"Sobre todo no hay que olvidarlo. No hay que olvidar a los viejos de cuerpo podrido, los viejos a dos pasos de una muerte en la que los jóvenes no quieren pensar (confían a la residencia de ancianos la tarea de llevar a sus padres a la muerte sin alboroto ni preocupaciones), la inexistente alegría de esas últimas horas que tendrían que disfrutar a fondo, pero las pasan en el tedio y la amargura, rumiando los mismos recuerdos una y otra vez. No hay que olvidar que el cuerpo se degrada, que los amigos se mueren, que todos te olvidan, que el final es soledad. No hay que olvidar tampoco que esos viejos fueron jóvenes, que el tiempo de una vida es irrisorio, que un día tienes veinte años, y al siguiente ya son ochenta. "
No recordaba en absoluto esta cita. Me ha gustado tanto al releerla que me he replanteado volver a leerme el libro. Quizás si a G le gusta mucho. A mí en su momento no me gustó porque no era de mi estilo. Más que una novela, parecían un conjunto de reflexiones filosóficas unidas por pinzas a una trama casi inexistente. Son interesantes, pero soy más de tramas y la obra se me hizo muy densa. Por si os interesa, os dejo el enlace a la reseña.
Pasando a la cita, me gusta mucho la forma tan poética en que está escrita y el mensaje que transmite. Los ancianos son los grandes olvidados en literatura. Es muy difícil encontrar ancianos en los libros, y más aún siendo protagonistas. Por eso me llamó la atención L'avi de 100 anys que es va escapar per la finestra y tengo pendiente releer Arroz de Palma. Normalmente, si aparecen en las novelas, son abuelos afables cuya única función es morir para generar drama, o ancianos sabios que transmiten sus conocimientos.
A mí me llama mucho la atención la vejez. He vivido la muerte de tres abuelos, pero la que me queda está fuerte como un roble, pese a sus 90 años. No me gusta estar con mi abuela, pues me aburre. Le cuesta encontrar las palabras, se pierde en la narración, se repite constantemente y me habla de gente que murió hace mucho y de historias que no me generan ningún interés. Pese a eso, hago el esfuerzo por prestarle atención porque la miro. La miro y pienso en lo que debe ser vivir como un elantrino cada día, con un dolor que nunca va a curarse. Es duro saber que tu muerte está cerca y que no has hecho nada de lo que querías hacer, que la vida te ha pasado por delante y no la has aprovechado. Sí, has hecho amigos, amistades que murieron hace años. Tienes el corazón insensible tras ver que aquellos que querías han ido desapareciendo poco a poco, mientras que los que aún te quedan no sienten más que indiferencia por ti y, en el fondo, sabes que les molestas. Los días pasan y te pierdes en ellos, porque parecen todos el mismo. Despertar, comer, dormir y vuelta a empezar. No tienes fuerzas para hacer nada, ni tampoco las ganas. Solo quieres perderte en tus recuerdos en aquellos días soleados en que eras fuerte y los huesos no te dolían. Te aferras a ellos, pero se deshacen entre tus dedos como sueños.
Muchos ancianos son así, y es la representación más habitual en literatura. De lo que no se habla es de aquellos que se sobreponen a la pérdida y al dolor y siguen llenos de vitalidad. Hay viejos con alma de joven y jóvenes con alma de viejos. No es la edad lo que nos envejece, es la pérdida del espíritu de vivir.
Y hasta aquí mi reflexión de hoy. ¿Cómo son o eran vuestros abuelos? ¿Qué novelas protagonizadas por ancianos conocéis?