Por Paco Salido (Valencia y ché)
La derrota del Sevilla ante el Getafe y el empate en el Ono Estadi del Mallorca de Manzano, facilitan, una semana más, la consolidación de la tercera posición del Valencia en la tabla clasificatoria; una posición que, salvo sorpresa mayúscula, puede darse por definitiva.
Con la tercera plaza virtualmente conseguida, las valoraciones sobre la temporada realizada por el equipo no se hacen esperar. Viendo los números del equipo friamente no sería dificil concluir que el Valencia ha hecho una muy buena temporada y que solo se ha visto superado por los dos colosos, algo más que lógico si vemos la diferencia de plantillas y presupuestos.
Pero el fútbol es todo menos simple matemática. Capello fue destituído en dos ocasiones del Real Madrid tras la consecución de un titulo en ambas ocasiones; El Valencia de Cuper llegó a dos finales de champions league, algo inédito hasta entonces, y sin embargo, nunca se libró de las dudas de la grada.
Y es que el fútbol es una combinación de números y sensaciones, si uno de los dos factores falla, la ecuación no tiene el resultado deseado.
Es una cuestión de sensaciones lo que hace que una parte del aficionado ché no esté entregada al equipo ni al entrenador del modo que los números podrían hacer pensar; pero viendo la trayectoria del equipo al detalle, también es una cuestión de aritmética lo que provoca desconfianza, no tanto por los números fríos sino por los rivales ante los que se obtienen los resultados.
Desde la llegada de Emery al banquillo valencianista, el equipo ha recuperado, en cierta medida, la estabilidad que con Koeman perdió. Sin embargo, en dos temporadas, el equipo ha sido incapaz de vencer a sus rivales directos y por supuesto, no ha conseguido derrotar a ninguno de los dos de arriba. Pero no es solo una cuestión de vencer a los rivales directos, es una cuestión de diferencias, las que marcan Barça y R. Madrid, con el Valencia; y es que el equipo ché marcha a más de 20 puntos de ambos y la afición valencianista sabe que dicha diferencia es fruto de la relajación y el conformismo del equipo que, en no pocas ocasiones, ha jugado con la calculadora en la mano, mirando por el retrovisor y sin entregarse al límite.
Sería absurdo extraer la conclusión, de lo reflejado en estas líneas, que el Valencia tenía nivel para disputarle la liga a los dos de arriba, pero del mismo modo es absurdo pensar que el equipo ha dado todo lo que tenía dentro en todos los momentos de la temporada.
Esa es la duda del aficionado; una plantilla conformista que renunció a la Copa del Rey cuando tenía el pase a semifinales en la palma de la mano; una plantilla que renunció a la Europa League al disputar la vuelta de la eliminatoria ante el At. de Madrid con una apatía incomprensible y apretando el acelerador únicamente a diez minutos del final del partido. Una plantilla que cada vez que se adelanta en el marcador se relaja y sufre más de lo debido, lo cual le ha llevado a ceder empates y derrotas poco comprensibles y nada justificables.
Con todo los números avalan al entrenador y si Llorente prometió renovarle si se conseguía la tercera posición, probablemente el entrenador renovará. Pero la renovación de Emery no borrará las dudas que el equipo y el entrenador generan, algo que puede condenarle a la destitución a las primeras de cambio en la temporada venidera.
Pero no es fácil la postura del presidente que, si decide no renovar a Unai, tendrá que afrontar la contratación de un entrenador de garantías que, mantenga los números de Unai y que además, consiga darle al equipo un estilo de juego reconocible, un sello de ambición y garra del que ahora carece y que sea capaz de gestionar la plantilla de forma racional.
El debate hace tiempo que está en la calle, la fecha en que el presidente deberá dar a conocer su decisión está cada vez más cerca; partidarios y detractores de Unai los hay, por lo que, sea cual sea la decisión, un sector del valencianismo se sentirá defraudado. Por eso, no hay más que hablar del tema, solo cabe esperar que se tome la decisión acertada y que dicha decisión esté basada en convicciones firmes y no en otros aspectos que puedan derivar en un cambio de rumbo con el primer tropiezo del equipo.