Revista Opinión

Fútbol, poder y protestas en Oriente Próximo y Magreb

Publicado el 29 agosto 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

El fútbol no es un mero deporte en Oriente Próximo y el Magreb: es un instrumento de poder pero también una impredecible herramienta revolucionaria. En los últimos años se ha convertido en un espacio más para la lucha entre regímenes autoritarios y movimientos de oposición. Detrás de las pasiones, alegrías y tristezas por unos colores y jugadores se esconden importantes diferencias políticas. Junto a los símbolos nacionales, religiosos y étnicos, los emblemas deportivos adquieren un especial significado para muchos ciudadanos de estos países, pues han encontrado en ellos un signo más de pertenencia. Los encuentros sobre el césped sirven como muros de legitimación y adoctrinamiento para las autoridades, pero también como espacios de encuentro y organización subversiva contra el orden establecido. 

https://elordenmundial.com/wp-content/uploads/2017/08/Futbol-deporte-popularidad-mundial.png El fútbol (representado en verde oscuro) es el deporte más popular del mundo árabe. Fuente: Wikimedia

Las recientes movilizaciones en Argelia y Sudán traen consigo el recuerdo de las revueltas árabes en 2011, que supusieron un antes y un después en el orden regional imperante y en el devenir político de algunos Estados. Al igual que hicieran entonces, también ahora estas concentraciones populares ponen en valor el dinamismo y la conciencia política de las sociedades civiles de la zona. Los levantamientos fueron aparentemente espontáneos y con escasa planificación previa, lo que permitió la rápida propagación de estos fenómenos transversales, multitudinarios y poco predecibles. No obstante, en muchos casos estudiantes, sindicatos y partidos en la clandestinidad ayudaron a impulsar estas corrientes críticas. Entre estos grupos, destacan algunas asociaciones deportivas y grupos de aficionados al fútbol. 

En febrero de 2019, la continuidad de Buteflika en el poder en Argelia motivó una contestación social sin precedentes en la nación magrebí. En las calles comenzó a popularizarse un cántico futbolístico que se tornó inmediatamente en una de las principales letras de las protestas. Los hinchas del club Union Sportive de la Médina d’Alger (USM Alger) llevaban meses aprovechando la sintonía de la serie española La casa de papel para crear su propia composición: Casa del Muradia, haciendo referencia al palacio de la presidencia y a la élite que está en el poder desde hace décadas. Los seguidores de equipos como USM Alger, Mouloudia Club d’Alger (MCA) o Union Sportive Madinet El Harrach (USMH) están presentes en la manifestaciones que se repiten todavía en las calles, exigiendo la salida de la élite política, económica y militar que aún domina el país a pesar de la marcha de Buteflika. 

Para ampliar: “La revolución política tras La casa de papel”, Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2019

Las gradas de los estadios y la revuelta árabe

La rápida caída en 2011 de Ben Alí en Túnez o Mubarak en Egipto fueron unos hechos sorprendentes para gran parte de la sociedad internacional. Sin embargo, hacía años que en las gradas de los estadios de fútbol se había afianzado un espíritu de protesta y revolución. Esos mismos aficionados que cantaban contra la dictadura tuvieron una presencia notable en aquellas movilizaciones. Las fuerzas policiales habían subestimado las capacidades de estos grupos de aficionados. Cada fin de semana, los encuentros deportivos sirvieron para concentrar a ciudadanos de distintos perfiles sociales que compartían la misma pasión por unos colores y el deseo de cambio político. Convirtieron el fútbol en una herramienta de emancipación y adquirieron una importancia que todavía hoy se hace notar en las sociedades árabes. 

El régimen de Ben Alí había conseguido durante más de veinte años afianzar un modelo autoritario, pero los jóvenes tunecinos encontraron en las gradas de los campos de fútbol una vía para canalizar su descontento. Importantes clubs del país como el Club Africain, el Espérance Sportive de Tunis o el Étoile du Sahel vieron crecer, a principios de los 2000, grupúsculos de aficionados que intentaban imitar en sus cánticos, organización y apariencia a los ultras del fútbol europeo. Poco a poco estas facciones fueron haciéndose cada vez más grandes, incontrolables para los presidentes de los equipos y autoridades estatales, empezando a incorporar en sus proclamas mensajes críticos contra el poder y de fuerte denuncia social. Esos mismos lemas se repetirían incesantemente en las calles del país en los primeros meses de 2011.

Antes de las revueltas árabes, el fútbol era uno de los puntos centrales del día a día de los egipcios. Mubarak y el resto de la cúpula militar y política de Egipto sabían de la importancia estratégica de este espectáculo de masas. Durante años el propio régimen favoreció la promoción de determinados equipos y grupos ultras afines al Gobierno, mientras que en otros, como el afamado Al Ahly de El Cairo, fueron surgiendo bandos radicales contrarios ideológicamente. Comenzaron a ser habituales los incidentes violentos con la policía y entre peñas rivales. Mucho antes de que estallara la revolución, en el entorno futbolístico de Egipto se hacía patente el malestar y fractura de la sociedad, y precisamente estos seguidores fueron los primeros en enfrentarse a la policía en la plaza Tahrir, convirtiéndose rápidamente en emblemas de la revuelta.

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Clubs de fútbol con mayor número de seguidores en redes sociales de Oriente Próximo y el Magreb en 2017. Fuente: Result Sports

Estos grupos de aficionados han adquirido un enorme peso dentro de los clubs e incluso cierto prestigio social gracias a las protestas de 2011. Además, la identificación entre unos ideales políticos y los clubs de fútbol se ha hecho más evidente. En Túnez, los ultras de los equipos siguen protagonizando constantes enfrentamientos con la policía tras haber secundado las protestas de 2018, que reflejaron el descontento de gran parte de la población con el rumbo que tomaba la transición democrática. Para ellos, la pertenencia a un club de fútbol es también un compromiso que no se puede separar de sus principios y valores. En Egipto, desde el golpe de Estado del general Al Sisi, la policía dirige sus esfuerzos a controlar a aquellos sectores de aficionados más subversivos, pues saben que los incidentes en el entorno de los estadios tienen un trasfondo mucho más profundo que la pura pelea entre radicales. 

Para ampliar: “El invierno egipcio”, Pablo Moral en El Orden Mundial, 2017

Casos similares se repiten por todo el Magreb y Oriente Próximo. En Marruecos, la monarquía está intentando potenciar el deporte como vehículo de cohesión social y plataforma para su imagen internacional. Existen clubs históricamente vinculados a la Corona y las Fuerzas Armadas, como el Association Sportive des Forces Armées Royales (ASFAR), pero también otros como el Raja Casablanca, el equipo más popular entre las clases más pobres del país. En los campos marroquíes se da una triple colisión: primero, existen rivalidades entre los equipos más laureados; segundo, se trasladan las diferencias entre monárquicos y reformistas al entorno deportivo; y tercero, también está muy presente la cuestión territorial, y por ejemplo el equipo Chabab Rif Alhucemas se ha erigido en un símbolo de la resistencia rifeña contra Rabat.

En Turquía, la omnipresente figura de Erdoğan también se hace notar en este deporte. Desde el inicio de su mandato, la élite del partido AKP ha procurado potenciar al Medipol Başakşehir, que no tenía una trayectoria tan importante como otros, asociando sus recientes éxitos deportivos a la figura del presidente. En contraposición, en torno a algunos equipos tradicionales del país han surgido congregaciones de aficionados cada vez más críticos con su autoridad, como Beşiktas, Fenerbahçe o Galatasaray, que tuvieron un especial rol en las protestas de 2016 en la plaza de Taksim de Estambul, convertidos en baluartes de la oposición. No obstante, los jugadores más reconocidos del país —Arda Turan o Cenk Tosun— así como algunas estrellas internacionales de descendencia turca —el alemán Mesut Özil— han lanzado mensajes a favor de Erdogan. 

El fútbol como resistencia o propaganda

Son numerosos los casos en los que el fútbol se constituye como un recurso más del poder político para lograr sus fines. Tradicionalmente ha sido utilizado por los regímenes como producto de entretenimiento de masas que les permite contener el malestar social y desviar la atención de las grandes cuestiones. De la misma forma, la élite estatal suele recurrir al fútbol para alentar la unidad nacional y ligar el éxito deportivo a la imagen de los dirigentes. En la última copa asiática celebrada en Emiratos Árabes Unidos en enero de 2019, el inesperado triunfo de la selección catarí sirvió a las autoridades de la pequeña península para revitalizar el ánimo de sus ciudadanos cuando la tensión con sus vecinos del Golfo seguía siendo aún muy patente. 

Otro ejemplo reciente es el de la selección de fútbol siria. Un pueblo desangrado por una guerra que dura más de ocho años ha encontrado cierto consuelo en sus jugadores. Por primera vez en la historia, casi consiguieron clasificarse para el mundial de 2018 y el partido frente a Palestina en la copa de Asia de 2019 se convirtió en un hito deportivo para ambas selecciones. El régimen de Bashar al Asad no ha dudado en convertirlo en un elemento propagandístico más, pese a que hubo jugadores que tuvieron que exiliarse por sus críticas al presidente pero que han vuelto a la selección. Ahora bien, sin duda alguna, la figura más destacada en el fútbol árabe es el jugador del Liverpool Mohamed Salah, cuyo impacto mediático quiere ser aprovechado por el Gobierno de Al Sisi para mejorar su deteriorada imagen entre sus ciudadanos.

Para ampliar: “Mohamed Salah, el faraón apolítico”, Pablo Moral en El Orden Mundial, 2018

No obstante, el fútbol no solo afecta la política interna, también comienza a ser un principio de la política exterior de algunos Estados. El deporte y sus profesionales son rápidamente asociados con la marca del país. Las monarquías árabes del Golfo son quienes más están impulsando esta tendencia, dedicando numerosos recursos económicos a potenciar todo tipo de actividades dentro de sus fronteras e invirtiendo en mercados extranjeros. La monarquía marroquí ha perseguido los mismos propósitos intentando celebrar el mundial de 2026 en su país y acogiendo distintos eventos. El interés de estos regímenes por el fútbol se explica por el alcance global y la popularidad de este deporte, así como por ser una vía enormemente provechosa para mejorar su posición mundial. 

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El fútbol tiene un alto grado de institucionalización en Oriente Próximo y el Magreb y en 2020 se celebrará el primer mundial que acogerá un país árabe.

El fútbol también está presente en el conflicto más duradero de la región, entre Israel y Palestina. Israel dejó de jugar en las competiciones regionales desde la década de los setenta, tras la guerra del Yom Kipur, pasando, en los noventa, a participar en los torneos europeos. El Gobierno israelí busca en el deporte y otros espectáculos proyectar una cuidada estampa que le presente como una consolidada democracia en medio de Oriente Próximo. Sin embargo, la selección nacional y los principales clubs continúan en el punto de mira a la hora de celebrar encuentros internacionales. Hay una constante presión en la sociedad civil de otros países para boicotear estos partidos, que según ellos ayudan a normalizar la actual situación entre palestinos e israelíes. 

Para los palestinos el fútbol adquiere una triple importancia: sirve como pasatiempo y distracción ante las difíciles circunstancias, también como muestra de rebeldía y orgullo frente a Israel y, finalmente, permite internacionalizar la causa palestina. A pesar de que Palestina no es aún miembro de pleno derecho de Naciones Unidas, sí que forma parte de la FIFA desde 1998. En la última copa de Asia, el conjunto nacional palestino incluía a cinco jugadores latinoamericanos descendientes de exiliados. En Gaza se constituyó el primer equipo de personas que habían sufrido una amputación en territorios palestinos en 2018, con jugadores cuyas lesiones fueron producidas tras las intervenciones israelíes de 2009 y 2014, convirtiéndose rápidamente en una insignia de la resistencia.

Para saber más: “Estrellas de Oriente: la diplomacia deportiva en el golfo Pérsico”. Pablo Moral en El Orden Mundial, 2018

Un espacio de lucha para las mujeres

El fútbol concentra cada fin de semana a millares de personas en los estadios de todo Oriente Próximo y el Magreb, así como delante de los televisores, donde no solamente siguen las competiciones nacionales, sino también las grandes ligas europeas. Estos países se han convertido en uno de los principales mercados para los grandes clubs del viejo continente y sus jugadores más destacados. Pero este deporte es una muestra más de la profunda desigualdad de género que existe en el mundo y en las sociedades árabes. Las mujeres encuentran dos tipos de restricciones al respecto: por un lado, todavía tienen muy restringida su participación en competiciones deportivas y, por otro lado, sufren numerosas limitaciones para asistir a cualquier evento. 

Fútbol, poder y protestas en Oriente Próximo y Magreb
Selecciones nacionales de fútbol femenino en Oriente Medio y Magreb en 2019. Fuente: Atlantic Council

Las mujeres de la región luchan para disfrutar plenamente del fútbol, no solo como espectadoras de los partidos sino también para poder practicarlo o llegar a consagrarse como jugadoras profesionales. En ambos casos encuentran numerosos obstáculos. La profesionalización y un trato justo al fútbol femenino es una cuestión pendiente a escala internacional, pero en esta parte del mundo se hace más que evidente. En muchos países de Oriente Próximo las aficionadas tienen numerosas dificultades para presenciar en directo un encuentro, como es el caso de Irán o las monarquías árabes del Golfo. Dentro de los recintos tienen que sentarse separadas de los hombres, deben ir acompañadas por un adulto varón, o bien les está prohibido el acceso.

La masculinización del fútbol se está acabando poco a poco. La presencia de mujeres encuentra aún resistencias institucionales y sociales, que suelen provenir de los sectores más conservadores y religiosos. En los países con mayor tradición futbolística —Irán, Egipto, Marruecos, Argelia o Túnez— las selecciones y competiciones de mujeres están cada vez más asentadas. Muchas de estas jugadoras se convierten en símbolos de empoderamiento y son ejemplos para las generaciones más jóvenes, pero sufren inevitablemente las injerencias del poder político. Algunos regímenes lo utilizan para intentar mostrar una imagen más aperturista del país, a pesar de que los derechos y libertades de las mujeres aún son cuestiones totalmente obviadas. 

El fútbol llega a ser una clara manifestación de las transformaciones de una sociedad. Los importantes acontecimientos que están ocurriendo en los últimos años en Oriente Próximo y el Magreb se han hecho notar directamente en este deporte. Durante décadas, los distintos Gobiernos pretendieron valerse de su trascendencia social para legitimar su poder y acallar las posturas más contestatarias, pero el fútbol es un juego difícilmente controlable. En torno a este deporte emergen corrientes de cambios que pretenden hacer frente al statu quo establecido, denunciar las injusticias de sus sistemas políticos e impulsar la emancipación de los sectores más marginados. Los minutos que dura un partido suponen el único momento de libertad y esperanza para muchos de ellos.  

Para ampliar: “El feminismo árabe contra el patriarcado mundial”, Airy Domínguez en El Orden Mundial, 2018

Fútbol, poder y protestas en Oriente Próximo y Magreb fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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