Revista Comunicación

frases de “The Sunset Limited”

Publicado el 12 marzo 2011 por Libretachatarra
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¿Y qué se supone que debo hacer con usted, profesor?
-¿De verdad piensa que Jesús está en este cuarto?
-No. No creo que esté en este cuarto. Sé que está en este cuarto. Es cuestión de perspectiva, profesor.
-Cosas culturales, por ejemplo, libros, música, arte, cosas así…
-Muy bien.
-Esas son las cosas que tienen valor para mí. Son los pilares de la civilización. Solían tener valor para mí. Supongo que ya no tanto.
-¿Qué ocurrió?
-La gente dejó de valorarlas. Yo dejé de valorarlas. Hasta cierto punto, no sé si conozco el porqué. Mi mundo ha desaparecido en buena medida. Y pronto se habrá ido del todo.
Las cosas que amo son muy delicadas. Muy frágiles. No lo sabía; creía que eran indestructibles. Pero no lo eran.
Fue personal. Es lo que tiene recibir una educación. Hace el mundo algo personal.
¿De que le sirve manejar ese tipo de conceptos, si no consiguieron mantenerlo pegado al andén cuando el Sunset Limited apareció a 100 por hora?
Es un yonki de la cultura.
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Puede que tenga razón. Puede que no tenga creencias. Creo en el Sunset Limited.
La civilización occidental se convirtió en humo en las chimeneas de Dachau. Y yo estaba demasiado ensimismado para verlo.
¿Cómo no es capaz de verse a usted mismo, amigo? Es transparente como el cristal. Puedo ver los engranajes que lleva dentro. También veo su luz. Buena luz. Luz de verdad.
Quédese sólo un poco más…
-El tema es, profesor, que no tengo la más remota idea de lo que le pasa por la cabeza a Dios. No sé por qué me habló a mí. Yo no lo haría.
-Pero usted escuchó
-¿Qué opción tenía?
-No sé... ¿No escuchar?
-¿Cree que va hablando con gente que sabe que no lo escucharán? ¿Cree que es un pasatiempos para Él?
-El sufrimiento y el destino humano es la misma cosa. Se describen mutuamente.
-¡No hablamos de sufrimiento, sino de ser feliz!
-No puedes ser feliz si sufres
-¿Por qué no?
El meollo es, profesor, que si no hubiera dolor en su vida. ¿Cómo sabría cuándo es feliz?
El tema es que la preocupación de un borracho no es morir por beber, lo cual ocurrirá, sino que se quedará sin whisky antes de que eso pase.
Si uno es creyente, llega hasta el pozo mismo de la creencia y no ha de buscar más. No hay más que buscar. Pero el no creyente tiene un problema: se ha propuesto desentrañar el mundo, pero cada cosa a la que puede decir “No es cierto” se queda tirada en su camino.
Creo que el mal es algo que uno se incorpora. Casi siempre por desear lo que no debes tener.
Alguien inquisitivo busca la verdad. Un escéptico quiere que le digan que eso no existe.
Este libro es una guía para los ignorantes y las almas enfermas. Un hombre completo no lo necesitaría. Y si lee este libro verá que se habla más sobre el mal camino que sobre el bueno.
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Creo que la respuesta a su pregunta es que la dialéctica de la homilía presupone el mal.
-Incluso Dios cede a veces. No existe clerecía en el infierno, que yo sepa.
-No la hay y lo ha expresado muy bien. La clerecía es para los vivos. Por eso uno es responsable de sus hermanos. Cuando dejan de respirar ya no puedes ayudarlos.
Él dijo que uno podría tener la vida eterna. Tenerla ahora. Hoy. Sostenerla en las manos. Verla. Resplandeciente. Un poco pesada, pero no demasiado. Cálida al tacto. Levemente. La vida para siempre. Y podría tenerla ahora. Hoy. Pero no la quiere. No la quiere porque para conseguirla uno ha de salvar a su hermano. Has de tomarlo entre tus brazos y abrazarlo. Sin importar su color, cómo huele o si ni siquiera desea ese abrazo. Y usted no lo hará, porque no cree que lo merezca. Y eso es indiscutible. No lo hará porque no le parece justo.
Creo que son sus creencias las que lo hunden y no lo que no cree.
La búsqueda de su vida es su búsqueda en una carretera que usted hizo. Y tal vez eso baste para que siga con ella. Mientras esté en esa carretera, no puede perderse.
Si lee la historia del mundo está leyendo una saga de sangre, avaricia y locuras imposibles de ignorar. Y aun así, imaginamos que el futuro será distinto.
La luz le rodea. Pero sólo ve sombras. ¿Y sabe qué las causa? ¡Usted! ¡Usted es la sombra!
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Recomenzar es recomenzar. De cero. Si todo lo que es y todo lo que tiene y todo lo que ha hecho lo ha llevado al fondo de una botella de whisky o a un viaje de ida en el Sunset Limited, entonces no me puede aportar ni una buena razón para salvar nada de eso… ¡Porque no la hay! Si fuera capaz de cerrar esa puerta su mundo será frío y solitario y soplará un viento furioso. Pero usted no dice nada. Sólo alza el cuello y sigue andando.
-Pues yo veo otra razón. Justo enfrente de mí.
-¿Qué es...?
-Que ha de amar a su hermano o morir.
Uno renuncia al mundo línea a línea. Te conviertes en cómplice de tu destrucción y no puedes evitarlo. Todo lo que haces te cierra una puerta más adelante, hasta que sólo queda una puerta.
Anhelo las sombras. Rezo por la muerte, muerte real. Y si pensara que en la muerte me encontraría con los que conocí de vivo, no sé qué haría. Sería el espanto definitivo. Si pensara que volvería a ver a mi madre y a empezar con todo eso otra vez, pero esta vez sin la perspectiva de una muerte futura, eso sería la pesadilla definitiva. Kafka a la enésima potencia.
No considero mi estado mental como una visión pesimista del mundo. La considero el mundo mismo.
Si la gente pudiera ver el mundo tal y como es, ver sus vidas tal y como son, sin sueños o ilusiones, no creo que encontraran una sola razón para no querer morir cuanto antes.
Su hermandad es una hermandad de dolor y nada más. Y si ese dolor fuera colectivo en lugar de reiterativo, su mero peso bastaría para desgajar al mundo de las paredes del Universo y mandarlo en llamas a través de la noche hasta ser sólo cenizas.
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Enséñeme una religión que lo prepare a uno para la nada. La muerte. Tal vez me uniera a ella. La suya prepara a la gente para más vida. Sueños, ilusiones, mentiras. Si le quitaran a los hombres el miedo a la muerte no durarían un día. Quién querría esta pesadilla sino por miedo a una próxima. La sombra del hacha pende sobre cada alegría. Todo camino acaba en muerte. Cada amistad, cada amor.
Tormento, pérdida, traición, dolor, sufrimiento, vejez, indignidad. Horrendas y prolongadas enfermedades. Y todo acaba igual. Para ti y para todo y todos los que has decidido que te importen. Ésa es la auténtica hermandad y todos somos miembros vitalicios. Usted me dice que mi hermano es mi salvación. ¡Pues entonces lo maldigo! Lo maldigo en todo modo y manera. ¿Me veo reflejado en él? Sí. Y lo que veo me asquea...
-¿Cuánto tiempo lleva sintiéndose así?
-Toda mi vida
-¿En serio?
-Es aún peor.
-No me imagino algo peor.
-La ira queda para los buenos días Lo cierto es que ya queda poco de eso. Lo cierto es que las formas que veo se han ido vaciando. Ya no poseen contenido. Son sólo formas. Un tren, un muro, un mundo. O un hombre.
-¡No salga ahí fuera, profesor! Sabe lo que hay ahí fuera
-Claro que lo sé. Sé lo que hay y sé quien hay. Deseo acariciar su mejilla huesuda. Sin duda se sorprenderá de sentirse tan querida. Y cuando me aferre a su cuello, susurraré a su viejo y seco oído: “Aquí estoy”. ¡Ahora abra la puerta!
Usted dice que deseo el amor de Dios, pero no. A lo mejor busco perdón. Pero no hay a quién pedírselo. No hay vuelta atrás, no hay reparación. Sólo la esperanza en la nada. Y me aferro a ella.
Si querías que lo ayudara… ¿por qué no me diste las palabras y a él sí?
Está bien... Si nunca hablas de nuevo, sabes que mantendré tu palabra. Sabes que lo haré, que estoy dispuesto. ¿De acuerdo? ¿De acuerdo?

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