Me habían dicho que esta novela trataba sobre el racismo en EEUU y que se centraba en un juicio polémico. Para mi sorpresa, me encontré con una novela de crecimiento protagonizada por un par de jóvenes hermanos que empiezan a madurar y a convertirse en adultos. Por supuesto, el tema racial permea toda la novela, ambientada en un pueblo de Alabama en los años 30, ya que veremos la ideología de la época, los prejuicios, la jerarquía entre razas y el sistema de castas, pero el juicio no está en primer plano. Atticus Finch, el padre de ambos hermanos, es el abogado defensor en ese juicio, pero la obra no se centra en él, sino que queda relegado al papel de mentor y ejemplo. Aunque se suele considerar una lectura juvenil, creo que es adecuada para cualquier edad. La novela no fue lo que esperaba, pero me gustó mucho. Si os interesa leer la reseña, podéis encontrarla aquí
La cita que os comparto hoy es una de las enseñanzas que transmite Atticus Finch a sus hijos. En la novela, el personaje se refiere a la valentía de defender en un juicio a un hombre, quien, solo por el color de su piel, ya ha sido declarado culpable por todo el pueblo. No solo puedes ser valiente si defiendes tus ideales, pese a tenerlo todo en contra, porque hay otras situaciones que también requieren valentía, pero hay que ser muy valiente para enfrentarse a un imposible, intentar algo pese a saber que tienes la batalla perdida desde el principio.
Creo que una tiene que ser fiel a sus principios y defenderlos a toda costa, por eso me gusta esta cita. Respeto mucho a las personas que, ante una infracción de sus derechos, pese a saber de antemano que nadie les hará caso, presentan una queja: aquellos que reclaman cada vez que el transporte público falla, los que se quejan de las traducciones y correcciones poco cuidadas en los libros, los que avisan de la toxicidad de libros que o no conoce nadie o todo el mundo tiene en un altar, los que denuncian el uso de las IA en las portadas y los bajos sueldos de los profesionales del sector editorial, etc.
Es una lucha entre David y Goliat que rara vez llega a alguna parte, pero si no defendemos aquello en lo que creemos, ¿qué nos queda? Si nos resignamos, todo seguirá siempre igual. Los grandes cambios han surgido gracias a que algunas personas alzaron la voz. Lo más seguro es que sea un acto vano, que tu voz se pierda en el mar de opiniones que es Internet, pero puede que animes a otros a seguir tu ejemplo y que, entre todos, algún día logréis algo.
Por supuesto, la insistencia es un arma de doble filo. Si le cuestionas a otra persona su actitud constantemente, por mucho que ofrezcas argumentos o uses un tono amable, lo más probable es que esa persona se cierre en banda y no solo haga oídos sordos a tus comentarios, sino que empiece a cogerte tirria. En estos casos creo que es mejor intentar otro enfoque o estrategia, aceptar a la otra persona tal y como es o dejar de codearte con ella.
Insistir desgasta mucho emocionalmente, por lo que, aunque debes defender tus ideales, creo que el límite está en cuando esa lucha afecta a tu salud mental y física. Por ejemplo, si llega un punto en el que ya no puedes disfrutar de ningún libro porque vas a la caza de errores ortográficos, es el momento de dejar de hacerlo.
Durante años, le he estado haciendo ver a una amiga que todas sus relaciones eran tóxicas y, aunque al romper me daba la razón, no aprendía. Me sentía muy culpable por no ser capaz de ayudarla, hasta que decidí rendirme y aceptarla tal y como es. Es su vida, si no quiere cambiar no le puedo hacer nada, pero me quedaré a su lado sabiendo que he hecho todo lo que estaba en mi mano. Con mi madre pasa algo similar. Siempre hemos tenido disputas porque trataba de hacerle ver que compra muchas cosas inútiles, que le importa demasiado la opinión de los demás o que el chantaje emocional no está bien. Esa lucha constante no solo me frustraba, sino que me afectaba emocionalmente. Al final decidí cesar en mi empeño, pero como me costaba convivir mordiéndome la lengua, me mudé y al reducir el tiempo que paso con ella, dejaron de surgir conflictos.
Y eso es todo por hoy. ¿Que tan valientes sois vosotros? ¿Por qué lucháis a sabiendas de que es un caso perdido? ¿Alguna vez os habéis cansado de insistir en algo que os afecta personalmente? ¿Qué hubierais hecho vosotros en mi situación? ¿Creéis que merece la pena intentar algo aunque sea un imposible?