Revista Cine
Decidirse a llamar la atención de los amables lectores sobre las virtudes de algún intérprete de renombre es en ocasiones una tarea ardua porque uno, dubitativo e inseguro, no acaba de inclinarse por ninguna de las muchísimas oportunidades que pueden hallarse cuando ha decidido detenerse por unos instantes y dedicar unas líneas a uno de esos monstruos sagrados del cine.
Nacer en una familia de raigambre aunque sea rozando además la aristocracia no es, como sabemos todos, ninguna ventaja a la hora de situarse delante de una cámara y, adoptando de forma inteligente la personalidad ajena de un personaje de ficción, desarrollar un trabajo que sea merecedor de elogio.
Nacer en el seno de una familia liberal cuando el término casi estaba por inventar, allá por el año 1907, y siendo mujer, no era circunstancia nada frecuente: que se le permita a la chiquilla desarrollar todo su extraño talento y crecer culturalmente con una cierta independencia insolente, ya es una base para lo que luego sucederá.
Lo que pasará será que la niña, Katharine Houghton Hepburn, dotada de un cuerpo atlético y bien formado, una altura por encima de la media en su época y su sexo, unas facciones basadas en un cráneo que diríase cincelado por Leonardo y un cerebro muy bien amueblado, acabará por decidirse a ser artista y, dotada de un talento excepcional, acabará sus días casi centenaria, en 2003, aclamada como una de las más grandes actrices que la cinematografía ha conocido, capaz de afrontar sin miedo y con extrema solvencia tanto la comedia más alocada y brillante como las tragedias clásicas y el drama más punzante y sofisticado, obteniendo nada menos que cuatro Oscar como intérprete principal de doce nominaciones.
Precisamente, uno de los Oscar lo ganó por su trabajo con su compañero Spencer Tracy en la que fue su última película juntos, que ya recordamos en la anterior entrada en esta mini-sección.
Así que, evidentemente, hay mucho donde escoger, porque la grandísima Katharine Hepburnnos dejó muchas horas de goce al verla trabajar; nos detendremos, si os place, en la interpretación que realizó en 1959 a las órdenes de Mankiewicz en la película que ya comentamos hace tiempo, Suddenly, Last Summer, donde Kate consigue encandilarnos al dar voz y cuerpo a la viperina Violet Venable (1) en la que, todavía, hoy, podemos considerar una actuación modélica (2).
p.d.: (Otro día nos ocuparemos de sus compañeros de rodaje)