«Si esto es así, si leer un libro como es debido requiere las más raras cualidades imaginativas, perceptivas y de juicio, quizá concluyamos que la literatura es arte muy complejo y que es poco probable que consigamos hacer alguna aportación valiosa a su crítica ni siquiera después de toda una vida de lectura. Hemos de seguir siendo lectores; no pretendemos la gloria que corresponde a esos raros seres que son también críticos. Pero tenemos responsabilidades como lectores e incluso importancia. Los criterios que expresamos y los juicios que emitimos se filtran en el aire y son parte de la atmósfera que respiran los escritores cuando trabajan. Se crea una influencia que los afecta aunque nunca llegue a la prensa. Y esa influencia, si está bien formulada y es vigorosa, individual y sincera, podría ser de gran valor ahora que la crítica está forzosamente en suspenso, cuando los libros pasan revista como la sucesión de animales en una galería de animales de tiro, y el crítico solo dispone de un segundo para cargar, apuntar y disparar, y bien puede disculpársele si toma conejos por tigres, gallinas por águilas, o yerra completamente el tiro y da a una vaca pacífica que pasta en un prado cercano. Si detrás del errático disparo de la prensa el autor creyera que había otra clase de crítica, la opinión de los lectores que leen por amor a la lectura, despacio, no profesionalmente, y que juzgan con gran tolerancia pero con gran severidad, ¿no mejoraría eso la calidad de su obra? Sería un objetivo digno de alcanzar que los libros llegaran a ser más profundos, más ricos y variados, gracias a nosotros.»
«La batalla de Waterloo se libró determinado día, sin duda, pero ¿acaso es Hamlet una obra mejor que el rey Lear? Nadie lo sabe. Cada cual ha de decidirlo por sí mismo. Aceptar autoridades -por muchas pieles y togas que luzcan- en nuestras bibliotecas y permitirles que nos digan cómo leer, qué leer y el valor que hemos de dar a lo que leemos, es destruir el espíritu de libertad que se respira en esos santuarios.»
Podría decir que siento interés por la crítica literaria desde que creé este blog, pero sería mentira. En aquella época me limitaba a publicar un diario de mis lecturas con una muestra vaga y poco razonada de mis impresiones; lógico, por otra parte, porque el sentido y la consciencia crítica es algo que se adquiere con el tiempo. Antes seleccionaba mis lecturas a ciegos, pero ahora, de cada vez más, consulto distintas fuentes antes de decidirme por un libro. Incluso tras mi lectura me gusta leer críticas que contrasten con la mía y eso me ha permitido darme cuenta, como dice Woolf, que no hay que fiarse de las autoridades literarias.
Para empezar, nadie debería decirnos qué leer y que no, cómo interpretar una lectura o qué valor tiene un libro en concreto: no hay dos lectores capaces de leer un mismo libro sin extraer de él aprendizajes distintos. Por supuesto que hay que leer otras críticas y escuchar qué dicen las autoridades literarias al respecto, porque siempre es enriquecedor, pero eso nunca debe condicionar nuestra visión del libro.
Tengo mis críticos literarios de cabecera, blogs cuya opinión siempre leo con gran interés y cuyas recomendaciones suelo apuntarme. Eso no significa que a veces no coincidamos. Las inquilinas de Netherfield, que está haciendo un ciclo de reseñas sobre Agatha Christie, me recomendó El asesinato de Rogelio Ackroyd, pero a mí me pareció que tenía muchos vacíos argumentales. Mientrasleo ha leído todo lo que se ha publicado, pero discrepo con su valoración de Kanikosen. El pesquero, pues la prosa deja muchísimo que desear. Con Omaira tengo una gran amistad, pero no será por veces que hemos discrepado hasta el punto de situarnos en polos opuestos, como nos sucedió con Harry Potter y el legado maldito, Los renglones torcidos de Dios o El campamento. Son muchas las circunstancias personales que nos pueden hacer discrepar con otros críticos, por lo que un desacuerdo no tiene por qué alterar la confianza en sus reseñas.
En segundo lugar, a diferencia de la evidencia de los datos históricos (e incluso estos pueden ser medianamente cuestionables), nadie puede asegurar con rotundidad el valor literario de una obra. Los argumentos objetivos compartidos por todos son aquello que ha canonizado algunas obras, pero siempre habrá alguien a quien no le guste un clásico (doy fe de ello: he abandonado o valorado negativamente muchos de ellos) y sus motivos tendrá. Más difícil es dirimir el valor literario de algo en comparación con otra obra. Hay que escuchar el debate al respecto y no cerrarnos en banda, pero tampoco aceptar acríticamente los argumentos del otro por el prestigio que tiene, sino abogar por el diálogo. El resultado de la confrontación de opiniones será el valor que tendrá para nosotros esa obra.
¿Y qué más da lo que nosotros, que no somos nadie, pensemos de una obra? Nuestra voz nunca estará por encima de la de los grandes académicos, estudiosos y críticos reconocidos por el panorama editorial. Pero como afirma Woolf en la primera cita, tenemos responsabilidades como lectores. Queramos o no, nuestras valoraciones llegan a otras personas y también a los autores. Un solo lector no puede cambiar nada, pero sí todos juntos. Los críticos de renombre, ante la avalancha de publicaciones, debe trabajar con prisas, y muchas veces está obligado a dirimir una opinión sobre algo en lo que no está versado. Además, como nosotros, están presos por sus gustos, así como por su bagaje lector, por lo que también pueden equivocarse o emitir juicios demasiado subjetivos. No será por clásicos que fueron rechazados por los críticos de su tiempo o machacados por la crítica literaria. Nosotros leemos sin ninguna presión (más allá de nuestra tambaleante torre de pendientes), por amor a la lectura, con calma y eso hace que nuestras valoraciones ofrezcan un matiz más reflexivo.
Ambos fragmentos pertenecen al breve ensayo ¿Cómo debería leerse un libro?, de Virginia Woolf. Tiene muy pocas páginas y el tono es más académico, como habréis notado en las citas, pero sus reflexiones sobre la lectura son muy buenas. Aquí podéis leer la minireseña que hice.
Y eso es todo por hoy. ¿Os han gustado las citas? ¿Creéis que el lector tiene cierta influencia con sus reseñas? ¿Os dejáis guiar por la opinión de los críticos de renombre?