos.
Soy un espía. Soy un espía.
No podemos liberarlo solamente. Debemos ir con él.
-Zeus creó al hombre para que fuera justo, sabio, fuerte y apasionado...
-¡Eso era una historia, Diana! No entiendes. Son fáciles de corromper.
-Sí, pero... ¡Ares es quien los corrompe!
-¿Dirías que eres un espécimen típico de tu sexo?
-Estoy por encima del promedio.
-¿Qué es eso?
-Es un... Es un reloj.
-¿Un reloj?
-Sí, un reloj. Marca la hora. Me lo regaló mi padre. Lo acompañó en momentos muy difíciles. Ahora lo tengo yo. Por suerte, sigue funcionando.
-¿Para qué lo tienes?
-Porque marca la hora. La hora de comer, dormir, despertarse, trabajar...
-¿Permites que esa pequeña cosa te diga qué hacer?
Somos el puente para que haya mayor comprensión entre los hombres.
-Nuestro deber sagrado es defender el mundo. Y deseo ir contigo. Pero mi madre no lo permite.
-Bueno... no la culpo. Por cómo viene la guerra, yo no querría que ningún ser querido estuviera allí.
-Entonces, ¿por qué quieres volver?
-Yo no diría que quiero. Más bien, debo intentarlo. Mi padre me dijo una vez: “Si ves algo malo sucediendo en el mundo, puedes quedarte sin hacer nada o irte y hacer algo”. Y ya intenté no hacer nada.
-Me iré, madre. No me quedaré de brazos cruzados mientras mueren inocentes. Si nadie más defiende al mundo de Ares, debo hacerlo yo. Debo irme.
-Lo sé. O al menos sé que no puedo detenerte. Hay tantas cosas... tantas cosas que no entiendes.
-Entiendo lo suficiente. Que quiero luchar por quienes no pueden defenderse. Como lo hiciste tú alguna vez.
-Sabes que si decides irte, quizá nunca regreses.
-¿Qué seré si me quedo?
Ten cuidado en el mundo de los hombres, Diana. Ellos no merecen a alguien como tú.
Siempre has sido mi gran amor. Hoy eres mi gran dolor.
-¿No se lo dijiste?
-Cuanto más sepa, más pronto la encontrará Ares.
¿Cuánto tardaremos en llegar a la guerra?
-El matrimonio. ¿No existe en tu...? Vas con el otro ante un juez y ambos juran amarse y respetarse, hasta que la muerte los separe.
-¿Y lo cumplen? ¿Se aman hasta la muerte?
-En muchos casos, no.
-Entonces ¿para qué lo hacen?
-No tengo idea.
-No tengo padre. Mi madre me esculpió en arcilla y Zeus me dio vida.
-Qué bueno. Perdón. En mi mundo, los bebés nacen de otra manera.
-Te refieres a la biología reproductiva.
-¡Bienvenida a Londres!
-Es horrible.
-Sí. No es para cualquiera.
-¡Un bebé!
-No. ¡Nada de bebés! Por favor. Nada de bebés. Ése no es de arcilla.
-Voy a presentarme. Soy Etta Candy. La secretaria de Steve Trevor.
-¿Qué es una secretaría?
-Bueno, me ocupo de todo. Voy donde él me dice y hago lo que él me pide.
-En mi mundo, eso se llama esclavitud.
-Ella me cae bien.
-¿Estas son las armaduras de las mujeres en su país?
-“Armaduras”. No, es la moda. Nos sostiene el abdomen.
-¿Para qué quieren sostenerla?
-Solo una mujer sin abdomen podría hacer esa pregunta.
-¿Cómo hacen para luchar vestidas con esto?
-¿Luchar? Nosotras usamos nuestros principios. Así vamos a conseguir el derecho al voto. Aunque no me opongo a usar los puños de vez en cuando... llegada la oportunidad.
Srta. Candy, la idea era que ella quedara un poco menos... llamativa.
¿En serio? ¿Lentes? ¿Y con eso deja de ser la mujer más hermosa de todas?
Por favor, baja la espada, Diana.
-Sir Patrick Morgan, a su servicio.
-Diana, princesa de Temis...
-Prince. Diana Prince.
-En mi tierra, los generales no se ocultan tras un escritorio como cobardes.
-¡Suficiente!
-Luchan junto a los soldados. ¡Mueren con ellos en el campo de batalla!
-¿O sea que me mentiste?
-¡Soy espía! ¡Es mi especialidad!
-¿Cómo sabes a quién matas si no le ves la cara?
-No lo sé. Y es mejor así, te lo aseguro.
-Peleas sin honor.
-¿Quién te paga el honor?
-Imagino que están planeando algo que los llevará a la muerte o a la corte marcial.
-Imagino que usted vino a detenernos.
-No. Para nada. Miren. Yo alguna vez fui joven. Y, si tuviera más salud, quiero creer que haría lo mismo. Lo que harán es algo de lo más honroso. Por lo tanto... he venido a ayudarlos. Extraoficialmente, claro.
-¿Qué clase se arma mata gente inocente?
-En esta guerra... todas ellas.
-En 24 horas, esta guerra terminará. Se acabó.
-Para usted se acabó. Para todos ustedes.
-Pero la máscara no servirá.
-Ellos no lo saben.
Té inglés para los alemanes y cerveza alemana para los ingleses. Y novelas de Edgar Rice Burroughs para los dos.
Que consigamos lo que necesitamos. Pero nunca lo que merecemos.
-¿Estás aquí por dinero?
-No hay mejor lugar para mí.
-¿Una guerra en la que no tomas partido?
-No tengo adónde ir. La última guerra asoló a mi pueblo. No nos quedó nada. Al menos aquí... soy libre.
-¿Quién le quitó todo a tu pueblo?
-El pueblo de él.
Querías que te llevara a la guerra. Pues, llegamos.
-No podemos salvar a cada persona.
-Steve...
-No vinimos para hacer esto.
-No... pero yo voy hacerlo.
Ha sido un honor tomarles una foto. Muchas gracias.
No todos somos lo que queremos todo el tiempo. Por mi parte, soy actor. Adoro actuar. No quería ser soldado. Pero mi piel es del color incorrecto. Cada uno da su propia batalla, Diana.
-¿Qué probabilidad hay de que me haga caso?
-¿De verdad? Es muy improbable.
-Simplemente nos balanceamos.
-Estás demasiado cerca.
-Ésa es la gracia.
-¿Esto hacen las personas cuando no hay guerras?
-Sí. Sí, esto... y otras cosas.
-¿Qué cosas?
-Desayunan. Les encanta desayunar. Y también despertarse, leer el diario e irse a trabajar. Algunos se casan. Tienen hijos y envejecen juntos. Supongo.
-¿Cómo es eso?
-No tengo idea.
-Tu ropa no es muy encubierta que digamos.
-No sé. En el campo de batalla me cubrió bastante bien.
Amo el fuego. ¿Usted no? Es como un ejemplo vivo de entropía. El arma de destrucción por antonomasia. Nos recuerda que, al fin y al cabo, todo vuelve a ser el polvo que alguna vez fue.
Agradezco su interés por mi trabajo pero soy leal al general Ludendorff.
Además... ahora veo que su atención la captó otra cosa.
-¿La paz? No es más que un armisticio en una guerra eterna.
-Tucídides.
-Conoce a los antiguos griegos. Ellos comprendían que la guerra era un dios. Un dios que requería sacrificios humanos. Y a cambio daba un objetivo al hombre, un sentido a su vida, una posibilidad de alzarse sobre su ser mísero, insignificante y mortal para ser valiente, noble... ¡mejor!
-Sólo uno de todos sus dioses creía en eso. Y se equivocaba.
-¿Y si Ares no existe?
-Tú no me crees.
-No puedo permitirte esto.
-Lo que hago yo no depende de ti.
Ahora entiendo todo. Ares no ha corrompido sólo a los alemanes. A ti también. A todos ustedes.
Por magnifica que seas, no me llegas ni a las rodillas.
Soy Diana de Temiscira, hija de Hipólita, la Reina Amazona. Y tú ya no derramarás tu ira sobre este mundo. En nombre de todo lo que es bueno, doy por cumplida en este acto la misión de las Amazonas de liberar a este mundo de ti... ¡por siempre!
Lo maté. Lo maté. Pero todo sigue.
-¿Por qué siguen?
-¡Porque tal vez sean ellos! Tal vez... Tal vez las personas no siempre son buenas. Con o sin Ares, quizá el ser humano es así.
-No merecen nuestra ayuda, Steve.
-¡No se trata de merecer!
-No merecen nuestra ayuda.
-¡Quizá no la merecemos! Pero no se trata de eso. Se trata de lo que uno cree. ¿Te parece que no entiendo con todo lo que he visto? ¿Qué no me gustaría decir que un solo tipo es el culpable? ¡No es así! Todos somos culpables.
-Yo no.
-¡Quizá yo sí! Por favor... si crees que esta guerra debe acabar, si deseas ponerle fin, ayúdame a ponerle fin y ya. Porque si no me ayudas, miles más morirán.
Yo solo quería que los Dioses vieran la maldad de la creación de mi padre. Pero se negaron.
Mi querida niña... ésa no es la Matadioses. Tú lo eres.
No soy el Dios de la Guerra, Diana. Soy el Dios de la Verdad.
La humanidad nos robó este mundo. Lo han arruinando, día a día.
Todos estos años vengo luchando solo, susurrando en sus oídos. Ideas, inspirando nuevas fórmulas... armas... Pero no los obligo a usarlas. Las guerras las desatan ellos. Sólo me dedico a orquestar un armisticio que no pueden cumplir, con la esperanza de que se destruyan entre ellos.
No podemos hacer mucho, si él es quien yo creo que es. Pero podemos frenar ese avión.
Veamos qué clase de diosa eres realmente. Me ayudarás a destruirlos, Diana. O morirás tú.
¿Eso es todo lo que tienes? Es inútil imaginar que puedas vencer.
Mira este mundo. La humanidad hizo esto. No fui yo. Son seres feos, llenos de odio, débiles... igual que tu capitán Trevor. Se fue y no te dejó nada.
Tengo que ser yo. Yo puedo salvar este día. Tú puedes salvar el mundo.
-Se equivoca en cuanto a ellos. Son todo lo que dice... ¡pero también mucho más!
-¡Mentira! ¡No merecen tu protección!
-No se trata de merecer. Se trata de lo que uno cree. Y yo creo en el amor.
Yo quería salvar el mundo. Poner fin a la guerra y ofrecer la paz a la humanidad. Pero luego vislumbré la oscuridad que vive dentro de esa luz... Y aprendí que, dentro de cada ser humano, siempre habrá ambas cosas. Y cada uno debe elegir entre una y otra. Es algo que ningún héroe podrá vencer jamás. Ahora sé que sólo el amor puede salvar en serio al mundo. Entonces me quedo, lucho y me entrego por el mundo que considero posible. Ahora, ésta es mi misión. Para siempre.