En los sesenta y setenta una generación de arquitectos radicales proyectaron un futuro de ciencia ficción con el que, además, criticaban los estándares sociales. Hoy algunas de sus ideas son necesidad.
Gelbes Hertz (corazón amarillo), 1967-1968, con el que el grupo Haus-Rucker-Co creó un espacio habitable, desmontable y transportable que se inflaba de forma rítmica, como los latidos de un corazón. La estética pop, la euforia del progreso y la conquista del espacio supuso un caldo de cultivo para arquitecturas que se fundían con la ciencia ficción. | GÜNTER ZAMP KELP
Cuando la incertidumbre es la moneda de cambio global se hace complicado imaginar cómo será nuestra vida dentro de un año o incluso dentro de un mes. El azote de la pandemia del covid-19 va a cambiar la manera en que vivimos y, sobre todo, cómo ocupamos los espacios públicos. Los arquitectos y diseñadores ya han comenzado a reimaginar la realidad poscoronavirus, a pesar de las pocas certezas que existen todavía.
Este mismo ejercicio de fantasear sobre lo que vendrá marcó las décadas de los sesenta y los setenta. El esplendor industrial, económico, cultural, político y la carrera espacial derivaron en un estilo nuevo: el futurismo. El resultado fue un mundo lleno de formas redondeadas, burbujas trasparentes, mucho plástico, plexiglás, acrílico, y vinilo y la incorporación de la tecnología en el hogar.
Hubo ideas que triunfaron como las sillas Burbuja y Esfera del finlandés Eero Aarnio o la silla Panton de Verner Panton. Otras se quedaron en experimentos utópicos influenciados por la irrupción del movimiento hippie, la psicodelia y el ecologismo, que pretendían romper con la frialdad de la modernidad de la década anterior. Estos son algunos de los proyectos que demuestran hasta dónde puede llegar la visión del hombre cuando se enfrenta a los cambios, y que hoy nos pueden servir de inspiración.
El futurismo imaginó un mundo lleno de formas redondeadas, burbujas transparentes y mucho plástico. A la izquierda, la versión evolucionada de la Ball Chair de Eero Aarnio, de un material transparente que permite pasar la luz y leer cómodamente en su interior. A la derecha, el diseñador, en su primera versión de la Ball Chair.
La ‘Casa del futuro’ de Monsanto – El dios plástico
La compañía estadounidense Monsanto, conocida en la actualidad como el gigante de las semillas transgénicas, presentó en 1957 el primer hogar prefabricado lowcost bajo el nombre House of the Future (Casa del futuro). Este prototipo fue durante una década una atracción del primer Disneylandia situado en Anaheim (California).
La casa del futuro de Monsanto, con cuatro alas simétricas apoyadas en un núcleo de hormigón y fabricadas en plástico reforzado y vidrio, fue una de las atracciones del primer Disneylandia, en Anaheim (California). Se pudo visitar de 1957 a 1967, cuando se desmontó porque había dejado de ser futurista. | GETTY
La ambición de la empresa era demostrar la versatilidad del plástico que llevaba comercializando desde los años cuarenta. Los hogares ya contaban con este material en forma de vasos, platos o los populares Tupperware. El siguiente paso era incorporarlo a la construcción. El diseño corrió a cargo de los arquitectos Richard Hamilton y Marvin Goody, fundadores del estudio Goody Clancy con sede en Boston.
El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) se encargó de equipar el interior con todos los adelantos tecnológicos del momento.
Los siete millones de visitantes que pasaron por la Casa del futuro pudieron ver en su interior el primer microondas, un lavavajillas ultrasónico, una nevera que descendía del techo apretando un botón y dos baños de fibra de vidrio fundido. | GETTY
La casa tenía cuatro alas simétricas en voladizo apoyadas sobre un núcleo central de hormigón. Su estructura de plástico reforzado y vidrio era tan robusta que los operarios no pudieron partir el material cuando la desmontaron en 1967 al dejar de ser futurista. Los siete millones de visitantes que pasaron por ella pudieron ver en su interior el primer microondas, un lavavajillas ultrasónico, una nevera que descendía del techo apretando un botón y dos baños de fibra de vidrio fundido.
La ‘Cocina esférica’, de Luigi Colani – Satélites del hogar
Es una de las piezas más locas del prolijo diseñador alemán Luigi Colani, fallecido el pasado mes de septiembre a los 91 años. Creó este prototipo para la empresa alemana de cocinas Poggenpohl que lo presentó en la Feria del Mueble de Colonia de 1970.
La cocina esférica de Colani para Poggenpohl era una cápsula hermética de estética espacial, donde el usuario se encerraba a preparar la comida y se comunicaba con el exterior mediante un monitor y un micrófono. | GETTY
Colani fue un entusiasta futurista conocido por aplicar formas naturales a objetos de alta tecnología como jets supersónicos y coches deportivos. Su visión para el hogar cuestionaba las ideas previas de los espacios residenciales cuadrados. Un concepto radical que aplicó en sus prototipos de cocinas y baños que gravitaban alrededor de un espacio común.
La cocina elíptica estaba inspirada, según su autor, en el vientre materno. En el interior, la preparación de los alimentos estaba automatizada mediante botones. | GETTY
La Cocina esférica estaba inspirada en el vientre materno. El usuario se encerraba a cocinar en la cápsula hermética desde la que se podía comunicar con el exterior a través de un monitor y un micrófono. La preparación de los alimentos estaba automatizada mediante botones.
Los críticos calificaron la creaciones de Colani de exageradas, utópicas o simplemente poco prácticas. Sin embargo, otros lo consideraron un visionario en un mundo sin imaginación. Dejó una lista infinita de diseños, desde cámaras de fotos para Canon, grifos para Grohe, su famoso sofá modular Pool aún en venta o coches para BMW, Fiat o Lancia. Algunos de sus objetos están en la colección del Museo Cooper Hewitt de Nueva York.
El sofá modular Pool, de Luigi Colani, con módulos-mesa, permitía la personalización total del salón.
‘Globo para dos’, de Haus-Rucker-Co – El aislamiento sensorial
Balloon for Two (globo para dos) fue la obra más representativa de Haus-Rucker-Co, grupo vienés fundado en 1967 por los arquitectos Laurids Ortner, Günther Zamp Kelp, Klaus Pinter y Manfred Ortner.
‘Globo para dos’, de Haus-Rucker-Co, es la obra más representativa de este grupo vienés de arquitectos, cuyo trabajo supuso una crítica a los espacios confinados de la vida burguesa. Para ello, crearon una arquitectura temporal y desechable, que alteraba las percepciones del espacio para mandar a los usuarios a un viaje psicofísico. | SPATIAL AGENCY
“Los arquitectos deben dejar de pensar solo en términos de edificios”. Era la máxima de este grupo de jóvenes, cuyo trabajo era una crítica a los espacios confinados de la vida burguesa. Para ello, crearon una arquitectura temporal y desechable, que alteraba las percepciones del espacio para mandar a los usuarios a un viaje psicofísico.
Colocaron su Globo para dos en la fachada del Museo Fridericianum de Kassel (Alemania) en 1972. El diseño consistía en una membrana de PVC que se inflaba en una gran burbuja sostenida con tubos de acero proyectados desde el interior del edificio. Durante su presentación, una pareja se dio un baño en una bañera de plástico colocada en su interior.
La psicodelia y la mentalidad hippie de la época impregnaban las obras y el lenguaje de Haus-Rucker-Co. “Nuestros globos te ayudarán a descubrir una sensación desconocida de tranquilidad, de seguridad, de relajación y de amor”, decía su presentación.
‘Palm Tree Island’, una utopía insertada en plena realidad. | MOMA
La versión extrema de aquel Globo para dos, también Oasis No.7, se llamó Palm Tree Island (1971), donde la burbuja neumática adquirió escala urbana para introducir un mundo utópico e irreal en un entorno demasiado real, gris y contaminado, como una crítica a la planificación urbana y los efectos del cambio climático en un futuro que hoy es ya nuestro presente.
La experiencia fue también el ingrediente principal de Mind Expander (1967-69), un dispositivo que consistí en un gran casco sobre un sillón en el que cabían dos personas. El casco de la expansión mental utilizaba la tecnología para estimular a los usuarios y amplificar su experiencia sensorial del entorno. Del mismo modo, en Environment Transformer (1968) los miembros del grupo utilizaron por las calles de Viena tres máscaras a modo de escafandra –Flyhead, Viewatomizer y Drizzler–, que alteraban las percepciones. Fly Head, por ejemplo, desorientaba la vista y el oído del usuario para llevarlo a una nueva realidad.
Las tres máscaras del proyecto ‘Environment Transformer’, con el que el grupo Haus-Rucker-Co ofrecía distintas maneras de experimentar el entorno, psicodélicas y distorsionadas.
Baño ultrasónico, de Sanyo – “La lavadora humana”
El baño ultrasónico desarrollado por la compañía japonesa Sanyo Electric para la Exposición Mundial de Japón celebrada en Osaka en 1970 fue todo un éxito de público, pero un gran fracaso comercial al ser demasiado aparatoso y poco práctico.
El robot se ganó el sobrenombre de “la lavadora humana”. Los problemas comenzaban antes de utilizarlo. Sus dos metros de altura obligaban al usuario a utilizar una escalera para acceder a su interior. Una vez sentado en su interior, la cabeza se quedaba fuera. El lavado y enjuague era solo de cuello a pies.
Un sistema de masaje estimulaba la circulación sanguínea mientras se enjabonada el cuerpo. A continuación, durante dos minutos unos chorros de agua aclaraban el jabón para acabar con un secado de aire de cinco minutos. Una luz infrarroja y ultravioleta eliminaba las bacterias restantes.
En 1970, Sanyo Corporation también presentó esta Cápsula para vivir, en la que se podía disfrutar de un rato de aislamiento social en un microsalón con cama de día, bar, equipo de sonido…
‘Hinchables’, de Ant Farm – La vida efímera
Ant Farm fue un colectivo de arquitectos de la contracultura de San Francisco creado en 1968. Su trabajo oscilaba entre la arquitectura, el diseño y el arte como una crítica a la cultura mediática estadounidense y al consumismo. Más parecidos a una banda de rock que a un grupo de técnicos fueron los pioneros de las estructuras inflables que durante la crisis del coronavirus han servido para levantar hospitales de campaña en cuestión de días.
Cúpula hinchable de Ant Farm, de su serie ‘Inflatables’, una manera de cuestionar los principios de la arquitectura fija frente a los estilos de vida nómada y comunitarios. Esta estructura de 15,24x15,24 metros sirvió de hospital de campaña en el trágico concierto de los Rolling Stones en Altamont (1969), en el que Alan Passaro, uno de los Hells Angels –el grupo de moteros que sirvió de equipo de seguridad en el concierto–, mató de una paliza a Meredith Hunter, un joven afroamericano que llevaba una pistola.
Con su obra Inflatables (hinchables) recorrieron Estados Unidos desplegando su arquitectura alternativa de plástico inflable, barata, fácil de transportar y rápida de ensamblar. Se inspiraron en los estilos de vida nómadas y comunitarios para cuestionar los principios estándar de la construcción fija. En su manual Inflatocookbook animaban a los usuarios a tomar el control de su entorno para crear estructuras donde se celebraron festivales, conferencias, talleres, seminarios o simplemente como un lugar para pasar el rato.
La casa del siglo, de Ant Farm, supuso el fin de su etapa de los hinchables.
Este colectivo también construyó en 1972 la Casa del siglo con el arquitecto Richard Jost. Un refugio junto al lago Mojo, en Houston (EE.UU.), de formas redondeadas, orgánicas y futuristas que, aunque en malas condiciones, aún sigue en pie. Este proyecto de hormigón fue para el colectivo el final de su época hinchable.
‘Sleepercentre 2000’, de Slumberland – Sin salir de la cama
A finales de los años setenta, el fabricante británico Slumberland diseñó el Sleepcentre 2000. Una cama encajada en una estructura circular que incluía varios televisores, un teléfono inalámbrico y todos los accesorios para un afeitado matutino.
Es otro ejemplo de la obsesión de los diseñadores de la época por construir cápsulas futuristas lo suficientemente grandes para que los humanos pudieran pasar parte de su día en su interior. La compañía prometió entonces que la cama estaría “en el mercado en la década de 1990”.
La cama de Slumberland, Sleepcentre 2000, incluía varios televisores, un teléfono inalámbrico y todos los accesorios para un afeitado matutino. El fabricante prometió que estaría en el mercado en los años noventa, aunque es posible que los gustos para entonces hubieran cambiado.
‘La torre cápsula’, de Nakagin
Fue el primer ejemplo de arquitectura cápsula y el único proyecto de esta lista que triunfó. Sigue en pie en el distrito Ginza de Tokio. El arquitecto Kisho Kurokawa fue muy innovador cuando la proyectó en 1972 para albergar a empresarios itinerantes que trabajaban en el centro de la ciudad entre semana. La construyó con los principios de arquitectura sostenible y reciclable. Cada módulo puede reemplazarse cuando sea necesario.
Las 140 cápsulas se apilan, orientadas en diferentes ángulos, alrededor de un núcleo central de hormigón de 14 pisos de altura. Cada una mide 4 x 2,5 metros. Su interior cuenta con una ventana circular, una cama y un baño empotrados con todo lo necesario para vivir. Y están equipadas con televisión, radio y un reloj despertador.