Revista Gente
"Fuera de escena no quiero ni oír hablar de Aznavour”. Entrevista a Charles Aznavour
Publicado el 23 febrero 2011 por LilikFuente magazinedigital
Texto de Ima Sanchís 05 de JULIO 2009
Charles Aznavour es el icono inconfundible de la canción francesa. Pero es también una de las personalidades del siglo XX. Su propia vida como hijo de inmigrantes armenios en París, su relación con grandes artistas, intelectuales y políticos, su ajetreada vida sentimental… reflejan una existencia vivida con intensidad y alentada siempre por el optimismo.
Le puso música al existencialismo francés y sobrevivió a él, setecientas ochenta y seis canciones (“Nunca estudié música, pero la llevaba en los genes”). Ha actuado en unas sesenta películas, entre ellas algunas de culto como Tirez sur le pianiste de François Truffaut, Les fantomes du chapellier de Claude Chabrol y, en el 2002, Ararat de Atom Egoyan, sobre el genocidio del pueblo armenio perpetrado por los turcos, un tema que siempre le acompaña: sus padres lo sufrieron, emigraron a París y sobrevivieron como pudieron. “Yo siempre quise ser actor, será por mi metro sesenta y poco de estatura o pese a él.” También ha publicado su autobiografía, Les années d’avant (2003) y varios libros de ficción; el último, Mon père, ce géant, es un libro de cuentos que presentó en el Instituto Francés de Barcelona.
Sentando con la espalda muy recta y de excelente humor, su conversación se aferra a la normalidad, aunque su historia tiene poco de corriente: es hijo de emigrantes armenios, Micha Aznaouria, barítono, y Knar, actriz, que jamás vivieron del arte, malvivieron en París primero con un restaurante con el que acabó la crisis del 29 y luego vendiendo periódicos en las calles. El pequeño Verenagh soñaba, pese a su baja estatura y su físico poco agraciado, con convertirse en actor. Hoy, desde sus 85 años, todo se ve como un devenir; le llaman Charles Aznavoice, el cantautor francés más popular y de carrera más extensa y el más conocido internacionalmente, con más de cien millones de discos vendidos.
El pasado 22 de mayo festejó su cumpleaños en el City Center de Nueva York, con el primero de una serie de conciertos en francés; mientras, en Francia, TF1 le dedicaba un especial de dos horas y media con la participación de Plácido Domingo, Liza Minnelli y Céline Dion. Y, en Los Ángeles todo está preparado para grabar Jazznavour 2 con una big band.
Mi prioridad en la vida siempre ha sido mi familia y después mi público, ya que sin público, en mi caso, no hay trabajo. Por lo tanto mi prioridad, lo que ha sido importante en mi vida, lo que yo soy, son los rostros con los que me he cruzado.
¿Verenagh o Charles?
Jamás he cantado en armenio. El armenio es la lengua de mis emociones. Mi vida esta dividida, delimitada: en escena soy Aznavour, fuera de ella no quiero ni oír hablar de Aznavour. No he sacrificado mi familia por mi trabajo, he hallado el equilibrio.
Y su Dios, ¿es armenio?
Tengo un gran respeto por todas las religiones, especialmente las tres grandes religiones monoteístas. Y tengo un gran respeto por las iglesias, las mezquitas y las sinagogas, pero a todas les sobra dogma y les falta la inteligencia del corazón para poder entenderse. Yo me siento ligado a mi iglesia, que es la armenia, porque mi iglesia y mi cultura están totalmente entrelazadas, de hecho he pasado y pasaré por la iglesia en los grandes acontecimientos de mi vida: el nacimiento, el matrimonio y la muerte.
¿Pero cree o no cree en Dios?
Depende del momento, soy como todos, comparto con agnósticos y creyentes la duda. Pero no soy nada dogmático, lo que me ha permitido fundar una familia absolutamente peculiar: mi mujer es protestante, mi hija mayor se ha casado con un judío, la que le sigue con un musulmán, y mi hijo con una católica pura y dura. En cuanto a mí, soy gregoriano. Esto suma cinco religiones y es extraordinario, es rico.
¿Y cómo se lleva con sus tres mujeres?
Hay una que ya no es de este mundo, con la cual siempre me llevé muy bien, y la otra no lo sé, cobra su pensión y no sé más de ella; pago y eso es todo. Pero bueno, con la primera tuve una relación importante, puesto que tuvimos una hija y los hijos lo cambian todo, crean otro tipo de vínculo.
¿Qué puede explicar del amor?
Que nadie sabe lo que es. Hay expertos que pretenden explicarnos lo que es el amor, pero en realidad lo único que pueden contarnos es su percepción del amor. El amor es inmenso y diverso, está el amor a nuestra madre, a nuestros hijos, a la familia, los amigos, el trabajo, el país…, y en mi caso a mi perro, ja, ja, ja. Todo eso es amor. En mi vida hay flechazos de mil maneras manifestados. Puedo entrar en un museo y sentirme impactado por una obra, de la misma forma que siento un flechazo de amor. Pero no porque escriba canciones de amor soy un experto.
¿Cuál es el recuerdo más significativo de su infancia?
El esfuerzo que realizaron mis padres, emigrantes que no hablaban francés, que abandonaron sus sueños y su oficio para alimentar y criar a sus hijos, proporcionarles una educación y abrirles una vía para el futuro, me parece que es lo más memorable que tengo en mi vida. He visto a mi padre tirar de una carreta. Mi padre era cantante y tiraba de una carreta para vender cosas aquí y allá, y eso me ha dejado una emoción imborrable.
Una emoción que se corresponde con una actitud.
Sí, siempre me pongo del lado del exiliado, de la gente que tiene que abandonar su país, su cultura, su casa, sus amigos, su familia. Y llegan a Francia y no entienden absolutamente nada. Yo me implico, no puedo evitarlo, me ocupo de sus papeles, de encontrarles una vivienda si es necesario, siempre lo he hecho. No hay racismo en mi casa, de hecho Armenia no es un país racista. En mi último disco, Tú pintas mi vida, como en todos los anteriores aunque de forma más manifiesta, he escrito sobre los suburbios. Y me gusta ir a los colegios a dar charlas a los estudiantes; a los que no conocen los suburbios les explico de qué se trata y a los que viven en ellos les procuro esperanza; y ante todos denuncio el lenguaje vacío y demagógico de los políticos. Los periódicos también lo hacen, pero al día siguiente olvidan lo dicho; sin embargo, la canción permanece. Aunque yo no hago política.
Usted tiene una asociación para ayudar a los que más lo necesitan en Armenia.
Sí, que ahora se consagra a la infancia, es decir, a la educación de los niños, a acoger a los huérfanos, a crear y apoyar escuelas, a crear libros escolares, un trabajo inmenso, ya que no hay que olvidar que Armenia era un país soviético, y todo se tuvo que cambiar y modernizar. El terremoto de 1988 dejó 50.000 muertos y muchos niños mutilados a los que hubo que implantarles prótesis. Pero esos niños crecen y necesitan nuevas prótesis, el mundo ya ha olvidado ese terremoto, pero ellos no. Por eso vivo consagrado a la infancia, no puedo abarcar más.
Triunfó con la canción francesa, ¿qué hay de armenio en su música?
No hay. La influencia armenia no está más presente que la de los poetas árabes, iraníes, franceses o italianos. Me he nutrido de todos ellos, porque mis padres amaban la poesía, pero no sólo la armenia.
¿Cuáles han sido las personas más importantes en su vida además de sus padres?
Principalmente, porque he aprendido mil cosas de ellos: Maurice Chevalier, Charles Trenes y Edith Piaf. Pero nunca me dieron lecciones, se las robé. Y luego están todos los autores franceses que me han marcado: Molière, Sacha Guitry, Victor Hugo y La Fontaine; se convirtieron en grandes maestros porque yo ya había escogido un camino, la canción, y un tipo de canción que se acerca a la literatura.
Edith Piaf, con la que estuvo ocho años, ¿era esa mujer con el alma tan rasgada como nos cuentan?
No. Edith tuvo una infancia y una juventud dramáticas, pero ella no lo dramatizaba. Nunca ha dramatizado nada. Los cineastas dramatizan, pero no ella. Parece ser que en la película (La vie en rose) es muy autoritaria, mentira: No era autoritaria, tenía autoridad. Lo tenía todo para imponerse. Tenía un gran sentido del humor, algo que por lo visto no se refleja en la película, era divertida, no se imagina usted cuánto; tenía amoríos constantemente, lo que nos divertía mucho a ambos.
Usted vivía con ella.
Sí, yo viví en su casa ocho años. Discutimos cientos de veces, me echó a la calle en varias ocasiones, para volver a llamarme en seguida, ja, ja, ja. Éramos cómplices. Y teníamos lo que en francés se llama un tipo de amistad amorosa. ¿Y qué se entiende por amistad amorosa? (como los americanos siempre me preguntan qué entiendo por amistad amorosa he tenido que encontrarles una respuesta).
¿Y?
Es menos que el amor y más que la amistad. La frontera es muy sutil. Pero a la gente le gusta encasillar, simplificar: “¿Entonces es usted armenio o francés?”, me insisten, y yo contesto: “Soy café con leche”, y así paran de preguntar.
Era usted bastante más joven que Edith Piaf.
Nueve años más joven, pero en ciertos momentos era su padre, en otros era su hijo. Lo que no fui nunca fue amante suyo. Voilà. Eso es todo.
¿Y no se enamoró de ella?
Es que todo el mundo estaba enamorado de ella, pero ¿de qué amor hablamos? Una mujer con talento atrae a un hombre, una mujer con sentido del humor atrae a un hombre… ella lo tenía todo. Se dice que Piaf no era guapa, pero si nos fijamos, la nariz era bonita, la piel era bella…, lo tenía todo. Y hasta su carrera podía enamorar. No; yo entonces siempre estaba enamorado, pero de otras. Y ella, también. Lo nuestro era complicidad.
¿Cómo vivió la guerra?
La empecé con 16 y la terminé con 20 años, así que la viví entre el peligro y la despreocupación. Mis padres se involucraron en la resistencia. Nos hubieran podido arrestar y colgarnos a todos. Lo hicieron porque creían que se lo debían a Francia; por eso digo que vivíamos entre la despreocupación y la muerte. Pero en mí predominaba la despreocupación porque era joven.
¿Recuerda la primera vez que fue a Armenia?
Perfectamente, fue en 1964, época estalinista. No me sentí en absoluto conmovido por el hecho de pisar la tierra de mis antepasados. Estuve en calidad de francés. Sin embargo, cuando ocurrió el terremoto me sentí más armenio y acudí inmediatamente, quería estar con la gente, con las víctimas.
¿Cuáles han sido los momentos más duros, más difíciles de su vida?
No ha habido y le diré por qué: los momentos más difíciles los he asumido riendo. La juventud que se queja es una juventud que no puede llegar muy lejos. La juventud optimista llega lejos. Yo era muy optimista. Mi padre era optimista, mi madre no lo era, y yo heredé de mi padre ese entusiasmo por la vida: “Mañana irá mejor”, “Dios está con nosotros”, “Dios proveerá”, decía siempre mi padre.
¿Cuál ha sido la mejor edad?
Creo que me han gustado todas mis edades. Cada edad me ha aportado algo de lo que antes carecía, y a medida que envejezco me sigue aportando. El peor momento es cuando perdemos a nuestros seres queridos, pero resulta que normalmente al mismo tiempo forjamos nuestra familia. Incluso ahora pienso que tengo una bella edad. Cuando abro los ojos la mañana de mi cumpleaños y me pregunto ¿qué tal te lo has pasado en la vida?, respondo con rapidez: me lo he pasado estupendamente. La vida comienza todas las mañanas y yo las recibo con alegría, remuevo las esperanzas. Mi padre siempre decía que cuando el agua duerme, termina por oler.
Igual es ese su secreto para estar tan estupendo.
No lo sé. Sin duda el optimismo es en parte responsable de mi buen aspecto, pero hay algo más que me viene de lejos: mis padres vivieron el genocidio; su partida a Grecia en un barco italiano, la llegada a Francia, las dificultades en Francia…, yo lo he vivido a través de ellos. Me he dado cuenta de que había que superar todo eso. Creo que mi secreto es creer que todo debe ir bien sobre la Tierra, y que depende simplemente de los hombres. Tengo una gran capacidad para eliminar de mi pensamiento todo aquello que me pueda perturbar, para la indiferencia, que resulta una buena manera de poder matar a la gente sin que te metan en la cárcel.
Ha vivido un siglo muy convulso.
Sí, muy convulso pero también muy interesante. No olvidemos que ha sido el principio de todo. Los primeros balbuceos de la aviación, los automóviles, el ferrocarril…, una locura. No soy mucho más joven que la torre Eiffel, sólo un poquito, ja, ja, ja. Y todo lo que ha venido después: la tecnología, el desarrollo de la medicina, la biología, está siendo increíble. Pero ahora estamos más parados porque no hay una gran diferencia en conducir un coche con GPS o que el coche se conduzca solo. Fíjese en el tren, partimos del chuc-chuc-chuc y ahora vamos en TGV, la diferencia no es tan grande. Pero ciertamente he visto tantas cosas que a menudo me pregunto qué me sorprenderá mañana.
¿Qué piensa del ser humano?
Que pese a todos los logros de los que hablábamos, es estúpido y a menudo ignora de qué modo puede latir un corazón. El ser humano es todavía xenófobo, racista y antisemita. Nadie lo es en teoría, pero cuando viene tu hija y te dice: “Papá, me voy a casar con un judío practicante”, ¡ah!, entonces todo el mundo se lleva las manos a la cabeza, y como consecuencia quizás la chica que pudo ser feliz ya no lo sea.
¿Qué es lo más extraordinario que le ha sucedido?
Mis encuentros. He encontrado gente interesante en todas partes. He conocido a Jean Cocteau, Marcel Achard, Marcel Pagnol, Ray Bradbury… He conocido a muchos políticos, muchos dirigentes de naciones… y no hablo de directores de cine, puesto que forma parte de mi trabajo. Hace nada fui a Uzbekistán a entrevistarme con el ministro de Cultura porque tienen un gran interés en acercarse a nosotros los franceses, y me escogieron de intermediario. Y todos estos encuentros me enriquecen. Tenga en cuenta que yo soy un hombre totalmente inculto, abandoné la escuela a los diez años. Para formarme mínimamente, le pedí a tres personajes que me confeccionaran una lista de los 25 libros que uno debe haber leído. Sus listas no coincidieron.
¿A quién se lo pidió?
El primero, Jean Cocteau; el segundo, un cantante que se hacía llamar Le chanteur sans nom [El cantante sin nombre] y el tercero, un actor de cine llamado André Le Gall. Todos fueron escritores en sus inicios. No recuerdo qué libros me recomendaron a mí entonces, pero lo curioso es que hace un tiempo un joven cantante francés me pidió lo mismo y la verdad es que me sentí muy halagado, ja, ja, ja.
¿El primer libro de su lista?
Molière. Para mí, leer toda la obra de Molière fue importantísimo. Luego, Dos Pasos y en tercer lugar Pessoa.
¿Qué ha significado para usted el cine?, ¿una diversión?
No. Yo creo que es una disciplina similar a la disciplina de la canción; unos lo pueden hacer, otros no pueden, algunos son creíbles en la pantalla y otros no lo son. Pero yo soy un actor que empezó a cantar, y no un cantante que se volvió hacia el cine. Es la prensa la que descubrió que yo era capaz de actuar, porque desconocían que ya lo había hecho antes, ja, ja, ja.
¿Hay un renacer de la canción francesa?
Creo que desde gente como Souchon o Cabrel ha reinado un vacío durante el cual no ha habido nada interesante. Y últimamente, cansados de esa música y esas palabras idiotas que hay en las canciones que oímos en los programas del tipo Star Académie [equivalente a Operación Triunfo], una parte de la juventud ha despertado y se ha singularizado, porque ¿a quién le interesa oír canción francesa que suena igual a la italiana o la anglosajona cortadas todas por el patrón de esos programas del tipo Star Académie? Así surgieron lo que hoy llaman de nuevo nouvelle chanson française, que no es más que la continuidad de algo típicamente francés. ¿Quiénes son? No podría darle todos los nombres pero son por lo menos una quincena, como Biolay, Sanseverino, Lynda Lemay, Agnès Bihl…
¿Qué piensa de Carla Bruni, su colega?
No puedo pensar nada, es la mujer del presidente, ja, ja, ja. Conozco a su familia; su padre compuso música, rodamos juntos un cortometraje con Jean Christophe Averty hace ya unos cuantos años, y conocí a sus hijas en su casa, a las dos, ambas talentosas. Son muy buena gente. La mamá toca el piano, el papá compone música, es una familia de artistas. Y Carla no ha esperado a ser la señora de Sarkozy para sacar un disco exitoso.
Es usted muy amigo de Olivier Besancenot, fundador del Nouveau Parti Anticapitalista (NPA)…
Estoy dividido entre la derecha y la izquierda, y no soy de centro. Es decir, jamás me verán en las manifestaciones políticas; pero sí me verán con políticos o políticas, de derecha o de izquierda. Me siento próximo a Besancenot, conozco a Segolène Royal, tengo una gran amistad con Chirac, pero no hago política, no tengo derecho.
¿…?
Le voy a ser franco, hay artistas de izquierdas que volvieron de Rusia contando que la URSS era formidable. Yo volvía de allí y no soportaba aquello. Éramos recibidos en magníficos palacios y la teoría era estupenda frente a un buen vino. Pero todos se olvidaban de ir a ver qué pasaba fuera de esos palacios. Yo no. No quiero hacer política y no me gusta que la izquierda se meta con la derecha cuando están diciendo lo mismo con distintas palabras y viceversa. Y sí, me dejo ver asiduamente con un amigo al que aprecio mucho, Besancenot, de extrema izquierda. No es en absoluto mi manera de pensar, pero no hay ninguna razón, en un país democrático, por la que no podamos frecuentar a gente de una ideología distinta. Yo lo hago, y como me lo consienten todo, pues estupendo, ja, ja ,ja.
Según la revista Time 100, encabeza la lista de los artistas más destacados del siglo XX, por delante de Elvis Presley. ¿Qué piensa de eso?
Es halagador, pero no va más allá de eso. Me escabullí con una pirueta verbal cuando en una ocasión me preguntaron por ello, respondí: “Falta un mes y medio para que acabe el siglo, por consiguiente me queda todavía un mes y medio ocupando el puesto que usted menciona”, y así quedó la cuestión. Con usted esa treta ya no me sirve, así que simplemente le diré que estoy orgulloso de lo que hago, no de lo que me sucede.
Hace poco tuvo un accidente de coche, le veo ya recuperado.
¡He tenido varios!, y lo que más me aterra es la parálisis, mejor morir en el acto. He pasado nueve meses enyesado, pero incluso llevando el collarín he sido muy productivo. Me gusta mi vida.