Recientemente he subido a la página de Facebook de mi empresa “Unión 90 Asesores”, una noticia del Gobierno de Navarra, en la que a través del CEIN (Centro Europeo de Empresas e Innovación de Navarra) convoca unos campamentos de verano temáticos para chavales entre 8 y 15 años. Voy a trasladar literalmente parte del contenido de la convocatoria:
“El propósito de esta actividad es fomentar, durante el periodo estival y de una forma divertida y lúdica, el interés de los niños y jóvenes navarros por la tecnología, la innovación y la creatividad, así como promover los valores vinculados al emprendimiento y favorecer el aprendizaje a través del juego.
En estos campamentos los y las participantes tendrán la oportunidad de construir sus propios robots o videojuegos, y programarlos en función de sus intereses a partir de una serie de retos que deben cumplir diariamente. De este modo, ponen en práctica habilidades y competencias tecnológicas y otras como el trabajo en equipo, la planificación o la resolución y superación de dificultades, y también estimulan su capacidad de innovación.”
La iniciativa es estupenda, pero no sé cómo no se les cae la cara de vergüenza de divulgar esos propósitos tan loables solamente para el verano. Vale, tengo que entender que durante el resto del año también, y que esto es para que no se les olvide durante las vacaciones. Pero sabemos que no es así. Que la educación es otra cosa. Que es algo más serio y que estas fruslerías se tienen que dejar para el verano.
Ya va siendo hora de que alguien pegue un manotazo encima de la mesa y ponga un poco de sentido común en la educación de nuestros hijos. ¡Ah! perdón, y de nuestras hijas también. ¡Ya me gustaría a mí que mis hijos hubiesen estado toda su infancia en un colegio con esos propósitos! Pero no. Hubo que tragar con la LOGSE, con el tratamiento a la diversidad (inexistente), y toda su retahíla de organización escolar.
Nos perdemos por las ramas y por las discusiones sobre sus podas; cada uno quiere podar con un sistema distinto. Pero no abonamos el tronco. No aclaramos el fundamento. ¿Debemos revisar el término “educación”? ¿Sus contenidos deben ser los de siempre? ¿Sigue siendo nuestra sociedad la de siempre? ¡Hombre! Un poquito de por favor. Que los tiempos han cambiado mucho y lo necesario para andar por la vida ya no es lo mismo que antes. Y, por cierto, lo verdaderamente necesario, los valores verdaderos, no los enseñan en ningún centro.
Si queremos que nuestros hijos se preparen para el mundo laboral, vamos a procurar que les enseñen fundamentos de empresa, de sus principios, de sus sistemas de organización, de control, de información, de comunicación. La empresa va por delante de la sociedad y, por lo visto, la educación muy por detrás. ¿Queremos que nuestras empresas sean competitivas? Pensemos pues que una de las partes de la empresa, seguramente la más importante llegue preparada a ella. Para cualquier puesto, para cualquier tarea, eso ya lo decidirá cada uno de acuerdo a sus capacidades e iniciativa. Pero que sepa a donde va y cómo funciona la cosa. Hoy en día son muchos los recursos empresariales que se gastan en formación del personal, y creo que podrían evitarse para dedicarlos a otras mejoras. Por otra parte, seguro que estas materias suponen una motivación para la gente joven que ven cómo se incluyen en la educación (para ellos sin sentido) materias que forman parte de toda la conversación familiar y social.
Si queremos que el país progrese, no debemos escatimar en conocimiento. Y para ello nada mejor que empezar cuanto antes. Pero hay que tener claro cuál es el tejado y cuál es el cimiento de nuestra casa.
Archivado en: Reflexiones Tagged: Pensamientos