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Fucking Perfect, capítulo 12

Publicado el 11 mayo 2014 por Letrasconsaborachocolate
Fucking Perfect, capítulo 12
Capítulo 12“Los secretos de Isabella”
Edward PoV.
—Estoy perfectamente bien —respondió con hostilidad tanto en la voz como en la mirada.
La observé apenado, ¿qué le había pasado a la Isabella con la que solía compartir mis caramelos cuando niños? La vi darse media vuelta, dispuesta a volver por donde había venido y dejándome solo. Entonces no me pude contener. Me apresuré a tomarla del brazo para obligarla a girarse hacia mí y preguntarle de una sola vez que es lo que la había cambiado.
Lo que ocurrió, definitivamente no me lo esperaba.
Bella aulló de dolor cuando mis dedos se cerraron en torno de su brazo. Ella se giró justo a tiempo para que pudiera verlos llenos de lágrimas. Sus labios se separaron, y medio segundo después, se desvaneció frente a mí. Aproveché que la tenía cogida del brazo y me apresuré a tomarla entre mis brazos antes de que su cabeza tocara el suelo.
— ¡Bella! —chillé, asustado y aturdido en igual manera.
Su lánguido cuerpo recayó sobre mí, y me sorprendí de lo liviano que era. Prácticamente no pesaba nada. Observé su pálido rostro, lucía cansada y con bolsas en los ojos. Sin poder contenerme contorneé sus mejillas con la yema de mis dedos, apenas rozando su piel. Era tan suave…
—Bella —la llamé con ternura, intentando que reaccionara.
La apreté contra mi pecho y, hundiendo mi nariz entre sus cabellos, la levanté en mis brazos para llevarla a la enfermería. El alumnado apenas parecía prestarnos atención, cada quién estaba metido en sus propios asuntos como si en realidad nada importase. Llegué a la enfermería con Isabella en brazos en tiempo record. La enfermera acababa de abrir la enfermería y apenas me vio atravesar el umbral, su rostro adormilado se despejó y señaló la camilla que estaba a mi derecha.
— ¡Acuéstala ahí! —me ordenó.
Ni tarda ni perezoso la dejé descansar en la suave camilla y miré expectante a la enfermera. Ella me sonrió cuando vio la preocupación tatuada en mi rostro.
—Tranquilízate, no es más que un desmayo —me alentó—. Gracias por traerla, puedes irte a clases.
Mi ceño se frunció.
—En realidad me gustaría quedarme con ella —respondí. La enfermera ladeó la cabeza, como si no comprendiera.
—No es necesario, de ver…
—Quiero quedarme —interrumpí—. Necesito asegurarme que está bien y que regrese a clases después de esto.
La enfermera miró de Bella a mí un par de veces y finalmente me dedicó una cálida sonrisa y asintió. Yo me senté en una silla al lado de la camilla de Bella y sostuve su mano, a la espera de que reaccionara. Acaricie con mi pulgar el torso de su mano, lentamente  deleitándome con la suavidad de su piel.
Me encontré preguntándome por milésima vez que la había hecho cambiar tanto en los últimos años. Ella solía ser una niña alegre, que sonreía a pesar de saber que su vida era una real  mierda. Una niña que podía ver la luz en la habitación más oscura… era esa clase de niña que siempre le veía el lado bueno a las cosas, y si no había un lado bueno, simplemente tomaba un crayón y lo dibujaba ella misma. La Bella que yo había dejado hacía cinco años no era la misma de la cual estaba sosteniéndole la mano. Esta nueva Bella parecía diferente. Parecía que había dejado que la tristeza carcomiera todo lo que había dentro de ella y que ese dote optimista se perdiera en medio de una laguna de pesadas penumbras. Casi podía sentir el aura negro que la rodeaba y que la reclamaba como esclava de una perpetua oscuridad. Ella era diferente… había cambiado. No era mí Bella… esa niña cálida y sonriente que en el pasado yo tanto había amado no vivía más dentro de ella.
Besé el torso de su mano y acuné su mejilla en mi otra mano, deleitándome en observar su rostro. Aun con ojeras, la piel extrañamente más pálida de lo normal, las perforaciones en su labio y en su ceja y el cargado maquillaje oscuro, ella seguía siendo irresistiblemente hermosa. Aunque prefería a mi Bella con poco maquillaje y rostro inocente, esta Bella poseía una belleza diferente… una belleza que te incitaba a inclinarte sobre tu rodilla y jurarle devoción.
Bien, tal vez exagere un poco… pero esa Bella nueva que encontré era realmente hermosa.
Me atreví a inclinarme y besar su nariz. La sentí removerse bajo el fino toque de mis labios contra su piel y me alejé para medir su reacción. Ella frunció el ceño, volviendo en sí lentamente. Apartó la cabeza a un lado, manteniendo los ojos cerrados y luego estrechó mi mamo que aun sostenía la suya, para despertar de inmediato. Sus ojos se abrieron, alarmados. Me erguí, mi mamo aun sosteniendo la suya y la otra descansando en lo alto de su cabello negro azabache.
Nuestras miradas se encontraron. Ella parecía confundida cuando me vio, y fue en ese momento de confusión que juro que vi reflejado amor, cariño y felicidad de que me encontrase ahí… pero esos sentimientos fueron rápidamente arrancados y escondidos de mi curiosa mirada. Tuve la sensación de que ella me cerraba la puerta de sus sentimientos en la cara de un fuerte portazo.
Bella PoV.Al abrir los ojos una mirada curiosa, pero tranquila, me recibió. Una mirada de intensos ojos color esmeralda que medían meticulosamente cual podría ser mi reacción. Su dueño sostenía una de mis manos mientras que tenía la otra descansando en lo alto de mi cabeza. Por alguna extraña razón me sentí tranquila y protegida cuando me di cuenta de que se trataba de Edward… mi Edward. El Edward por el que llevaba esperando cinco años y que había llegado finalmente a salvarme, a rescatarme de las frías, crueles y malignas garras de la oscuridad que me rodeaba. Un Edward que sería mi caballero andante y que me acogería en sus brazos mientras susurraba en mi oído que todo estaría bien…
Entonces me di cuenta de una cruel y dura verdad. Él no estaba ahí por mí. Él estaba ahí buscando a la linda niñita que había dejado hacía cinco años. Él buscaba a un persona que había sido asesinada brutalmente por James, Renata y por mí misma; una niña que no existía más. Él buscaba a una persona que había muerto y que nunca regresaría.
Todas esas fantasías de hallarme hundida en su pecho y dejando que el aroma a menta y canela inundara mis fosas nasales, fueron pisoteadas por la realidad. Esa estúpida realidad que tenía marcado un final infeliz  para mí.
Retiré mi mano de la suya y luché por erguirme en mi lugar, estaba en la enfermería, de eso no cabía duda. Lo vi dar un paso lejos de mí, brindándome espacio para bajar de la camilla en la que me encontraba si así lo deseaba, cosa que no hice.
— ¿Cómo estás? —preguntó.
No respondí. No quería hablar con él… en realidad no quería hablar con nadie. Miré sobre su hombro al lugar que debía estar ocupado por la enfermera, pero la muy ingrata no se encontraba en su lugar. Él miró en la dirección en la que se fijaban mis ojos y alzó una ceja como si no se hubiese dado cuenta del momento en el que la enfermera abandonó su lugar de trabajo.
— ¿Te sientes bien? ¿Estás mareada? Puedo ir a…
— ¡Cállate! —le grité, luchando por ponerme de pie. Mi loco y atrofiado sentido del equilibrio me lo hizo más difícil, pero finalmente logré ponerme de pie y mantenerme firme, aunque mis rodillas temblaban y parecían un tanto inseguras.
—Sólo quiero saber si estás…
— ¡No necesito de tu lástima! —grité de nuevo. Inhalé profundamente y exhalé por la boca, tratando de calmarme antes de volver a hablar— ¿Qué estás haciendo aquí de todos modos?
—Quería asegurarme de que estarías bien —respondió, dando un paso hacia mí.
Su mano se estiró para coger mi rostro pero me giré de espaldas a él para que no fuera capaz de tocarme. No quería que me tocase… no quería que nadie nunca más me tocase, pero sobre todo el mundo no quería que él me tocase.
—Bella, ¿está todo bien? ¿Tienes una idea del por qué te desmayaste? —preguntó, parecía que intentaba entender todo lo que pasaba conmigo y eso no lo iba a permitir. No permitiría que Edward husmeara en mi vida y descubriera que la vida de esa patética niñita que él conoció se había vuelto una completa mierda.
Negué con la cabeza, en respuesta a su pregunta. Y me deslicé lejos de él.
— ¿Por qué no me dejas sola? —susurré, dirigiéndome a la puerta para poder salir de esa absurdamente pequeña habitación y poder poner más distancia entre él y yo.
Anticipando mis planes, se apresuró a ponerse delante de mí y me tomó por los hombros. Su agarre no era fuerte pero con mi cuerpo mallugado por el castigo de James sentí como si estuviese enterrando sus dedos en mi piel con dureza. Mi ceño se frunció y me mordí el labio para no gritar por el dolor que ese simple e inocente toque me provocaba; como era de esperarse, Edward no lo dejó pasar y al notar que mi semblante luchaba por no descomponerse, liberó mis hombros como si mi piel hubiera irradiado un calor insoportable al cuerpo.
—Lo… lo si… siento —tartamudeó.
Volví a darme la vuelta para tener un poco de privacidad y poder limpiar una lágrima que había logrado salir de mis ojos.
“Debes mantenerte firme ante él, Isabella” me dije a mí misma, “No puedes dejar que vea a través de ti… no puedes dejarlo entrar en tú vida”.
—Bella, ¿qué pasa? ¿Por qué no confías en mí? —preguntó, siguiéndome en el  cuarto.
Esa pregunta… esa simple y, aparentemente inocente pregunta, fue lo que me hizo estallar. Me giré de él con toda la furia que mi cuerpo contenía en ese momento y lo encaré, desquitando contra él todo el odio que sentía por James por haberme lastimado de tal manera.
— ¡¿Qué por qué no confío en ti?! —Pregunté a voz de grito, estaba totalmente cegada por una ira que no era para él pero que se sentía tan bien destilar en esos momentos que mi cuerpo se sentía tan lastimado como mi corazón— ¡Tú, Edward Cullen, preguntas por qué no puedo confiar en ti! Bien, te diré por qué no puedo confiar en ti ni en ninguna otra persona. La respuesta es muy sencilla y realmente me sorprende que no la sepas, Edward —mis ojos llameaban con todo mi rencor. Si tan sólo hubiese regresado en el tiempo estimado… si tan solo hubiese estado ahí para defenderme, para consolarme, para ser mi barrera y mi caballero como lo había hecho antes… — Yo no puedo confiar en la gente que me rodeaba porque las personas lastiman, Edward. Las personas son hostiles y desgraciadas, las personas disfrutan haciendo sentir mal a los que están a su alrededor sin importar que sean iguales. Las personas destruyen. Las personas hieren. Pero esa no es la verdadera razón por la que no puedo confiar en ti, específicamente —las lágrimas acudieron a mí sin siquiera ser llamadas, y les di acceso libre a mi rostro. Desee que se diera cuenta de cuanto me había lastimado su falta de interés y sus promesas al aire—. La verdadera razón por la que no puedo confiar en ti, Edward Cullen, es porque eres un maldito bastardo. Sí, eso eres ¡Un maldito bastardo que no sabe cumplir sus promesas! Eres un estúpido hijo de puta que no puede mantener una promesa aun sabiendo lo que dicha promesa significa para la otra persona.
Mi cuerpo temblaba con rabia. Una vez, hacía muchos años, me pregunté si se podía odiar a alguien que un día se amó; y en ese momento, estando frente a Edward y viendo sus desconcertados ojos que me miraban fijamente y sintiendo cómo mi cuerpo se sacudía por el temblor que provocaba mi rabia y rencor, descubrí que sí es posible. Yo odiaba a Edward Cullen por haberme abandonado cuando más lo necesitaba y por no haber estado ahí cuando James llegó a mí vida.
________________Sí, T_T Bella dice que lo odia por haberla dejado, pero... ¿en verdad lo odia? ¿Qué piensan de Edward? Saben que amo leer sus conjeturas y lo que les gustaría que pasara :D ¿Notan que cambié de Narrador a PoV's? En Facebook pregunté si les gustaría un PoV y de quién, todos los que contestaron coincidieron en que fuera un POV de ambos así que ésto es lo que salió ¿Les gustan más los PoV? 
Recordando lo del archivo de cumpleaños del grupo de lectura en Facebook, esta semana es cumpleaños de  Gire Rodríguez, Vero Acosta y Deiisy Jiimenez, por lo tanto este capítulo fue dedicado a ustedes, chicas! :D
Un beso gigante para todos y agradezco sus comentarios ^_^

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