Yo nací con el don de la lluvia, me dijo una vez una vieja adivina.
¿Lo que caían de mis ojos eran gotas de lluvia
o eran las lágrimas de un adulto que renunciaba a algo
que se había convertido en parte esencial de su vida?
Quiero recordarlo todo. Quiero recordar cada cosa que he tocado, visto y sentido, para que nunca se pierda ni desaparezca.
Siempre existe movimiento en la calma, y calma en el movimiento.
Sólo puedo enseñarte el camino. Lo que hagas con él y lo que te haga él a ti son cosas fuera de mi alcance.
Al final nosotros,
compañeros de viaje a través del continente del tiempo,a través del paisaje de la memoria,no necesitábamos palabras. Pero sus ojos, ¡oh, sus ojos!Hablaban de otras cosas, de cosas que habían sido entre nosotros y de cosas que ahora ya nunca serían.Entonces supe que había más vidas que esta.Que en todas nuestras encarnaciones lo había amadoy que ese amor me había causado dolor y muerte:una y otra vez, una vida tras otra.
La mente olvida, pero el corazón siempre recordará.¿Y que es la memoria del corazón sino amor?
El mar puede partirte el corazón.
La adivina me dijo que había nacido con el don de la lluvia.Como la lluvia, había traído la desgracia a las vidas de mucha gente, aunque la lluvia también trae consigo alivio, claridad y renovación.Se lleva nuestro dolor y nos prepara para otro día, incluso para otra vida. Ahora que soy viejo, descubro que las lluvias me siguen y me dan consuelo, como los espíritus de toda la gente que alguna vez he conocido y amado.