El estatus de poder y de dinero en forma exorbitante, en algunas o en muchas mentes trae esa demente idea de hacer y deshacer con cualquiera, en el momento y en el lugar que sea. El poder y el dinero tienen un submundo escondido de los medios de comunicación masivos y por ende de la opinión pública.
En este artículo se presentará un testimonio crudo, dramático, inhumano y verídico sobre cómo el poder y el dinero son capaces de mancillar, maltratar, esclavizar y dañar de forma permanente la vida de un ser humano desde la niñez.
Si el lector o lectora son muy sensibles, tal vez, sea más apropiado que no lean este testimonio.
“Cuando era una niña en mi nativa Bélgica, me pusieron a trabajar como esclava sexual. Mi madre me vendía, y me llevaba a cualquier lugar, en cualquier momento que la llamaran. El jefe de esta red de pederastas era un ministro del gabinete belga. Los clientes eran miembros de la élite. Reconocía a personas de la televisión. Sus caras eran familiares para las masas, aunque yo conocía el lado oscuro de su adicción al poder, el lado que nadie creería que existía. Me crucé con altas personalidades, jefes de estado europeos, e incluso un miembro de la familia real.
Cerca de mi sexto cumpleaños, en 1969, me llevaron a una orgía por primera vez, en un castillo. Me usaron para un espectáculo sadomasoquista, en un escenario bajo, encadenada con un collar de hierro para perros y me hicieron comer heces humanas. Después, cuando me dejaron tirada ahí como un objeto roto, me sentí tan humillada, que tenía que hacer algo para salvar mi alma, o de lo contrario, y de eso estaba segura, me hubiera marchitado y muerto.
Me levanté, y me paré observando a la bizarra multitud de aristócratas vestidos como hippies, balanceándose con la música en varios niveles de interacción sexual, ocupados tomando pequeñas píldoras y porros ya enrollados que sobrios meseros les acercaban en bandejas de plata. Temblaba de miedo, pero mi cuerpo se enderezó e inmovilizó como un arco en suspenso antes del tiro, y oí mi voz como si no fuera mía, regañando a los adultos, diciéndoles que esto estaba mal, que les iba a contar a los demás sobre ellos, y que todos irían a la cárcel.
Una música alucinante y espacial inundaba la atmósfera y la mayoría de las personas estaban demasiado drogadas para notarme. Un hombre, en un traje de negocios, captó mi vista. Se veía asustado, pero me sostuvo la mirada por un momento, y parecía sentir algo por mí. Luego se fue. Nunca lo volví a ver en la red, pero años después lo reconocí en la televisión. Se convirtió en un prominente político belga.
Me sacaron silenciosamente y me llevaron a un sótano. Estaba segura de que me iban a matar, pero en cambio me mostraron el cadáver fresco de una joven víctima de asesinato. Debía guardar silencio.
Durante la semana, iba a la escuela. Era una niña tímida, con pocos amigos. Recuerdo, una vez, en segundo grado, al darme cuenta de cómo cambió la energía en el salón, cuando todas las miradas estaban en mí. La maestra había estado llamándome y yo estaba demasiado ausente para oírla. Me preguntó en voz alta si sabía la respuesta a la pregunta que había hecho, y yo me senté en un silencio vergonzoso mientras la clase reía.
Yo era un ser nulo en la escuela, y en casa nadie se preocupaba por mí. Recibía más atención en la red. Me hacía sentir bien ser vista como el objeto más perfectamente hermoso y sensual por hombres poderosos con altos estándares de gusto. Esto era lo único positivo en mi vida, y me aferré a eso como mi única balsa para evitar ahogarme en un mar de vergüenza y auto inmersión.”
CONTINÚA EN LA PARTE 2…