Revista Opinión

Fundamentalismos europeos

Publicado el 07 octubre 2011 por Franky
FUNDAMENTALISMOS EUROPEOS En 1992 se firmó el Tratado de la Unión Europea, en la localidad holandesa de Maastricht. Se modificaron, asimismo, los tratados fundacionales de las Comunidad. Y se anunció, entre los acuerdos, la introducción del euro. Se exigió a todos los países, que querían acogerse al uso de la nueva moneda, unas exigencias radicales que todos los comprometidos se obligaban a cumplir en una fecha determinada: “Consagración de la Europa de los ciudadanos, Establecimiento de una política exterior y de seguridad común, Promoción del progreso económico y social sin fronteras, Estrecha cooperación en el ámbito de la justicia y relaciones exteriores, Atribución de mayores poderes al Parlamento Europeo y la moneda que uniría a todos, el euro.

Esto último fue lo único que llegó al ciudadano como decisión pragmática, el euro. Se llevó a cabo el 1/1/1999, acordándose la nueva moneda europea sólo virtualmente. No llegó a circular hasta el 1 de enero de 2002. Los primero pasos fueron difíciles, pero al cabo de un año se podía decir que la mayoría de la población estaba perfectamente habituada a utilizar la nueva moneda. Todo el mundo auguraba una edad de Oro para los países de la Unión y el mismo dólar americano acusó la presencia del euro con cierto recelo.

Debo decir sin sonrojo –y lo escribí en aquellos días- que a mí me pareció un error iniciar la unión del continente más consolidado y culto del mundo, sobre unos fundamentos tan frágiles y efímeros como el dinero. Daba la impresión de que queríamos construir un continente de oro sobre arena. Con más o menos seguridades, los países vieron que se elevaba el nivel de vida sobre el de los otros continentes del entorno. Se abrieron las fronteras y se produjo un trasvase de la población juvenil para hacer turismo, asumir nuevas lenguas y utilizar la profesión propia en otras latitudes. Todo parecía ir sobre ruedas.

De pronto, cuando nadie lo esperaba, irrumpe la crisis en Europa y se destapa la realidad de los países europeos, con una población bastante deteriorada, que ha gastado más de la cuenta y esconde las deudas y los números rojos bajo las alfombras. La Comunidad comienza a contar los euros que existen en cada país con ínfulas fundamentalistas. Hay que cumplir las normas económicas quieran o no quieran, guste o no guste, y el que no esté de acuerdo que se eche la chaqueta al hombro y se vaya de la Unión. Lo dicen los dueños del dinero.

El pueblo se queda boquiabierto y no se lo cree, hasta que le dicen en su empresa que hay que reducir la plantilla o cerrar. La misma Europa se da cuenta que deshacer lo hecho cuesta mucho más que continuar el proyecto emprendido. Tímidamente se dice que hay que aprender la lección y poner unos cimientos más sólidos que el dinero: el compromiso, la verdad, la seriedad, la formación, el trabajo, la vida sana y el ahorro para conseguir todo eso. La suerte está echada,es imposible servir a Dios y a Mammon.

JUAN LEIVA



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