Revista Gente

Fuimos hijos de una mujer maltratada

Publicado el 22 noviembre 2012 por Moradadelbuho @moradadelbuho

  510     El diario de Bruno Fernández: Fuimos hijos de una mujer maltratada  

Maltrato

Área empleo Montse García Cañadilla

Seguramente lo que a continuación vais a leer no sea de vuestro agrado, pero es una etapa negra en mi vida: una etapa fría, oscura de mi niñez y adolescencia y todo gracias a mi querido y adorado papá, ese valiente hijo de puta que le hizo la vida imposible tanto a mi madre, a mis hermanas como a mí.

Quizás no os interese mi historia, después de todo no soy nadie en especial; tan solo una persona que escribe cada ciertos días en este blog y que, seguramente sea sólo un testimonio como otro cualquiera.

Tanto mis hermanas como yo fuimos hijos de una mujer maltratada, una mujer coraje que aguantó lo inaguantable a un ser despreciable como era mi padre, pero tampoco quiero vagar mis pensamientos en este blog.

Creo que va siendo hora de que comience con mi historia.

Todo era ideal para mi madre: se encargaba de la casa, trabajaba como enfermera, cuidaba de sus hijos, hacía amistad con nuestros vecinos y cuidaba de sus hijos tanto como cuidaba a su marido. Mi padre tenía algunos cambios de humor un tanto bruscos pero no nos importaba, a veces las personas se enfadan.

Mi padre trabajaba, pero con el tiempo dejó de venir a casa por las noches. Mi madre se quedaba con nosotros hasta la hora de dormir, pero mi padre nunca llegaba hasta las 4h00: borracho, ojeroso y apestando a tabaco.

Aquella noche mis hermanas fueron a pasar la noche a casa de unas amigas, por el cual me quedé solo con mi madre y empecé a oír unos gritos fuertes que provenían del salón de mi casa.

Inocente de mi fui mirar que pasaba y me encontré a mi padre encima de mi madre, le estaba pegando a mi madre y ella estaba llorando, la cogió en brazos mientras la llevaba a la habitación, yo corrí a mi habitación. Recuerdo que sólo había un sentimiento dentro de mi cabeza: miedo.

Recuerdo que aquella noche no dormí. Estuve metido debajo de mis sábanas mientras escuchaba cosas horribles que me sumían en el pánico: "no quiero verlo" "no quiero escucharlo", "no quiero entrar en ese lugar".

Al día siguiente fui a la habitación de mis padres. Mamá estaba dormida, estaba blanca como la nieve y vi como tenía partes negras en su cara, a partir de ese momento comprendí por primera vez que era por culpa de mi padre.

Cuando mis hermanas volvieron a casa, les conté lo sucedido, pero ellas no me creyeron, diciéndome que era fruto de mi imaginación y que era imposible que papá le hiciese eso a mamá y yo con los ojos llorosos diciendo que era verdad, que no lo estaba soñando.

La noche siguiente, nos despertamos con una discusión muy fuerte que habían mantenido mis padres, sería sobre las siete de la mañana, oía como discutían pero no me atrevía a mirar, pero esas palabras jamás que se olvidarán y que hoy en día siguen retumbando en mi cabeza.
-- Como sigas así, te juro por Dios que me voy de esta casa, me llevo a mis hijos y no vuelves a saber más de nosotros –. Dijo mi madre.
-- No te atreverás, si lo haces, removeré cielo y tierra y te juro que te mataré y el lugar más ideal para ti será el cementerio… ¡No me provoques! –. Amenazó mi padre.

A partir de ese momento, mis hermanas se dieron cuenta de que no estaba mintiendo, a raíz de esa discusión y cuando veían que nuestra madre se maquillaba en exceso y siempre se ponía manga larga para que nosotros no nos diéramos cuenta de lo que pasaba.

Mi hermana mayor llamó a nuestra abuela materna, contándole lo que estaba pasando en nuestra casa y esta avisó a nuestro abuelo paterno y fueron a nuestra casa a hablar con nuestra madre. Cuando oímos que mamá lo empezaba a negar todo, mi hermana mayor llena de rabia no comprendía porque estaba mintiendo a nuestros abuelos, que en vez de abrir los ojos lo estaba cerrando cada vez más, el amor es así de ciego.

Hubo un tiempo que todo volvió a la tranquilidad, poco tiempo diría yo, porque volvieron otra vez a las discusiones, las amenazas, pero esta vez mi padre se excedió, y tras la última paliza que le metió a mi madre, acabó en urgencias con varias costillas rotas y el cuerpo lleno de moratones.

El tiempo en que mi madre estaba ingresada en el hospital (estuvo 1 mes ingresada) nosotros estuvimos viviendo en casa de nuestros abuelos maternos y en esta ocasión se presentó la policía debido al informe médico que presentaba mi madre y que anteriormente os he mencionado.

Cuando volvimos a nuestro hogar, pues la cosa seguía como de costumbre: discusiones, amenazas, etc… Mis hermanas se enfrentaron a mi padre y éste las echó de casa amenazándolas de que si se quedaban un día más que iban a ser las siguientes, por el cual, mis hermanas presas del pánico se fueron a vivir a casa de nuestra abuela materna.

Yo me quedé, hasta que un día toda mi rabia salió a flote y en ese momento había estallado, aguantando ese menosprecio hacia mi madre y me enfrenté a mi padre, con tan mala suerte que me metió una hostia que fui parar contra la pared, dejándome una brecha en la ceja izquierda y que hoy tengo la cicatriz de tan fatídico día.

Recomendado por una amiga de mi madre, quiso que hablase con una persona para que recapacitara, para que dejase a ese maldito cabrón que era mi padre y que hoy en día sigo dando gracias a Dios porque esa persona que apareció en nuestra vida, pudo comprender que era momento de dejar a su marido, vivir una vida nueva rodeada de las personas que más quiere que son sus hijos y sus padres. Nunca podré olvidar lo que hizo el Padre Samuel.

Hoy mi madre tiene 60 años, hizo una vida nueva con una persona que la respeta, que la cuida y la quiere, un hombre que la quiere tal y como es; en cuanto a mi padre, nos enteramos la primavera pasada que había fallecido, por el cual no sentí ni odio, ni alegría, simplemente respiré aliviado porque había desaparecido totalmente de nuestras vidas.

Porque como dice el dicho: "Muerto el perro, se acabó la rabia".

  Bruno Fernández (@BrunoFdz)  


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