Revista Cine

G.a. (12)

Publicado el 25 enero 2021 por Josep2010

G.A. (12)


Nacida el año 1915 en Estocolmo, Suecia, Ingrid Bergman prácticamente no llegó a competir en el olimpo de las actrices con su paisana Greta, sólo diez años mayor que ella, porque ésta se jubiló anticipadamente sustrayéndonos la gozosa posibilidad de contemplarlas a ambas trabajando.
Porque además de gozar de una belleza natural cautivadora, Ingrid Bergman siempre fue una actriz dedicada a su profesión, que se tomó muy en serio y de ello hay 54 películas que pueden dar fe.
Es posible que para las nuevas generaciones de cinéfilos su nombre se vea atado principalmente a la mítica -por diversas razones- Casablanca en la que concentra todas las miradas y no tan sólo las de Rick, pero a poco que hagamos memoria nos vienen de inmediato varias de sus películas, todas muy interesantes y siempre beneficiadas de su presencia.
En este bloc de notas cinéfilas nos hemos referido por ejemplo a su estupendo trabajo en dos comedias de enredo románticas cuales son Indiscreet (Indiscreta, 1958) en la que su compañero es Cary Grant y Cactus flower (Flor de Cactus, 1969) en la que le dá réplica Walter Matthau y hace unos meses, el verano pasado, comentábamos su espléndida actuación en Gaslight (Luz que agoniza, 1945) salvando una versión que sin su presencia perdería buena parte de su atractivo.
El otro día, repasando el historial del bueno de Sidney Lumet -que ha aparecido por aquí recientemente por diversas causas- me percato que tengo por ahí en mi estantería cinéfila su versión de la novela de Agatha Christie Murder on the Orient Express que como es natural estaba aguardando que la viese en su versión original pues ya en su momento, hace casi cincuenta años, la vi doblada al castellano y, la verdad, después de haber visto y comentado la versión -por decir algo- de Branagh, me apetecía recuperarla.
La película de Lumet tiene un par de puntos a reseñar, ni que sea de pasada: una muestra de histrionismo desenfrenado, casi paródico en su extremismo gestual y de vocalización por parte del protagonista Albert Finney (que no me gustó en la versión doblada y tampoco en la original, aunque se aprecia mejor el esfuerzo) y una sorpresa en la versión original, que consiste en la más que memorable actuación de Ingrid Bergman en menos de cinco minutos, dando un recital de expresiones y vocalización llevadas a un punto que a quienes no hayan visto la película les puede parecer inadecuado, pero que, a la postre, resulta pluscuamperfecto.
Señoras y señores, con ustedes, La Bergman:

Cuando estaba revisando la película, por fin en v.o.s.e., me quedé de una pieza al comprobar cómo el maldito Sidney Lumet, una vez más, no cerraba plano y mantenía el foco sobre la insigne Bergman.
Luego, buscando, me topé con un comentario del avieso director:
"Since her part was so small, I decided to film her one big scene, where she talks for almost five minutes, straight, all in one long take. A lot of actresses would have hesitated over that. She loved the idea and made the most of it. She ran the gamut of emotions. I’ve never seen anything like it."
Que viene a ser, más o menos:
"Como su papel era tan pequeño, decidí filmarla en una gran escena, en la que habla durante casi cinco minutos seguidos, todo en una sola larga toma. Muchas actrices habrían dudado al respecto. Le encantó la idea y la aprovechó al máximo. Ella recorrió toda la gama de emociones. Nunca había visto nada igual."
Le dieron su tercer y último premio Oscar, esta vez como mejor actriz secundaria.
Por cierto: Ingrid no quería intervenir en la película y para no desairar a Sidney Lumet, accedió con la condición de ejecutar el papel más corto, con menos líneas de guión, con menos escenas. ¡Ufff!
Imagino que la Bacall, una vez más, la maldijo en secreto.
Pero a mí me encanta esa escena.


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