OBRAS
GABINETE DE ARQUITECTURA · 31/07/2014
Por Solano Benítez
1. De la boca de Paulo Mendes da Rocha y de su impresionante capacidad de cautivar auditorios, se proyectaba este cuento al que me aproximé elípticamente hasta quedar acomodado en un epicentro vergonzosamente desplazado de todo protagonismo.
Contaba en un vivaz y florido portuñol brasiguayo, de un lugar donde su arquitecto había diseñado un jardín que se construía con una escoba, y que el verdadero protagonista de la singular obra, no se encontraba en el plano extendido de suelo, en contrario; arremetiendo contra la gravedad y los vientos, entre las sombras, las hojas y las frutas, un simio aullador había hecho de los árboles del predio su sitio en el mundo.
El arquitecto había estudiado cada aspecto de la increíble condición del primate, sus hábitos, sus gustos, les fueron generosamente expuestos desde las alturas y la observación detallada permitió vislumbrar una política de coexistencia y beneficio mutuo entre ancestrales parientes.
El primate ejercía dominio de vasto territorio que iba desde el predio del gabinete de arquitectura --sitio favorito de sus horas plácidas-- hasta los fondos de la sede de la Universidad Columbia del Paraguay, donde a más de una cuadra de distancia, más de una historia contaba de sus estudios en ciencias ambientales y políticas.
El arquitecto diseñó con buen tino el destino de sus oficinas, un serpenteante acceso entre los árboles construía el vínculo entre la calle y los interiores muy distanciados, todo muy intencionalmente acomodado con ingenio y prolijidad, atestiguado por acciones de disposición y pertinencia de todo lo construido.
El simio no carente de razones y motivación, asistía con ganas a la cita antes pactada; desde su rama favorita, observaba el accionar febril del arquitecto quien había dispuesto su lugar de trabajo de forma a facilitar la observación desde lo alto de todo cuanto su trabajo sedimentaba en dibujos, planos y maquetas.
Los ojos de ambos se encontraban, atestiguando la fe en el mutuo compromiso compartido, el pulgar elevado o invertido del primate arbóreo marca el destino de cuanto en el gabinete de arquitectura se viene produciendo de interesante desde hace casi 20 años.
2. Casi 20 años atrás, con los más o menos 5000 US. $ --que logramos producir con mucho esfuerzo--, enfrentamos una difícil elección entre dos supuestos necesarios, comprarnos 2 buenas computadoras ante el espejismo producido por los deseos de existencia virtual, o con el mismo presupuesto, construir físicamente nuestras oficinas.
Habiendo descubierto y alquilado el sitio donde hasta hoy estamos, ya no había espacio para el arrepentimiento.
Las revistas de presupuestos de la construcción de los años 90´s en Paraguay, actualizaban sus precios para obras comunes, entre los 350 y 450 US $ por metro cuadrado; y todo cuanto habíamos bien estudiado en la Universidad y reaprendido al ejercer inauguralmente el oficio -- pertinencia profesional técnica y constructiva--, no eran herramientas suficientes para asistirnos en nuestras aspiraciones.
El problema se tornaba complejo por lo siguiente, un mínimo análisis de necesidades y expectativas, imponía el disponer a lo menos de unos 100 m2 de superficie en planta, que perfilaban el desafío de diseñar y construir para que el costo de la obra demande la séptima parte de su valor de mercado, es decir, edificar a un costo de unos 50 US $ el metro cuadrado.
La austeridad referida a todo el proceso nos dio la clave para materializar nuestro cobijo.
El proyecto debía conformarse no como una oficina tradicional, decidimos aproximarnos a la idea de constituir un obrador --un sitio intermedio entre las ideas y la obra acabada, desde donde poder imaginar un proceso decididamente distinto a la forma de ejercicio habitual--, y desde ahí, la totalidad de las decisiones, exponenciaron la condición estructural como herramienta para explorar la constructividad de cuanto material sea utilizado en la obra.
La ubicación del conjunto busca en las sombras de los árboles el acondicionamiento a los calores paraguayos.
Las paredes de ladrillos cerámicos se adelgazaron en contra de la normativa de construcción resistiendo a la flexocompresión –razón que le imposibilita estar en pié y recibir cargas—, haciendo de las aberturas, el refuerzo contra del debilitamiento que todo vacío produce en una estructura de muros, convirtiéndose en la viga central que posibilita que las paredes sean portantes y administren los esfuerzos que el peso del techo, de la lluvia y de los vientos le cargan encima.
La madera de baja densidad en tablas, se convirtió en estructura de techo, en planos verticales y horizontales de separación y aislación interior.
Losas cerámicas armadas, prefabricados de ladrillos, pisos y revestidos de simple cemento, junto a vidrios y diversos materiales recuperados de otras obras demolidas, limitan los espacios en donde se desarrollan la mayor parte de las actividades del gabinete de arquitectura.