
Después del estreno de una serie televisiva pueden suceder cuatro cosas: a) que la audiencia responda favorablemente, consiga grandes cuotas de audiencia, el producto se convierta en todo un fenómeno de éxito y regalen cromos con el rostro de sus protagonistas en los paquetes de phoskitos; b) que consiga una audiencia suficientemente aceptable lo que, junto con un posible éxito de crítica y una pequeña legión de fervientes seguidores, provoque que siga en antena con la esperanza de que el resto de la población se interese por ella y de el salto a la categoría anterior; c) que los datos de audiencia no sean suficientes y que, a pesar de las buenas críticas y de un residual grupo de incondicionales, la serie sea finalmente cancelada (previo algún probable intento de cambio de horario e incluso de canal); y d) que el producto estrenado no interese ni a crítica ni a público, con lo cual sea fulminantemente finiquitado y toda la población salga a las calles danzando el baile de la victoria y entonando el “yes, we can”.
Pero detengámonos un instante en la categoría “c”, que es la que nos interesa. Los programas pertenecientes a este grupo jamás lograrán convertirse en series de éxito ni lograrán grandes cuotas de pantalla. A pesar de ello todavía les queda una última salida a la que difícilmente podrán aspirar los productos del resto de categorías: pueden llegar a convertirse en series de culto (lo cual funciona más como título honorífico que otra). Para ello lo ideal sería que la serie no cuente con demasiados capítulos, que no sea muy comprendida por una gran mayoría de la población, que la crítica especializada le haya dado su beneplácito y que, a poder ser, fuera injustamente cancelada dejando la obra parcialmente incompleta. Si además estamos hablando de un producto americano nunca estrenado en nuestro país y que solamente se puede encontrar en versión original subtitulada en ciertos programas de descarga a través de la red (dudo mucho que por bajarme una serie cancelada hace ya más de diez años me esté cargando la industria de nadie), no hace más que añadirle épica al enorme placer que produce poder ver, por fin, la fantástica FREAKS AND GEEKS.

La serie empieza, justamente, con el traslado de un miembro de uno de estos equipos hacia el otro. Lindsay es una buena estudiante y todo un cerebrito en matemáticas, pero un buen día decide que está aburrida, que necesita más emociones en su vida y empezará a juntarse con los freaks del instituto. Allí conocerá a Daniel, Kim, Nick y Ken, unos parásitos sociales en potencia, aficionados al cannabis y al rock más puro (disco sucks!). Lindsay tiene un hermano pequeño, Sam, que junto con sus dos mejores amigos, Neal i Bill, son el ejemplo más claro de geeks que se puede uno tirar a la cara. Ellos no están en contra del resto del instituto, al contrario, ellos buscan encajar en todo momento, pero fracasan calamitosamente una y otra vez. La serie girará en torno a estos personajes y sus interacciones entre ellos, entre el resto de los alumnos y entre los adultos, a quien cabría separar entre familiares i profesores.

Siempre que ves una serie juvenil te llegas a preguntar cuales de sus protagonistas lograrán una fructífera carrera dentro de la industria y cuales desaparecerán en el olvido. Lo bueno de ver Freaks and geeks es que ya tienes la respuesta. En la serie encontramos a unos pipiolos: James Franco, Seth Rogen, Jason Segel, Linda Cardellini (Scooby Doo), Martin Starr (Adventureland) y John Francis Daley (visto en la serie Bones). La gran mayoría de ellos han tenido largas carreras, aunque algunos bastantes más exitosas que otros (curiosamente han triunfado bastante más los freaks que los geeks). Además algunos de ellos han seguido trabajando a las ordenes del productor de la serie, Judd Apatow, en sus trabajos como director, que poco o nada tienen que ver con esta serie.

Y es que la serie no va de eso. Va de adolescentes, sí, pero reales. Con sus problemas, sus aspiraciones, sus dudas, sus gustos y sus amores, de manera que muchos de nosotros nos veamos reflejados en ellos en algún momento de la trama (y no solo en un único personaje). Freaks and geeks es una serie que habla de las primeras veces. El grupo de freaks está a punto de acabar el instituto, les tocará tomar decisiones difíciles y salir al mundo real, donde serán tratados como adultos, por primera vez. El grupo de geeks está en plena edad del pavo y para ellos todo es nuevo (y sí, estoy hablando de chicas). Para hacerlo la serie utiliza un lenguaje amable, en tono de comedia simpática, que logra enganchar desde su capítulo piloto, con un cierto punto de melancolía y aderezado todo ello con la música de la época como Led Zeppelin, The Who, Deep Purple, Van Halen o Kiss, entre otros.
