Cuando la mala fama queda justificada
Funcionarios los hay de todo tipo, pero lamentablemente son muchos los que con su mal ejemplo dan una mala fama al colectivo en general. Ejemplos de un trato deficiente al ciudadano o un servicio malo, cuando no inexistente, podrían llenar bitácoras como esta hasta el colapso de la red.
Está claro que hay buenos funcionarios a los que les gusta su trabajo y, además, lo hacen bien. De hecho ocurre como en otras profesiones donde lo mejor es que a uno le guste lo que hace. Si es así, se trabaja con entusiasmo y creatividad. Pero hay muchos funcionarios que lo son simplemente porque su única expectativa es vivir con una carga de trabajo lo menor posible y cobrar a final de mes, y esos son los que, con su actitud, echan a perder la imagen del resto.
Ayer por la mañana fui a Valencia a depositar en Propiedad Intelectual mi novela LA MIRADA DEL BÚHO. Llevo años haciendo este tipo de trámites; al principio recuerdo que era en unos oscuros y deprimentes despachos sitos en Navarro Reverter, y desde unos años a esta parte en el mismo Monasterio donde se depositan los ejemplares editados para el Depósito Legal.
Hoy, como tantas veces, he ido con mi ejemplar, mis impresos cumplimentados, mi fotocopia del DNI y mi tasa pagada —porque sé la pesadilla que me espera si falta alguna cosa—, con la intención de estar de vuelta a buena hora para seguir con mi trabajo en el despacho, pero me encontré con la sorpresa de que en el Monasterio ya no aceptan los ejemplares para la Propiedad Intelectual y ahora hay que ir al PROP. La persona que me atendió me dijo que habían habilitado una mesa y que no hacía falta ni siquiera pedir turno. Bien, sin duda un consuelo, con un poco de suerte solo perdía media hora localizando el lugar y buscando aparcamiento.
Cuando llegué al PROP, después de la cola habitual en ventanilla de información me dijeron que no era en ese PROP sino en el otro… vuelta a empezar.
Finalmente llegué al lugar: PROP II C/ Gregorio Gea, 14 – 46.009 Valencia.
Volví a preguntar en información y me dijeron que fuese directamente a la mesa 17.
Cuando llego a la mesa eran las 11 de la mañana y no había nadie. Me espero un rato y pregunto… nada que hacer, me dicen que en esa mesa solo hay una persona y que habrá salido a almorzar. Sigo esperando y esperando… 45 minutos después llega —sin ninguna prisa ni muestras de estrés— y me atiende… eso sí, educadamente.¿Es eso normal? ¿Cuánto tiempo ha estado esa funcionaria fuera de su lugar de trabajo, con el agravante de que nadie la sustituía? ¿Es eso un respeto por su trabajo y por el ciudadano? En una época como la actual donde el paro es abrumador, ¿se puede permitir que alguien que tenga su puesto de trabajo fijo se dedique a hacer sus compras o recados en horario laboral?
Voy a presentar una queja a sabiendas de que no va a servir de gran cosa, pero por lo menos que quede constancia de lo que ocurre. y si no, siempre quedará esta entrada en el blog.
Ramón Cerdá