Hay oscuridad. Hay luz. Hay hombres y mujeres. Hay comida. Hay restaurantes. Enfermedades. Hay empleos. Tráfico. Los días como los conocemos. El mundo como lo imaginamos.
-¿Por qué hablo con este hombre?
-Tuvimos siete casos más en Aberdeen. Cinco en Dundee. Once en Glasgow, dieciocho en Edimburgo. Cerca de cien casos reportados en Inglaterra...
Similares en Francia, Bélgica, Italia, España. Todos en las últimas 24 horas.
-¿Cómo se infectaron?
-No lo hicieron.
-Tal vez se quite solo.
-Así que estamos en pánico.
Bien, marinero.
-Nada nos dice que sea un virus. Nada encaja con lo que sabemos.
-Pero es justo decir que es contagioso.
-Es justo decir que se está esparciendo.
Lo llaman “Síndrome Olfativo Severo”. SOS.
-¿Qué haces? Cuando no comes.
-Muerte y miseria.
-¿Qué?
-Soy epidemióloga.
La vida sigue. La comida se vuelve más condimentada.
Sin el olor, un océano de imágenes desaparece.
-¿Qué hacemos ahora?
-Ahora puedes invitarme a tu casa.
-¿Y si no quiero?
-Puedes simplemente ir a casa y yo te seguiré.
Debí haber recordado mejor tu olor la primera vez que estuvimos aquí.
Expertos ambientalistas hablan de un Apocalipsis ecológico causado por la contaminación y la alteración genética de plantas y hormonas. La inteligencia habla de un ataque al mundo libre apuntando a los fundamentalistas. Los fundamentalistas hablan del castigo de Dios, en un mundo de no creyentes. Y prometen que los hombres puros de la fe correcta recuperarán el olfato en los últimos días. Otros dicen que el decadente capitalismo liberó un virus militar para estimular la economía. Y hay otras teorías.
Primero el pánico. Y luego un momento de hambre. Así desapareció el sentido del gusto de nuestro mundo.
-¿Crees que perderemos los otros sentidos también?
-Olfato y gusto están conectados. Son sentidos químicos.
-¿Así que los otros estarán bien?
-Puede ser.
-Habrá que esperar a ver.
-Así es, marinero.
-¿Y qué pasa si te equivocas?
-Estaremos jodidos.
Pueden comprar grasas y harinas. Es todo lo que necesitas para sobrevivir.
La vida continúa. Regresarán. La gente está invitando a cenar de nuevo.
No sólo hay un cuidado especial a las recetas, también consistencia en la temperatura de las tres comidas. Y lo probé todo. Desde lo frío y congelado a lo más caliente. Era seco, húmedo, crujiente, esponjoso, era todo del más alto nivel, incluyendo el postre. Un pudín con nueces caramelizadas y un brillante sorbete de naranja y un postre oscuro con arándanos y moras.
Algo que nadie sepa sobre ti. Algo secreto.
Ahora podemos entrar en pánico.
Ira. Furia. Odio. Y luego, la pérdida de otro sentido. Y lo único que los no afectados pueden hacer, es esperar.
Solo es coger y comer. Grasas y harina.
Eres sólo un par de oídos y una boca. Un culo y una concha. Y te sorprendo al decírtelo pero todos los demás son lo mismo. ¡Un par de orejas y un culo! Grasas y jodida harina.
¿Está sordo? Quédese en casa. Es el lugar más seguro. Mantenga su televisión encendida. Lo mantendremos informado.
La gente actúa de dos maneras ahora. Unos corren por las calles tomando lo que pueden, que no creen en nada más que en el fin del mundo. Y están los otros: granjeros que ordeñan a sus vacas, soldados que se reportan a su labor, los que creen que la vida debe continuar de alguna manera. O que simplemente no saben qué más hacer.
La gente se prepara para lo peor. Pero esperan lo mejor. Se concentran en las cosas que de verdad les importan. Todas lo que está más allá de las grasas y la harina.
Y así es como la oscuridad descendió sobre el mundo.
Ahora está oscuro. Pero sienten el aliento del otro. Y saben todo lo que necesitan saber. Se besan. Y sienten las lágrimas del otro en sus mejillas. Y si quedara alguien que pudiera verlos, se verían como amantes normales. Acariciándose los rostros. Con los cuerpos juntos. Ojos cerrados. Ajenos al mundo a su alrededor. Porque así es como la vida continúa. Simplemente así.