Había una vez un loco en una colina, con una sonrisa tonta, inmóvil frente a todos aquellos que creían conocer sus intenciones. Era un tipo singular al que no le gustaba dar explicaciones, le importaba un comino lo que pensaran de él, porque sabía perfectamente que los locos eran ellos, esos “demás” convencidos de tener la verdad universal de todas las cosas y sobre todas las cosas. Pero el loco de la colina, con su cabeza en las nubes todo el tiempo, sabía apreciar las puestas de sol…Sus ojos eran capaces de ver cómo demonios giraba el Mundo.
pluma y acrílicos sobre papel cartón. LeTiH.