Revista Opinión
Nos hallamos a mediados de agosto, cuando la festividad de la asunción de la Virgenseñala el momento en que el verano inicia su declive inexorable por mucho que persista el calor en castigarnos durante el día y desvelarnos por las noches. Poco a poco estas se tornarán más frescas y aquel comenzará a menguar su dilatada luminosidad. Aun nos acompañarán los bochornos septembrinos con una humedad que no apacigua los ramalazos de fuego que nos bañan en sudor y nos hacen desear las primeras caricias del otoño. Brota entonces esa impaciencia de un tiempo más clemente que hace interminable este trecho final de la estación del sol y su reinado ardiente. Mediados de agosto representa esa frontera que conduce hacia las primeras nubes y los días tamizados de melancolía. Sólo es cuestión de continuar el recorrido que nos conduce, un año más, a derrotar el sofocante verano y llenar los pulmones con el aire fresco de las mañanitas grises cubiertas de hojas.. Ya sólo resta, para los optimistas, el tramo final.