Por Hogaradas
“Fui al Cristo y enamoreme…” y descubrн que seguнa tan enamorada como el primer dнa, que no es cierto eso de que la distancia hace el olvido, que no es verdad que las relaciones se gastan con el paso del tiempo, que es mentira que hay amores que no sobreviven al pasar de los aсos.
En la iglesia de San Martнn, al lado de mi madre y contemplando el escenario del que habнa participado tantos aсos atrбs, comencй a empaparme otra vez de mi querido Turуn, segundo a segundo, mientras escuchaba las palabras del sacerdote y me emocionaba con ellas. Mezclados entre los mensajes para sus fieles, su discurso estaba preparado para todo un pueblo, creyentes y no creyentes, alabando las virtudes de un valle y de unas gentes dotadas de una fortaleza que habнa salido de las propias entraсas de la tierra. Mientras lo escuchaba pensaba, una vez finalizada la misa, pedirle su escrito, pero la verdad es que una vez llegada la bendiciуn mi cabeza no pensaba en otra cosa que no fuera encontrar aquel banco en el que, en el aсo 74 alguien habнa escrito nuestros nombres. Lo encontrй, o al menos creo haberlo encontrado, como fiel testimonio de un amor infantil e inocente, quizбs ahora, con el paso de los aсos suplantado por otros nombres, para mн los nuestros, los de antaсo.
A la salida de la iglesia comencй a tomar posiciones, mi mente por fin se abriу a todo el universo turonйs, y fue cuando comencй realmente a disfrutar de mis vecinos de toda la vida, de mi gente, mientras al ver la puerta lateral de la iglesia recordй aquella fotografнa en la que aсos atrбs fui protagonista, en el dнa de mi Primera Comuniуn.
Recorrer el trayecto que nos condujo hasta La Veguina, aunque a paso rбpido, fue un inmenso placer, y mientras caminaba mi mente iba reviviendo tantos y tantos momentos compartidos con muchas personas que ya no estбn entre nosotros y en locales que ahora ya son historia.
Habнa olvidado todo el bien que puede hacerte el lugar en el que todos y todo te es familiar, ese en el que cualquier visita se convierte en un autйntico regalo de buenos recuerdos, amistad y cariсo, del que siempre sales reconfortada y feliz.
Turуn es diferente, estoy segura, porque siempre te acoge como si nunca te hubieras ido, porque vuelves cargada de buenas vibraciones, porque llegas a casa con la sensaciуn de que sigues impregnada de todos esos besos y abrazos que son tan importantes para continuar viviendo y ser feliz, y vas envolviйndote de todos ellos mientras poco a poco vuelves a incorporarte a tu dнa a dнa.
Mis amigas de siempre, como si las hubiera visto un dнa antes, participando tambiйn de ese regalo que supuso un miйrcoles de septiembre en el que decidн ir a la bъsqueda de todo lo que hace tantos aсos me habнa hecho feliz y que sigue dotado de esa dosis de magia para seguir consiguiйndolo.
Por la tarde, en el Ateneo, mientras Jorge Varela pronunciaba mi nombre y me animaba a levantarme de mi asiento, pensй en todas las veces que habнa participado de la vida del valle sin imaginar ni tan siquiera que un dнa pudiera ser, aunque fuera tan solo por un instante, protagonista de la misma, mientras a un lado y a otro compartнa espacio, y me sentнa privilegiada y orgullosa de ello, con mis padres, artнfices de una buena parte, sino de toda, de la persona que soy en la actualidad.
El dнa fue redondo, apasionado, delicioso, como cuando te comes ese helado de sabores dulces y afrutados y tu paladar se va deleitando con su sabor, su textura, ese olor caracterнstico, procurando en cada mordisco comer la cantidad justa para que el placer nos dure lo suficiente.
Asн fue mi visita a Turуn, como comer un helado, ese que todos sabemos que es tu preferido, el que prolongas lo mбximo posible, ese que te proporciona el mayor de los placeres, del que disfrutas sabiendo que te harб recuperarte de cualquiera de las malas digestiones que todos tenemos en esta vida.
Volver a Turуn supone en cada ocasiуn un autйntico placer para todos los sentidos. Turуn es ese lugar que siempre te recibe con los brazos abiertos y del que te vas respirando hondo, relajada y feliz, Turуn son mis raнces, ese rincуn de la cuenca del que saliste pero al que siempre, tarde o temprano, necesitas volver, y vuelves.
Turуn es mi identidad, mi principio, mi fin, buena parte de lo yo soy se lo debo a este valle, y me siento orgullosa de ello.
Gracias a todos por tanto cariсo, el mismo que espero os llegue a travйs de esta nueva Hogarada.