Estoy hasta allí de estos tertulianos, políticastros y medios de comunicación que intentan, con la excusa de tranquilizar al personal, ganar tiempo y proponen posponer el debate de la energía nuclear para que se puedan tomar decisiones en frío
Y tan en frío, estos elementos tratan de que el problema muera y, una vez pasada la catástrofe, hacernos ver que ha sido inevitable y que en España o en Europa no se dan las condiciones, que no puede ocurrir. Eso mañana, y pasado aprobarán nuevas centrales nucleares y nos volverán a decir que esa energía es la más limpia, la más segura y la más barata. Ya saben la energía de las tres mentiras.
Y es que esa frase preferida “no hay que tomar decisiones en caliente” denota una desvergüenza tremenda. Quieren desactivar la campaña ante esta energía criminal. Quieren posicionarse del lado de la gente “razonable”, la que prima, la que sale desde el Consejo Nuclear, la de los partidos “sensatos”, la que bajo un disfraz de neutralidad quiere volver a vendernos la moto. Vamos, la que le importa un pito lo que está pasando en Japón, si no fuera por sus intereses.
Qué fácil es decir que “no hay que tomar decisiones en caliente”, que hay que abrir un debate en frío, cuando se está a miles de kilómetros, tranquilos, sentados en sus cómodos sillones, lejos del peligro. Ya me gustaría ver a esos adalides de la energía nuclear, a esos Aznar o esos González --comprados por multinacionales energéticas como Endesa y Fenosa--, si tuvieran que estar allí, refrescando la central y corriendo el riesgo de quedarse tarados, si no fritos, por ese escape de su amada energía nuclear. Ya veríamos si tenían esa tranquilidad y sesudez que ahora pretenden aparentar.
No, no debemos hacerles caso. Quieren ganar tiempo, para volver a la carga. Ya casi habían convencido a casi todos de que la nuclear era la mejor, ya pregonaban que los defensores de la energía criminal eran unos nostálgicos sin sentido práctico, hasta que ha pasado lo de Japón. El mismo Zapatero que decía ser antinuclear hace años, es uno de los convertidos al nuclearismo –nueva religión de consecuencias nefastas—; en enero pasado, al aprobar la ley de economía sostenible que ha dejado abierta la posibilidad de prolongar las centrales nucleares, más allá de los cuarenta años de vida.
Saben, pero no quieren enterarse, que los accidentes geológicos son inevitables, pero los accidentes nucleares sí que se pueden evitar. Basta evitar la energía nuclear. Sustituir la energía nuclear, de consecuencias nefastas, sin contar con el peligro de sus residuos, y, sin embargom representa el 16% del consumo mundial de energía. Bastaría que bajáramos nuestro nivel de consumo y que fuéramos sustituyendo la energía nuclear por energías renovables.
Y dejémonos de calcular riesgos y de probabilidades de que ocurra un accidente de este tipo en nuestras cercanías. Porque lo que ha ocurrido en Fukushima puede ocurrir aquí, y si ocurriera, otra vez se hablaría de fatalidad y mala suerte, y de excepcionalidad. Cuando la única excepcionalidad es mantener un tipo de energía que puede ser mortal y puede ser sustituida por otras. Basta voluntad política y no dejarse influir por intereses de las grandes multinacionales. Son treinta países en el mundo los que cuentan con centrales nucleares. Y es un bulo de que para que un país sea “desarrollado” tiene que tener este tipo de energía, son muchos los que no la tienen. Por ejemplo, Italia, que consume el doble de energía de España y no tiene ninguna central nuclear.
Es posible vivir sin nucleares. Ese es el camino y que no nos enfríen la conciencia y el debate. Este es el momento de ver el peligro que tiene. Que no nos engañen.
Salud y República