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Freakies of my youth XX. El último freakie

Publicado el 14 noviembre 2010 por Xallue
Freakies of my youth XX. El último freakie
Freakies of my youth XX. El último freakie
Freakies of my youth XX. El último freakie
Freakies of my youth XX. El último freakie
Freakies of my youth XX. El último freakie
Me está costando recordar el vigésimo “freakie” con el que pensaba cerrar esta serie d fantasmas diversos que acompañaban mis duermevelas infantiles. La vida mágica de los niños se puebla de personajes reales o inventados que aparecen y desaparecen de nuestra realidad sin saber cómo ni porqué. Ni, sobre todo, porqué a nosotros, cuando para otros coetáneos eran otros sus fantasmas y, a lo mejor, los nuestros les podían parecer gente corriente.También es que la infancia es un período dilatado, aunque luego se pase en un suspiro, que está lleno de tardes y noches para dedicar al fantasear. Y digo esto porque por las mañanas, las ocupaciones escolares dejaban poco tiempo para hacer volar la imaginación. No tanto porque esas “ocupaciones” me motivaran un interés especial sino porque me distraían de mi vida personal que siempre estaba en otro sitio.
De menos pequeño los fantasmas de los personajes de las novelas que leía tenían una cierta presencia, pero a ellos, los pobres, no me atrevo calificarlos de freakies. Al fin y al cabo eran personajes reales o ficticios y sus peculiaridades estaban determinadas por sus aventuras.
John Silver, el pirata de “La isla del tesoro” ya se aparecía en los sueños de Jim Hawkins. Robinson Crusoe era más bien pelma aunque se hacía estimar en su naufragio. Don Quijote realmente era un raro incluso para su época, pero su carácter de clásico le hacía respetable. Como todos la personajes de la Biblia personificados en grabados de Gustavo Doré que eran las ilustraciones de mis libros, que eran bien raros: Caín matando a su hermano; Abraham a punto de degollar a su hijo; Salomón proponiendo descuartizar recién nacidos para imponer su autoridad; Moisés separando aguas o rompiendo tablas de piedra por un quítame allá festejo con un becerro; Esaú comiendo lentejas; Absalom dejándose la permanente en las ramas de un árbol o Sansón en la peluquería de Dalila; Daniel domando leones como en un circo; los hermanos de José vendiéndolo; Job lamiéndose las llagas, o David liándose a pedradas con Goliat. Cosas de la antigüedad esa.
Los “Hombres célebres”, que era como se llamaba nuestro libro de lectura, incluían gente como Alejando Magno, muy jovencito para la guerra que dio; Viriato que, como decíamos era un “guerrero atroz que comía garbanzos y cagaba arroz”; Augusto, todo él muy emperador, que además había pasado dos años en nuestra ciudad y no quedaba muy claro si para tratarse del asma que tenía o de las almorranas de tanto cabalgar sin estribos por las tierras de cántabros y astures; Almanzor que perdió su tambor no se dónde porque decir “calatañazor” se nos hacía difícil; Cristóbal Colón, claro está, que fue un “hombre de gran renombre/ que fue el primero que descubrió/un mundo nuevo/ y fue el primero/ que puso un huevo/ de pie”…como cantábamos a coro. O Juan de la Cosa, cuya cosa era un mapamundi del mundo entero y no sólo de Bilbao. Y Don Fernando Fernández de Córdoba un militarote bastante bruto que hacía los presupuestos como los políticos de ahora, sólo que estos en vez de picos y azadones se lo montan con primas y comisiones.
Había varios más, como los capitanes Daoiz y Velarde liados a cañonazos con los franceses para que luego les dejaran más solos que la una, Zumalacàrregui con su boina o el general Espartero, famoso por el tamaño de los cojones de su caballo. Los últimos eran Juan Ramón Jiménez, un poeta entusiasmado por los asnos y las “jotas” y don Santiago Ramón y Cajal. Como éste era médico y sabio y a mi ya me rondaba la cabeza mi destino profesional, pasó a ocupar un lugar distinto en mi imaginario. Ahora sólo compartimos la calvicie y la barba. En fin.
Me cuesta acreditar como freakies a los que ocupaban puestos prominentes como Franco o Pio XII. O Stalin o DeGaulle. Eran y han sido personas reales, indeseables por mil motivos, pero no “raros”. Demasiados reales para ser raros.
Así que, de momento, cerramos esta serie, antes de que el Alheimer anule mi memoria o que otros estímulos me permitan evocar personajes reales o de ficción que pudieron componer el horizonte de mi infancia.
Freakies of my youth XX. El último freakie
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