Revista Comunicación
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche...”
Este hombre se metía la mano en el bolsillo, sacaba un papelito y diez mil proletariados se quedaban callados, para escucharlo recitar poesías.
Atrápelo y humíllelo. Después hacemos la fiesta.
Soy un gran policía. También puedo ser un gran artista.
¡Pido castigo!
Yo no me voy a esconder abajo de la cama. Esto tiene que ser una cacería salvaje.
En la política, la insolencia es una forma de expresar admiración.
Han pasado sólo tres años desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Y aquí, en esta casa alegre, está por empezar una persecución fabulosa.
Quieren besarlo, quieren tomarlo de la mano, quieren dormir en su cama. Dicen que tiene olor a alga marina.
La vergüenza de repetir una vez más, este poema de escuela rural escrito hace más de veinte años.
Muchas mujeres deben imaginarse que hace el amor con una rosa entre los dientes. Y que después de besarlas, corre a escribir nuevos poemas de amor inspirados por ellas. Es el Rey del Amor.
No saben lo que es dormir en el suelo. Pero son todos rojos.
Es una aristócrata argentina, formada en París, pero terminó criando a este hijo de negro ferroviario.
Siempre he pensado que así le gusta celebrar a la elite de la izquierda chilena cuando no se está quejando por algo. En el fondo son felices, están enamorados y les encanta empaparse del sufrimiento y del sudor ajeno.
En esta cueva se reúnen los intelectuales, los artistas, los que viajaron por el mundo y volvieron felices. Los consejeros, los abogados, todo criminal tiene que rodearse de personas que usen corbatas y hayan ido a la universidad a aprender el arte del engaño burocrático.
-Nos pidieron que le informaron que... que… vamos a pasar a la clandestinidad.
-¿Yo también?
Los comunistas detestan trabajar. Prefieren quemar iglesias. Dicen que eso los hace sentirse más vivos.
A la aristocracia chilena le gusta mostrar sus riquezas. Pero el poeta no debería impresionarse. Ha estado en los salones de París y esta imitación provinciana le da risa. Pero le gusta.
-Estuve con el Presidente de la República. Está muy triste.
-¿Ah, sí? ¿Por qué?
-Porque dice que usted lo injurió con cosas falsas y tendenciosas.
-Puede ser.... porque mi intención siempre ha sido causarle el mayor daño posible al Presidente.
-De eso no me arrepiento.
-¿De qué se arrepiente? ¿De haberse convertido en burgués?
-¿Cómo van a gobernar?
-Con una democracia de soviets, de soldados, de obreros, de campesinos.
-¡Uff...! ¡Dios nos libre! Van a dejar la Moneda llena de cáscaras de maní y botellas de vino. Van a hacer las leyes con faltas de ortografías.
-Ustedes piensan que la manera de acabar con el comunismo es exiliarnos. Ponernos en la cárcel. Le voy a decir una recomendación: la solución es que nos mate a todos. Con eso soluciona su problema.
-No lo repita porque alguien se va a tentar de hacerlo.
-Aquí no me van a encontrar nunca.
-¿Querés que te encuentren?
-No. Pero me gustaría sentirlos más cerca.
Nada especial. Todo lo he visto antes en los prostíbulos del puerto del Callao.
-Linda la casa.
-¡Es horrible!
-Es linda.
-¿Esto es lo que están pegando en todas partes?
-Sí. Pero no se preocupe... los estamos sacando.
-No. Esto hay que guardarlo. Pueden tener un valor histórico, ¿no?
-A Neruda le gusta el sexo, el crimen y la violencia.
-Lo que pasa es que las novelas policiales me ayudan a olvidar que la policía me está persiguiendo
-¿Ha estado trabajando?
-No. Simplemente escribiendo.
“Superior civil”. El civil nunca es superior a mí.
Esta rubia tiene los dientes calientes. Yo no la hubiera dejado nunca.
El beso de un carroñero. Después que come el león, comen los perros. No me importa si esta mujer tiene el olor rancio del poeta. Estoy acostumbrado a ese sudor de calamar. Te quiero. No te imaginas cuánto te quiero.
Cada una de estas mujeres, es mi madre. Soy el hijo de una cortesana. Soy el hijo de una infección venérea.
Yo le canté. Y él se emocionó mucho. Me dijo que era un obrero del arte, que era un artista. Así como él, de tú a tú. Y de repente él me dijo una poesía tan linda, larga, me puso la manito aquí en la rodilla, estaba como calentito y me lo dijo acá, despacito, de artista a artista… ¿me entiende? De hombre a hombre, con respeto humano. Pero eso, tú, perro culeado, no vas a entenderlo nunca.
Buenas ideas. Todas. Estos rojos conocen bien el lenguaje de la violencia.
-Sabe... lo que yo quiero saber aquí, escúcheme, es si cuando llegue el comunismo, todos van a ser iguales a él o van a ser iguales a mí, que le he limpiado la mierda a los burgueses desde que he tenido catorce años
-Van a ser todos iguales a mí. Vamos a comer en la cama y fornicar en la cocina.
-Para eso luchamos... ¡camarada!
-A ver... ¿qué pasa si lo lees con la otra voz?
-¿Qué voz?
-La de poeta, Pablo...
Éste es un buen ejemplo de una confesión a susurros. La lucidez del policía domina la estupidez del español.
A esta persecución le falta terror.
El poeta tiene la fiebre de los espíritus artísticos que a veces piensan que el mundo es algo que se imaginaron.
Están todos presos menos yo. ¿Qué creen que soy un rey?
Mire, lo único que le pido es que sea más humilde.
Matate, matate si quieres. Así puedo vivir veinte años más sobre ti.
La Hormiguita no sabe qué hacer. Piensa en la fuerza de su brazo y la claridad de su cerebro y sabe que va a vivir cuarenta años más.
Yo soy de esas personas que se pueden morir pero jamás van presas.
En esta ficción todos giramos alrededor del protagonista.
Él tiene escrito esto desde antes. ¿Alguna vez viste un preso aburrido? En su cabeza está escribiendo una novela fascinante. Te escribió a ti, el policía trágico, me escribió a mí, una mujer absurda y se escribió a él, el fugitivo vicioso.
¿Vos crees que él sólo piensa en tierra y amor? No. Él piensa en mujeres desnudas, en detectives que lo persiguen. Él te escribió a ti, pensando en él. A ti en tu casa, leyendo sus poemas. A ti frente al espejo. Te escribió a ti, vigilando nuestra fiesta, ahogado con la música, atrapado en una máquina, con la mirada vacía. Perro durante la noche, pájaro durante el día. Te escribió espiando. Esperando. Te escribió atrapado, un espía furioso, escuchando cosas que nunca vas a lograr entender. Despreciando las ideas y las palabras, a cien metros de la vida. Impotente. Frágil. Te escribió como un guardia de una frontera imaginaria. Él te piensa a ti, pensando en él. Todos los detectives están enamorados y en todas las novelas policiales hay camas.
Él escribe bien. Él me escribe bien. Pero yo lo tengo abrazado. Y abrazado lo voy a llevar a la cárcel. Y lo voy a hacer dormir y lo voy a ver soñar.
Entonces perseguilo y atrapalo. Sino no vas a pasar a la historia de los hombres.
-¿Soy yo una ficción?
-Sí.
-¿Y usted es una ficción?
-No. Yo soy real.
¿Cuándo empieza la parte de los caballos?
¡Me comería un chancho!
No quiere pagar impuestos. Cree que el Estado es enemigo de la libertad. Sobre sus hombros y su alma se construirá el futuro de la República.
El millonario es siempre más inteligente que la ley de la Nación.
¡Qué lindo es ser policía! ¿No?
Disculpe, caballero.
Me abrazó. Me habló. Y bailó conmigo. Perseguí el águila pero no sé volar. Estoy lejos. Ahora sólo puedo volver al fondo de la tierra. Viví creyendo que yo era un Peluchonneau, un hijo del uniforme policial. Sin embargo ahora, ahora pienso que tal vez fui un Neruda. Un hijo del pueblo. Quizás mi padre vivió de rodillas, con la cara sucia, quizá juntó cuatro monedas en su puño y pagó para sudar sobre la espalda de mi madre. Quizá soy hijo del trigo. Otra cabeza negra en la historia de millones de cabezas negras. Pero me muero blanco. Porque nadie más persiguió al poeta. Nadie más lo aterrorizó en la nieve. Nadie más lo hizo jadear arrepentido. Nadie más lo acompañó en su viaje. No me importa que me haya escrito, que me haya hecho secundario. Yo también me escribí. Y lo hice pésimo. Me inventé sin vida. Solo. Sin amor. En cambio el poeta me inventó furioso, lleno de viento, incluso me escribió una muerte fabulosa, una muerte policial. Lenta. Fría. Con detalles rojos. Con música. Con animales. Con árboles. Con poesía.
-¿Lo conoces?
-No. Sí. Sí lo conozco. Es mi inspector. Mi perseguidor. Mi fantasma de uniforme. Sueño con él. Él sueña conmigo.
Dí mi nombre.
Lo dijiste. Dijiste mi nombre. No soy personaje secundario.
¿Por qué hizo todo esto? Por su pueblo. El poeta les dio sus palabras para que ellos pudieran contar su vida. Su vida dura. Y esas palabras le dieron sentido a sus sueños terribles. Por eso lo hizo. Para que pudieran hablar. Ahora lo pueden citar cada vez que los pise la Historia. No se acuerdan de los poemas de amor. Se acuerdan de los poemas de furia. Poemas irreconocibles. Poemas de un futuro imaginario.
Neruda me hizo eterno. Su arte me dio vida. Yo era de papel. Y ahora soy de sangre.