En la ciudad de Liverpool, en el número 16 de la calle Beaconsfield, estuvo situado durante décadas un orfanato del Ejército de Salvación, a pocas manzanas de donde vivía un chico rebelde y creativo llamado John Winston Lennon. Cuando este contaba unos veintiséis años y formaba parte de la legendaria formación musical The Beatles, los recuerdos de aquel paisaje triste de su infancia lo llevaron a componer la canción Strawberry fields forever. Y unas décadas después el escritor jienense Fernando Martínez López utiliza ese punto de arranque para hilvanar su novela Fresas amargas para siempre, que obtuvo el XXXI premio de novela corta “Ciudad de Jumilla”.
Puesto que se trata de una novela de espíritu policíaco, convendrá no desvelar demasiados detalles argumentales de la misma, para no reducir la sorpresa o el disfrute de sus lectores. Digamos, tan sólo, que el núcleo de la misma se organiza alrededor de cierta casa almeriense (donde se supone que Lennon compuso la famosa canción), abandonada desde hace años y que cobija bajo la tierra de su jardín el cadáver de una persona. Isidro, hijo de sus últimos propietarios, reside ahora en una cárcel, hasta que un salvaje disparo efectuado desde fuera de la prisión le vuela, literalmente, la cabeza. Y Gabriela Ruiz, inspectora de policía que, en su adolescencia, estuvo enamorada hasta el tuétano de Isidro, tendrá que encargarse de solucionar el caso. Por el camino, surgirán viejos criados que esconden secretos, promotores urbanísticos de dudosa trayectoria, barras de bar en las que olvidarse de los fracasos y de las lágrimas, seducciones con música inolvidable, infidelidades, acantilados desde los que arrojarse, ambiciones desmedidas y, sobre todo, un gran conocimiento del espíritu humano, que el autor utiliza para otorgar solidez y atractivo a una narración impecable.
Prueben.