Su vida solía ser corta y desgraciada. Corta por mera biología, porque los cuerpos no están preparados para alcanzar estaturas tan extraordinarias como la de los hombres (especialmente) y mujeres que hoy nos ocupan, y porque, muchas veces, también la inminencia de la muerte se esconde detrás de las causas que llevan a los gigantes a medir más de dos metros. Desgraciada por el miedo al diferente, aunque la acromegalia o el gigantismo sean, de las rarezas humanas, de lo más frecuente junto al enanismo. Otro punto en contra: en los circos ambulantes eran ellos quienes, por su relativa normalidad, recibían los salarios más bajos, y su puesto siempre dependía de que no se presentase, un día, alguien más alto que ellos. En España tuvimos dos, y a uno de ellos, además, podemos seguir “visitándole”. Reside en Madrid, en el Museo de Antropología. ¿No los conocen?
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Migel Joakin Eleicegi, el gigante de Altzo
Altzo, Gipuzkoa 10.6.1818 - Madrid 20.11.1861 (43)
A diferencia de otros gigantes, Migel Joakin, el de Altzo, no pararía de crecer en toda su vida, hasta llegar a una más que respetable altura de 2,42 metros que le convirtió en el más ilustre vecino de su pueblo guipuzcoano de Altzo. Recorrería España, exhibiéndose por su cuenta; en 1853 su delicado estado de salud hizo que se solicitase la clemencia regia para proporcionarle una paga y que no le fuera necesario ya dedicarse a un mundillo que siempre le había desagradado. Lo cuenta Alvarez Oses en este documento, junto a una anécdota que da cuenta de la poca gracia que le tenía Migel Joakin a los escenarios: a su paso por Inglaterra, llegaron a proponerle en matrimonio a una bella jovencita atraída, sin duda, por el dinero; el gigante, anonadado, le murmuró a su padre: Aita, guazen Altzora (Papá, vámonos a Altzo…). Murió a los 43 años. Su cadáver fue robado de la tumba; aún hoy se desconoce el paradero de los restos.
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Agustín Luengo, el gigante extremeño
Puebla de Alcócer, Badajoz 15.8.1849 - Madrid 31.12.1875 (26)
Si algo conocía bien Agustín era el hambre, y si algo se le daba bien era ganarse el pan o, al menos, intentarlo. Lo pusieron “en circulación” a los doce años, edad a la que comenzó a recorrer la geografía de la piel de toro para mostrar a los demás sus extraordinarios 2,33 metros. Pronto adquirió popularidad: el rey Alfonso XII le regaló un par de botas hechas a medida. Pero el gigante apenas si viviría más de unos meses después del regio presente. Murió a los 26 años, tras unos meses de absoluta euforia: resultó que un antropólogo le había pagado 1500 pesetas por adelantado y un sueldito para el resto de vida (a razón de 2,50 pesetas diarias) si Luengo accedía -y accedió- a cederle su esqueleto al morir. El joven dedicó aquel sueldo de extravagante concepto a no perderse ni una fiesta en el Madrid decimonónico y murió, al poco, de tuberculosis. Sus huesos yacen hoy a la vista de todo aquel que visite el Museo de Antropología de Madrid. Toda una vida dedicada al espectáculo… y toda una muerte.
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Anna Haining Bates, la mujer gigante
Mill Brook, Nueva Escocia, Canadá 6.8.1846 - Seville, Ohio, EEUU 5.8.1888 (42)
De trece hermanos, por fuerza, ha de haber uno más alto que los demás, pero lo de Anna no era del todo normal: con cuatro años medía 1,40 metros y estaba condenada a dedicar su vida al espectáculo. Allí aprendió a leer, a tocar el violín, a exhibir su enorme estatura, que llegaría a ser de casi dos metros 30, y allí, sobre todo, se enamoró. Y lo hizo, como no podía ser de otra manera, de un gigante: de Martin Van Buren, “solo” cuatro centímetros más alto que ella y antiguo combatiente de la Guerra de Secesión; el matrimonio, por ser real y no un truco publicitario, despertó tanto interés público que hasta la reina Victoria hizo llegar a los recién casados dos relojes de pulsera… de la talla, enorme, de los cónyuges, por supuesto. El amor entre Martin y Anna fue a lo grande, llegando a engendrar el bebé más grande de la historia (no sobrevivió a la intervención, pero medía 71 centímetros de largo) y construyendo Van Buren -que llegó a vivir 82 años, algo extraordinario en un gigante- un llamativo panteón para honrar al alma de su esposa, muerta prematuramente mientras dormía con 42 años de edad.
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Ella Ewing, la gigante de Missouri
La Grande, Missouri, EEUU 9.4.1872 - Gorin, Missouri, EEUU 10.1.1913 (40)
Odiaba ser un fenómeno de feria, pero cuando un 4 de julio hubo de leer en público un fragmento de la Declaración de Independencia y ni siquiera, ¡ni siquiera! en tan nacional labor la recibieron de otra forma que con abucheos y carcajadas, supo que ése iba a ser su único destino si quería sobrevivir en una sociedad poco amable con el diferente. Medía 2,20 metros y se la rifaron en el circo Barnum, pagándole un salario de escándalo para la época y accediendo a las condiciones, no pocas, que imponía la Ewing para actuar: entre otras, no trabajar en domingo por mor de su religión. Vivió para el cambio de siglo, pero no sobrevivió a la tuberculosis que la acometió a los 40 años de edad.
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William George Auger, el gigante de Cardiff
Cardiff, Gales, Reino Unido 27.12.1882 - Nueva York, EEUU30.11.1922 (40)
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John A. Aasen, el gigante noruego
Minneapolis, Minnesota, EEUU 5.11.1890 - Mendocino, California, EEUU 1.8.1938 (48)
No fue uno de los gigantes más altos registrados, pero nos legó, eso sí, un sinfín de films a recordar:
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Robert Pershin Wadlow, el hombre más alto del mundo
Alton, Illinois, EEUU 22.2.1918 - Manisteen, Michigan, EEUU 15.7.1940 (22)
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Más de esta serie:
- Hombres lobo, mujeres barbudas y niños lanudos
- Unidas para siempre
Para saber más: ‘The Tallest Man’ recopila casos de gigantismo a lo largo de toda la historia.