Revista Política
Esta canción de Lluis Llach rememora unos hechos terribles acaecidos en Vitoria hace 35 años y sirvió durante muchos años como homenaje a las víctimas. Hoy en día asistimos un tanto sorprendidos a los acontecimientos que que ocurren en Túnez, en Egipto y en Libia, pero los vemos como algo ajeno y lejano. En estos países del Magreb existe un dictador que se ha convertido en el enemigo común de todos los ciudadanos y parece que de esa forma es fácil entender que se produzca un levantamiento, pero si en España hubiera un dictador ¿nos levantaríamos?
A primeros de 1976, siendo Manuel Fraga Iribarne Ministro de la Gobernación, hubo una serie de huelgas en España en las que se protestaba contra un decreto de topes salariales y se pedían mejores condiciones de trabajo. La tercera de esas huelgas tuvo un seguimiento masivo. El 3 de marzo, unos manifestantes entraron en la Iglesia San Francisco de Vitoria, donde querían hacer una asamblea, pero la policia armada (los llamados "grises"), ignorando el contenido del Concordato y desoyendo al propio párroco, forzó el desalojo a base de gases lacrimógenos. Y conforme iba saliendo la gente, medio asfixiada, la policía les disparaba (se puede ampliar la narración de los hechos en la web de la Asociación de Víctimas y familiares de Víctimas del 3 de marzo)
Aquel día en Vitoria, murieron asesinados Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas, de 27 años, Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años, Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años, José Castillo, de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, de 32 años. Dos meses después moriría Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años. Triste balance: dos obreros asesinados directamente en el lugar de los hechos, cuatro heridos muy graves de los cuales tres morirían, más de sesenta heridos graves, la mitad con heridas de bala, y cientos de heridos leves.
Eran años en los que no se reconocía a los españoles el derechos de reunión, manifestación y huelga. Los sindicatos eran también ilegales también. La única respuesta del gobierno fue represión policial. En vez de solucionar el conflicto, los altercados se multiplicaron y las huelgas generales de protesta se sucedieron durante varios meses.
Se conservan las grabaciones de las conversaciones de la Polía (Grabación 1 y Grabación 2). Esta es la transcripción de alguna de estas conversaciones entre las patrullas responsables de la carga en la iglesia:
«V-1 a Charlie. Cerca de la iglesia de San Francisco es donde más grupos se ven. Bien, enterados».
«Charlie a J-1. Al parecer en la iglesia de San Francisco es donde más gente hay. ¿Qué hacemos? Si hay gente ¡a por ellos! ¡Vamos a por ellos!»
«J-1 a Charlie. Charlie, a ver si necesitas ahí a J-2. Envíalo para aquí para que cubra la espalda de la iglesia. J-3 a J-1 Estamos en la iglesia. ¿Entramos o qué hacemos? Cambio».
«...Entonces lo que te interesa es que los cojan por detrás. Exacto».
Entrada a la parroquia de San Francisco de Asís.
«J-1 a J-2 Haga lo que le había dicho (acudir en ayuda de Charlie a Zaramaga). Si me marcho de aquí, se me van a escapar de la iglesia. Charlie a J-1. Oye, no interesa que se vayan de ahí, porque se nos escapan de la iglesia. ...Mándennos refuerzos, sino, no hacemos nada; sino, nos marchamos de aquí sino, vamos a tener que emplear las armas de fuego. Vamos a ver, ya envío para allí un Charlie. Entonces el Charlie que está, J-2 y J-3, desalojen la iglesia como sea. Cambio. No podemos desalojar, porque entonces, entonces ¡Está repleta de tíos! Repleta de tíos. Entonces por las afueras tenemos Rodeados de personal ¡Vamos a tener que emplear las armas! Cambio. Gasead la iglesia. Cambio. Interesa que vengan los Charlies, porque estamos rodeados de gente y al salir de la iglesia aquí va a ser un pataleo. Vamos a utilizar las armas. Seguro, además ¿eh? Charlie a J-1. ¿Ha llegado ya la orden de desalojo a la iglesia? Si, si la tiene J-3 y ya han procedido a desalojar porque tú no estabas allí. Muy bien, enterado. Y lástima que no estaba yo allí».
«Intento comunicar, pero nadie contesta. Deben estar en la iglesia peleándose como leones. ¡J-3 para J-1! ¡J-3 para J-1! Manden fuerza para aquí. Ya hemos disparado más de dos mil tiros. ¿Cómo está por ahí el asunto? Te puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia de San Francisco. Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo. ¡Muchas gracias, eh! ¡Buen servicio! Dile a Salinas, que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Aquí ha habido una masacre. Cambio. De acuerdo, de acuerdo. Pero de verdad una masacre».
Esta es la carta que escribiría semanas después Diego Aznar, padre de uno de los obreros fallecidos:
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