Revista Cultura y Ocio
"Esto me recuerda -dijo- cuando era un niño.Miré a aquel anciano, aquel anciano con los viejos pies sumergidos en la corriente de aguas claras, en esos momentos que se contaban entre los últimos de su vida, y de pronto lo vi, sencillamente como si fuera un muchacho, un niño, un joven, con toda la vida por delante, tal como la tenía yo. Nunca lo había visto así. Y todas esas imágenes… el hoy y el ayer de mi padre… convergieron, y en ese instante se convirtió en una criatura extraña, fantástica, joven y vieja a la vez, moribunda y recién nacida. Mi padre se convirtió en un mito"
A veces, me gusta sentarme en el sofá y charlar con mi abuela. La única que me queda. Me gusta preguntarle sobre su infancia, sobre cómo eran las cosas en aquellos tiempos y revisar fotografías de gente que ya no está aquí, pero que sigue muy viva en su memoria. Hay historias que le he oído contar una y mil veces, como el viaje en motocicleta por toda España que hizo para su luna de miel, pero no me importa, porque a veces, no la escucho, simplemente la observo. Y en esos momentos, la veo exactamente como el narrador de este fragmento ve a su padre.
Cuando mi abuela me cuenta historias de su pasado, es como si por unos instantes dejara atrás esa carcasa vieja y arrugada en la que se ha convertido su cuerpo y regresara a aquel instante justo. Su tono no es más jovial ni sus movimientos no son más gráciles pero sus ojos resplandecen y ante mi se convierte en la mujer vivaz e incansable de las fotografías, una mujer feliz, que aún no conoce la pérdida.
Y es que tenemos la tendencia de olvidar que nuestros padres, nuestros abuelos, en su momento también fueron nosotros, y que tuvieron que enfrentarse a los mismos problemas y superar los mismos miedos. A veces, ignoro la palabrería de mi madre e intento ver quién fue y qué la ha convertido en lo que es ahora. Y entonces es cuando la veo como un ser extraño, alguien que es al mismo tiempo familiar, pero desconocido. Y me veo también a mí misma.
La cita que os traigo hoy es de un libro bastante peculiar: Big fish, de Daniel Wallace. Es un libro muy corto que recomiendo, en el que William, ahora que su padre se está muriendo, intenta descubrir quién fue. Por eso, va desgranando poco a poco la vida de su padre, una vida muy movidita, llena de anécdotas, y donde quizás haya una pizca de ficción. ¿Qué fue real y qué no? Es una historia sin nudo, pero muy curiosa, tanto por su estructura como por su final...los cuatro finales. Mirad que no soy fan del realismo mágico, pero este libro no estuvo nada mal. Si aún no os he terminado de convencer, os animo a darle un vistazo a la reseña.