Revista Sociedad

Fui al Cristo y enamoreme, como dice la canción

Publicado el 21 octubre 2011 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Y descubrí que seguía tan enamorada como el primer día, que no es cierto eso de que la distancia hace el olvido, que no es verdad que las relaciones se gastan con el paso del tiempo, que es mentira que hay amores que no sobreviven al pasar de los ańos. 

En la iglesia de San Martín, al lado de mi madre y contemplando el escenario del que había participado tantos ańos atrás, comencé a empaparme otra vez de mi querido Turón, segundo a segundo, mientras escuchaba las palabras del sacerdote y me emocionaba con ellas. Mezclados entre los mensajes para sus fieles, su discurso estaba preparado para todo un pueblo, creyentes y no creyentes, alabando las virtudes de un valle y de unas gentes dotadas de una fortaleza que había salido de las propias entrańas de la tierra. Mientras lo escuchaba pensaba, una vez finalizada la misa, pedirle su escrito, pero la verdad es que una vez llegada la bendición mi cabeza no pensaba en otra cosa que no fuera encontrar aquel banco en el que, en el ańo 74 alguien había escrito nuestros nombres. Lo encontré, o al menos creo haberlo encontrado, como fiel testimonio de un amor infantil e inocente, quizás ahora, con el paso de los ańos suplantado por otros nombres, para mí los nuestros, los de antańo.
A la salida de la iglesia comencé a tomar posiciones, mi mente por fin se abrió a todo el universo turonés, y fue cuando comencé realmente a disfrutar de mis vecinos de toda la vida, de mi gente, mientras al ver la puerta lateral de la iglesia recordé aquella fotografía en la que ańos atrás fui protagonista, en el día de mi Primera Comunión.
Recorrer el trayecto que nos condujo hasta La Veguina, aunque a paso rápido, fue un inmenso placer, y mientras caminaba mi mente iba reviviendo tantos y tantos momentos compartidos con muchas personas que ya no están entre nosotros y en locales que ahora ya son historia.
Había olvidado todo el bien que puede hacerte el lugar en el que todos y todo te es familiar, ese en el que cualquier visita se convierte en un auténtico regalo de buenos recuerdos, amistad y carińo, del que siempre sales reconfortada y feliz.
Turón es diferente, estoy segura, porque siempre te acoge como si nunca te hubieras ido, porque vuelves cargada de buenas vibraciones, porque llegas a casa con la sensación de que sigues impregnada de todos esos besos y abrazos que son tan importantes para continuar viviendo y ser feliz, y vas envolviéndote de todos ellos mientras poco a poco vuelves a incorporarte a tu día a día.
Mis amigas de siempre, como si las hubiera visto un día antes, participando también de ese regalo que supuso un miércoles de septiembre en el que decidí ir a la búsqueda de todo lo que hace tantos ańos me había hecho feliz y que sigue dotado de esa dosis de magia para seguir consiguiéndolo.
Por la tarde, en el Ateneo, mientras Jorge Varela pronunciaba mi nombre y me animaba a levantarme de mi asiento, pensé en todas las veces que había participado de la vida del valle sin imaginar ni tan siquiera que un día pudiera ser, aunque fuera tan solo por un instante, protagonista de la misma, mientras a un lado y a otro compartía espacio, y me sentía privilegiada y orgullosa de ello, con mis padres, artífices de una buena parte, sino de toda, de la persona que soy en la actualidad.
El día fue redondo, apasionado, delicioso, como cuando te comes ese helado de sabores dulces y afrutados y tu paladar se va deleitando con su sabor, su textura, ese olor característico, procurando en cada mordisco comer la cantidad justa para que el placer nos dure lo suficiente.
Así fue mi visita a Turón, como comer un helado, ese que todos sabemos que es tu preferido, el que prolongas lo máximo posible, ese que te proporciona el mayor de los placeres, del que disfrutas sabiendo que te hará recuperarte de cualquiera de las malas digestiones que todos tenemos en esta vida.
Volver a Turón supone en cada ocasión un auténtico placer para todos los sentidos. Turón es ese lugar que siempre te recibe con los brazos abiertos y del que te vas respirando hondo, relajada y feliz, Turón son mis raíces, ese rincón de la cuenca del que saliste pero al que siempre, tarde o temprano, necesitas volver, y vuelves.
Turón es mi identidad, mi principio, mi fin, buena parte de lo yo soy se lo debo a este valle, y me siento orgullosa de ello.
Gracias a todos por tanto carińo, el mismo que espero os llegue a través de esta nueva Hogarada.


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