Hoy os recomiendo la Fundación César Manrique, que se ubica en la casa-estudio que habitó el artista, situada en el Taro de Tahíche, en la isla de Lanzarote.
Edificada en 1968 sobre una colada lávica de la erupción ocurrida en la isla durante en 1730, se caracteriza por sugerentes contrastes entre la negrura volcánica y la blancura de sus volúmenes, entre la oscuridad y la luz, entre lo táctil y lo visual, entre los valores del espacio próximo y los del más alejado.
PLANOS
PLANTA BAJA
Aprovecha, en el nivel inferior, la formación natural de cinco burbujas volcánicas, para configurar un espacio habitable sorprendente y ejemplar en cuanto actuación sobre espacio natural. En esta planta se puede percibir el crecimiento orgánico, una suerte de pulpo marino creado al azar por la propia naturaleza en las burbujas volcánicas.
PLANTA ALTA
En la planta alta predominan las líneas rectas de los cuadriláteros, pero la agrupación de sus unidades geométricas desiguales se rige por la contigüidad topológica y una manera imaginaria en torno a un eje diagonal.
La entrada general nos acoge con dos muros de obra convexos que acaban en dos pilares rematados por unas pirámides de un modo similar a los de otras fincas de la isla, pero en la rejería de la puerta se aprecia la impronta de Manrique pues, su diseño se halla entre lo artesanal y lo artístico, colindando con lo escultórico.
En la siguiente imagen podemos contemplar una secuencia de volúmenes cúbicos y blanco con cubiertas planas, pequeños lucernarios piramidales, una chimenea de ascendencia bizantina y un campanario inspirado en ermitas como la de Teguise.
La entrada a la casa propiamente dicha, hoy convertida en Museo, está filtrada por un jardín delimitado por muros sin argamasa a base de piedras volcánicas superpuestas, en el que se respiran dos de las burbujas volcánicas y donde se pone de manifiesto la afición de César Manrique a acumular “objetos encontrados”.
Manrique se ha inspirado en el crecimiento orgánico de la arquitectura popular así como en el esquema distributivo del patio central al que en las viviendas de Lanzarote se abrían las restantes habitaciones.
Logra una fusión fluida entre lo interior y lo exterior, entre la arquitectura y la naturaleza, que nos es fácil experimentar si salimos a las terrazas exteriores en la parte posterior de la entrada o si, desde el interior, proyectamos nuestra mirada al exterior o buscamos diferentes ángulos y perspectivas de visión.
Las suaves transiciones de una estancia a otra, la amplitud de visión hacia el exterior a través de los grandes huecos acristalados, la iluminación tamizada y gradual, la limpieza y el color relajado de los paramentos y otros aspectos transforman a esta secuencia espacial en un ámbito de contemplación.
Aparte de los bocetos de su obra arquitectónica, en sus salas podemos contemplar obras de Alfonso Fraile, José Guerrero, Manuel Mompó, Gerardo Rueda, Juan Gopar o Manuel Miralles, así como gráficas de Eduardo Chillida, Joan Miró, Pablo Picasso, Antoni Tápies y otros.
Además de la casa-museo donde se establece la Fundación, Manrique también es conocido por los Jameos del agua, que son unas cavidades de cuevas, burbujas y tubos bajo tierra, producidas casi “construidas” por las erupciones del volcán de la Corona; por el Mirador del Río, que cuenta con una fachada pétrea en forma de semicírculo integrado en la montaña que asciende a través de varios niveles y que cuenta con la textura de la piedra como característica expresiva principal; y por el Jardín de Cactus que cuenta con más de 1.500 especies de esta planta, provenientes de América, Madagascar y las propias Islas Canarias.