Frida Kahlo y casa Goycolea (Chile) (parte I)
Estando como estamos en la zona del mundo que inventó el realismo mágico, y concretamente en el país que inspiró La casa de los espíritus, no nos extrañó que en una vieja casona burguesa ocurrieran cosas similares a las que describen los restauradores de la ropa que perteneció en vida a la artista mejicana Frida Kahlo: Quizá sea el surrealismo característico de México el que permita que algún trabajador de la Casa Azul de Coyoacán, vivienda que compartieron Frida y Diego Rivera, comente, en voz baja, que las prendas de ella llegan ligeras a la sala de restauración y al final del día vuelven pesando más. Como si Frida (Ciudad de Méjico, 1907-1954) se rencarnase en su propia ropa[3].
No es caprichoso que traigamos a este artículo el asunto de la reciente musealización de los atuendos customizados de la Kahlo. Según sus organizadores, la idea de esta exposición es explorar la identidad de Frida, expresada a través de la impactante imagen visual que construyó con su ropa, y mostrar su influencia en la escena del diseño y de la moda contemporánea a través del uso de los textiles mexicanos. La tesis central de la exposición propone “discapacidad y etnia” como los dos componentes de interpretación que nutrieron la decisión de Kahlo de usar elementos de la indumentaria propiamente indígena de distintas regiones de su país. Conceptualmente, la metodología seguida en la restauración de las prendas de la pintora y la que estamos llevando a cabo sobre los originales revocos italianos de la santiaguina casa Goycolea, tienen varios puntos en común. No en vano son absolutamente contemporáneas entre sí. El pasado 22 de noviembre, mientras seguían avanzando en Chile los trabajos en la calle Compañía, se inauguró en México la muestra “Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo”[iv] (figura 2), que por primera vez exhibe los secretos encerrados durante medio siglo en la casa que habitó con Diego Rivera, quien habría exigido 15 años al menos de veto sobre los objetos personales de la pareja. Su albacea, Dolores Olmedo, coleccionista de arte y musa de artistas, mantuvo lealmente cerrados los cuartos hasta su muerte en 2002: “Si Diego quiere que se cierren, vayan a saber qué habrá ahí dentro”. En 2004, los equipos del Museo Diego Rivera-Anahuacalli y del Museo Dolores Olmedo abrieron por fin aquellas precintadas habitaciones. De las cajas y baúles salieron, entre polvo, humedades y polillas, 6000 fotografías y 200 prendas de vestir (algunas fuentes hablan de casi 300, figura 5). También medicamentos, corsés, joyas y correspondencia. Los documentos políticos de Diego habían perdido interés. Los objetos personales de su compañera no, pues el mito se había revalorizado. De aquellas habitaciones clausuradas durante 50 años, hoy convertidas en almacén del museo, se trasladaban a diario a la sala de restauración las piezas elegidas para la futura exposición. Veintidós atuendos que rotarán para no dañarse: “un objeto textil debería descansar tres años tras estar en exhibición cinco meses”. Los arreglos de los tejidos se distinguen de los originales, en palabras de sus restauradores, “a propósito, para no falsear el resultado y poner en valor la antigüedad y el carácter histórico y único de cada pieza”. Por este motivo las reintegraciones se hacen con materiales modernos, diferentes de los originales. En la recuperación de los colores y texturas originales de la casa Goycolea, por supuesto, también. Luego lo comentaremos.
[i] Marina Waisman (1920-1997), fue una arquitecta, teórica y crítica de las nuevas corrientes de reflexión arquitectónica sudamericana. Emprendió su actividad en torno a los SAL (Seminarios de Arquitectura Latinoamericana) gracias a los que fue galardonada con el Premio América de Historia y Preservación del Patrimonio de la Universidad Católica de Córdoba (Argentina). [ii]Patrimonio, Prohibido No tocar. Revista de la Sociendad Central de Arquitectos, nº 246, agosto 2012. [iii] Cronocaos. Muestra desarrollada por OMA y AMO enfocada en la preservación y el rol de los arquitectos. Rem Koolhass y su equipo. Bienal de Venecia 2010, posteriormente exhibida en Nueva York. [iv] Arquitecta Giulia Foscari, desde 2009 forma parte del equipo de OMA (Office for Metropolitan Architecture). Revista de Arquitectura, nº 246, Patrimonio, Prohibido No Tocar, págs.. 162 y 163. [v] Y en esta parte, el presente artículo es deudor de uno anterior, año 2005, escrito en colaboración con mi amigo el Dr. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, con motivo del Congreso Internacional de Hispanistas que se celebró en Cracovia, Polonia, entre el 14 y 16 de octubre de aquel año. Se llamó nuestro trabajo: “Contra la mal llamada Novela Histórica”. [vi] Isabel Allende, Mi país inventado, Chile en el corazón, 2003. [vii]Lucien FEBVRE, Combates por la historia (París, 1952). [viii]Emilio LLEDÓ, Lenguaje e historia (Madrid, 1996), págs. 72 y ss. [ix] Jorge Luis BORGES, El Aleph, El inmortal, 1949, reeditado por su autor en 1974. [x] Alex Ross, traducción de Luis Gago, Seix Barral, Barcelona, 2012. [xi] Carlos Fuentes, escritor mejicano recientemente fallecido.
[1] Revista mensual Mujer, Chile, marzo 2012, Estilo Frida, reportaje y portada producido por María Eugenia Ibarra, con maquillaje y cabello de Taly Waisberg y MAC Cosmetics. [2]Isabel Allende, Mi país inventado, Donde nace la nostalgia, 2003. [3] Raquel Seco, Frida abre sus armarios, restauración de las prendas de Frida Kahlo, El País Semanal, nº 1884, 4 de noviembre de 2012, pág. 12 a 14. [iv] “Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo”, desde el 22 de noviembre de 2012 en el Museo Dolores Olmedo y Museo Anahuacalli Diego Rivera. Exhibición auspiciada por Vogue (edición México y Latinoamérica), curada por Circe Henestrosa (Museo Victoria and Albert de Londres) y diseñada por la arquitecta y diseñadora británica Judith Clark.