La Axarquía es la comarca más oriental de la Costa del Sol malagueña y su territorio se encaja entre el mar, la provincia de Granada y los montes de Málaga. En su parte oriental, comparte con los granadinos el parque natural de Tejeda, Almijara y Alhama, serranía de fugados e historia, de roquedales y barrancos que llegan al mar y de hermosos pueblos blancos de aires musulmanes y rincones con encanto, muy cuidados y abiertos a admiradores y visitantes de todo tipo. Dos de ellos destacan en las faldas de la sierra, a un paso de las cálidas aguas mediterráneas: Frigiliana y Cómpeta. Hoy los recorremos para mostraros sus mayores atractivos, señalando paso a paso qué ver en estos dos pueblos.
Frigiliana
Saliendo de Nerja hacia la cercana sierra norteña de Almijara, vamos ganando altura hasta alcanzar Frigiliana, pequeña población asentada a los pies de un altozano rocoso y hoy considerada como uno de los pueblos más bonitos de España. Poblada desde la prehistoria y antiguo asentamiento de fenicios y romanos, fue la presencia árabe medieval la que marcó su impronta y la conformación de su aspecto actual, debidamente actualizado. Los primeros musulmanes llegados a la península se asentaron aquí durante siglos y dejaron su huella para siempre en lengua, costumbres, economía y urbanismo, herencia que se deja notar especialmente en los sistemas de regadío y en el trazado general de sus calles, plazas, casas y jardines.
A la que hay que añadir la importancia simultánea del elemento judío. Y aunque ambos pueblos fueron expulsados finalmente de manera violenta y desmedida por los conquistadores cristianos, la localidad actual aún recuerda la vieja convivencia de las tres culturas. En especial la de los últimos moriscos de Vélez y la Alpujarra, que se reagruparon en Frigiliana y fueron derrotados definitivamente en el escarpado peñón que domina la vieja medina. Sobre él se levantaba, precisamente, la antigua alcazaba, un castillo de los árabes andalusíes que hoy muestra sus ruinas a quien decida subir la empinada y zigzagueante senda que lleva a sus históricas alturas desde el mismo centro del pueblo.
Se alarga este entre la carretera, que lo circunvala por el oeste, y el monte que lo rodea, hasta llegar al ensanchamiento final que se abre hacia la izquierda, a la altura de la plaza de las Tres Culturas, abajo al abrigo de una cerrada curva, y del antiguo Palacio renacentista de los Condes (que, precoces recicladores ellos, aprovecharon para su construcción las piedras del castillo musulmán derruido), elevado sobre la plaza que se agarra al alto y rocoso acantilado serrano. Este imponente edificio, que destaca en medio del caserío con un sólido aspecto exterior a todas luces mejorable, funciona hoy como fábrica de miel de caña y es conocido por su nombre popular: el Ingenio. Algo antes, a unos pasos de la calle principal, otro palacete, conocido como la Casa del Apero, se abre hoy como museo arqueológico, centro cultural y oficina de información turística.
Pero lo más interesante del lugar comienza a partir de las callejuelas que suben desde la izquierda del palacio condal y que forman la vieja medina, el casco antiguo de Frigiliana. El blanco brillante de las fachadas, que compite con el intenso azul del cielo y el verde de las plantas en todo el recorrido por el pueblo, se adorna aquí aún más con los suelos de piedra dibujada, las plazas y fuentes, los jardines y esculturas, el mobiliario urbano, la arquitectura tradicional, los patios floridos, los callejones, escalinatas, pasarelas, arcos, fachadas, puertas, ventanas y esquinas inesperadas, todo ello un hermoso laberinto que hay que patear arriba y abajo sin desánimo y con los agradecidos respiros de sus interesantes tiendas de artesanía, bancos de descanso o terrazas de refresco.
Es la única manera de conocer el Barrio Mudéjar y la Judería, que se suceden como dos perlas en una en la zona alta del caserío, ofreciendo rincones únicos y espectaculares miradores sobre los alrededores de monte y vega y transportando al visitante a los siglos dorados de Al-Ándalus y a los más difíciles de la resistencia morisca. En la parte baja, destacan los edificios del Ayuntamiento y de la iglesia parroquial, la blasonada Fuente Vieja y la placita con el emblema de las tres culturas: judía, árabe y cristiana; en la alta, una docena de murales de azulejo con colorido diseño y leyenda explicativa adornan algunas calles a modo de via dolorosa musulmana, pues en ellos se recuerda la histórica tragedia de los últimos moriscos del barrio, los cuales se unieron al levantamiento de las Alpujarras y fueron vencidos y exterminados en la dura batalla de los riscos circundantes. Un interesante paseo, en fin, por una de las ciudadelas islámicas medievales mejor conservadas y más pulcramente atendidas. Todo un goce para los sentidos, para conocerlo de día y vivirlo de noche.
Cómpeta
Localidad cercana y de dimensiones similares pero menos conocida que su vecina Frigiliana, Cómpeta se halla también acodada en las primeras estribaciones de la sierra de Almijara, algo más al noroeste y a doble altitud. Aunque su entrada costera más directa se hace desde Vélez o Torrox, nosotros la alcanzamos desde Frigiliana por una carretera estrecha y lenta que serpentea entre la montaña, a la derecha, y el hondo y amplio precipicio de la vega costera, salpicados de pueblecitos y caserías y chalés aislados en lugares imposibles.
Lo primero que nos recibe, en un ensanche de la curva que se abre desde lo alto sobre el pueblo, es el conocido como Mirador Gaudiniano, cuyas formas onduladas, vivos colores, diseños caprichosos, imaginativos mosaicos, sombra arbolada y mobiliario de descanso recuerdan la arquitectura modernista del genio catalán. Pero no es casualidad: nuestra conversación con un lugareño que allí reposa de su paseo diario, confirmada luego en la visita, nos pone al corriente de la preocupación artística de este pueblo, que con su luz especial y su escénico paisaje ha atraído a numerosos extranjeros de diferentes nacionalidades, muchos de los cuales son pintores, ceramistas y artistas varios ya con residencia fija en el mismo. Basta fijarse en las tiendas y galerías, en las matrículas de los coches o en los idiomas que se oyen sin esfuerzo por calles y establecimientos. Y visitar su pequeño museo, mitad centro etnográfico local y mitad sala de exposiciones de arte.
Con una orografía accidentada, que aún conserva viejos senderos por los que se comerciaba con los pueblos granadinos del otro lado de la sierra, se distinguen en el casco urbano varios barrios muy distintos que van del monte a la vega entre barrancos y arroyos. Eso hace que abunden los recodos, cuestas, callejas estrechas, placitas escondidas y casas colgadas de altos acantilados rocosos. Es fácil perderse entre sus casas encaladas, de patios andaluces y rejerías de hierro, pateando los suelos de sus angostas calles, de piedra y artísticos diseños, pero siempre acabaremos convergiendo en la plaza de Almijara, centro urbano y punto de encuentro principal, de terrazas y fuente.
En ella destaca la iglesia de la Asunción, de original fachada y alta torre de color que destaca entre el blanco encalado de todo el caserío. En un lateral, se abre la pequeña plaza de las Tradiciones, donde se exponen ocho grandes murales en coloristas azulejos que aluden a los trabajos de la artesanía tradicional de la zona, junto a un poema alusivo y un monumento al vendimiador, el artesano local por excelencia. Pues hay que recordar que el vino dulce seco y las uvas pasas, junto con el aceite de oliva, son el centro de la agricultura y de la economía locales, y que cada 15 de agosto, cuando toda España arde en fiestas, aquí, en la vecina plaza de la Vendimia, se celebra la pisada de la moscatel local, rito principal de la gran fiesta estival de música, poesía, casetas de feria y mercadillo que se conoce como Noche del Vino. Para no perdérselo. También al lado de la plaza principal, se encuentra el Ayuntamiento, que, haciendo honor al humor andaluz y al citado amor a las artes y las lenguas, se publicita con el conocido lema obamiano del Yes we CAN, pero cambiando oportunamente el significado de esta última palabra, ahora convertido en acróstico referido a las virtudes del pueblo competeño: Cercano, Amable, Natural. ¡Toma inglés!
*Si quieres puedes recorrer otros puntos de la provincia de Málaga en: la capital, una ciudad muy interesante; una escapada a El Torcal o El Caminito del Rey; o en una visita a Antequera y sus dólmenes. ¡Qué maravilla de país turísticamente, España!