Me acuerdo de ellos y sonrío.
¿Qué sienten, qué piensan, cómo son, qué les mueve para acceder al día desde el juego y cerrar los ojos tras el juego, el ir y venir, las risas, la actividad frenética del que sabe, desde el desconocimiento, que no hay que parar, que hay que seguir, y jugar, y reír, y disfrutar, que no tiene sentido dormir la siesta, sentarse, reposar, si hay cerca un columpio, una rampa que subir corriendo, alguien al que hablar, un simple plato que golpear con el tenedor ?
¿En qué momento dejamos de buscar el juego?
¿Por qué no buscamos el juego todo el tiempo?
¿En qué momento, cuando tuvimos delante un plato y un tenedor dejamos de pensar en hacer ruido y pensamos en comer?
Es ese momento el que busco.
Para saber qué pasó.
¿Para darle la vuelta?
¿O será que ahora el juego es justo esto: anotar, al compás de una melodía dulce que te bate en el pecho, que hubo un tiempo de juego, que ya no está?
Hace un año y un día: Casa de citas: Juan Bonilla