Furia

Ya que se acerca Halloween, he pensado en dejar un pequeño extracto de mi último relato.
Espero que lo disfrutéis :)

Por primera vez en mucho tiempo, Beatriz podía decir que al fin se sentía bien consigo misma. De hecho, más que eso, se atrevía a pensar en la palabra feliz para definirse, algo impensable que pudiera asociarse con ella, sobre todo en esos últimos años.
Se encontraba sentada en el tocador de su madre mirando su reflejo en ese ovalado y viejo espejo. Le costaba reconocer ese aspecto que lucía tan jovial y al mismo tiempo tan diferente al de hacía apenas unas horas.Aunque le gustaba esa nueva apariencia parecía que faltaba algo, pero no conseguía dar con la razón hasta que entonces abrió los ojos y negó con la cabeza por no haberse dado cuenta antes. Necesitaba la pieza que le faltaba, ese complemento perfecto que tantas veces había anhelado y le fue arrebatado sin piedad.
Dirigió la mirada hacia el primer cajón del tocador y abrió con una llave, en la que se veían algunas salpicaduras de sangre, ese cajón que su madre siempre cerraba tan recelosamente. No pudo evitar dejar escapar una risa al pensar en la expresión de su madre si hubiera podido verla en ese momento. Escondía sus joyas con tanto ahínco que no hubiese dudado en darle un buen manotazo al ver que estaba revolviendo en su querido cajón. Pero tenía que hacerlo, necesitaba algo especial para terminar de enmarcar el día y qué mejor que unir la pieza que faltaba para que su felicidad fuera completa.
Lo primero que resaltaba eran esos preciosos pendientes de perlas que desde que los vio con cinco años, deseó sentir entre sus manos. Y aunque su madre le había prometido que algún día serían suyos, la mintió vilmente solo para verla sufrir, para arrebatarle otra cosa que deseaba y disfrutar viendo su dolor como había estado haciendo desde que podía recordar. En ese momento podía cogerlos sin temor a su represalia ni a ningún otro duro castigo por su parte, esa voz autoritaria y ese frío y humillante trato no iban a conseguir hundirla nunca más. Beatriz se había encargado de ello.
Sus manos bajaron, sus dedos tocaron esa fría pero a la vez suave textura y no pudo evitar emitir un suspiro lleno de satisfacción, no pensó que ese día pudiera llegar y ahora que lo tenía tan cerca sentía que su corazón iba a estallar de felicidad. No tardó en adornar sus lóbulos con esas preciosidades.
Se alejó unos pocos centímetros para apreciar su reflejo lo mejor posible y una sonrisa llena de satisfacción le devolvió la mirada. No obstante, su alegría seguía sin ser completa. Todavía seguía faltando algo, una pieza más para que la imagen pudiera llegar a ser perfecta. No tardó en hallar la razón de ese vacío, esos pendientes no podían brillar con todo su esplendor sin ese maravilloso collar de perlas a juego, ese collar que aceptó que se lo diera a otra persona porque le habían prometido los pendientes, no obstante, al volver a ser una de las muchas promesas vacías de su madre, decidió que era merecedora de las dos cosas. Incluso se había olvidado de lo cerca que lo tenía debido al gran ajetreo del aquel día.
Rescató ese collar que le fue extraído de forma brusca a su anterior propietaria y procedió a ponérselo, a adornar su cuello con esas hermosas y brillantes perlas. Aunque por desgracia ese blanco impoluto estaba salpicado por una oscura y espesa sangre, no eclipsaban su belleza.
Incluso le gustaba este nuevo toque, pensó Beatriz con una media sonrisa torcida.
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