" En un mundo donde todo discurso se asocia a la propaganda ya no es que sea imposible decir la verdad, es que tampoco es posible mentir. Porque mentir consiste en hacer pasar por verdadero lo que no lo es. Y la propaganda no pretende hacer pasar nada por verdadero. Lo que pretende es embarrarlo todo y decirnos lo que hay que pensar. "
He disfrutado mucho con esta lectura. La verdad es que aquello a lo que se llega por casualidad se convierte a veces en una serendipia más que agradable y confortable. Ese ha sido el caso en esta ocasión, pues adquirí el libro de Gabriel Insausti en una librería Re-read simplemente porque el autor tenía un apellido que comenzaba por I latina. Pero me lo he pasado genial leyendo este recorrido que En la ciudad dormida el periodista-escritor hace por los cementerios de París; quiso la casualidad que dicho recorrido tuviese lugar al poco de que los yihadistas atentasen en París en la sala Bataclán y dos espacios más con el terrible resultado de 130 personas muertas. Es por eso que Insausti en su deambular parisino se cruza no pocas veces con policías y soldados que vigilan la ciudad con la intención de impedir nuevos atentados terroristas ("El león de Denfert Rochereau bosteza [...] El viajero lo observa con desidia mientras estudia a cada uno de los viandantes que pasan ante los soldados que vigilan la plaza").
Lo curioso -y para mí un total acierto- es que ese contexto sociopolítico es sólo un marco que está ahí, pero que no condiciona para nada el asunto del libro, que no es otro que ese paseo que el escritor hace por varios cementerios parisinos visitando las tumbas de escritores que él aprecia especialmente ( Huysmans, Villiers, Proust, Beckett, Verlaine, Baudelaire, Cioran...). Escritores todos ellos que dejaron impronta en el siglo XX pese a su disparidad y distancia temporal: Baudelaire, Verlaine, Huysmans o Villiers de l'Isle-Adam son del XIX, finiseculares, pero decimonónicos; sin embargo Sartre, Beauvoir, Camus o Cioran habitan claramente en el XX desde su nacimiento. Todos ellos aparecen relacionados entre sí por una cierta lógica que es la de haber producido sus obras en periodos europeos de máxima tensión (entreguerras y/o tras la segunda guerra mundial) que llevaron a la mayoría a sufrir crisis existenciales y a buscar refugio muchas veces en la religión si bien ésta nunca les parece del todo acogedora.
Organiza Gabriel Insausti su visita por la Ciudad dormida de manera ciertamente cronológica. Comienza la misma en el cementerio de Montmartre donde están enterrados los autores más antiguos, en concreto naturalistas como Maupassant o Gautier y simbolistas como Baudelaire, Verlaine, Rimbaud... Este deambular por entre las tumbas de estos autores le lleva hasta Augusto Villiers de l'Ìsle-Adam relacionado familiarmente con Gautier al haber casado con una de las hijas del prosista naturalista autor de " Voyage en Espagne". De Villiers pasa a Huysmans, de éste a Wilde por el esteticismo y decadentismo de ambos. Y así Gabriel Insausti va hilando uno tras otro de de manera causal este libro de viaje -más que de viajes, sin duda- que es En la ciudad dormida.
Lo nuclear y más importante para mí es el enorme conocimiento que de la Obra de estos escritores muestra el donostiarra Insausti. El viajero que él es, cuando está ante la tumba de alguno de los más de la veintena de escritores que visita, reflexiona sobre las circunstancias vitales del mismo apoyándose siempre en los textos que salieron de las manos de éste. Demuestra un conocimiento altísimo de los mismos. Para conjugar debidamente todos estos elementos el viajero que es el autor se desdobla en un narrador que con sabiduría y mano de artista va hilando adecuadamente las distintas pìezas. Este desdoblamiento le permite al autor realizar diálogos sabrosos que de otra manera habrían quedado en meros soliloquios y habrían dado al libro más el aspecto de un ensayo que el de un ameno libro de viajes.
Y es que, efectivamente, pese al enorme cúmulo de información y conocimientos que se desprende de este deambular por las necrópolis de París, hay En la ciudad dormida un tono no pocas veces simpático, humorístico incluso, que hace muy digerible lo profundo contenido en algunas reflexiones. Sí, Gabriel Insausti sabe hacer ameno lo que podría parecer no serlo. Hay en él una retranca, un ingenio, que a mí particularmente me ha hecho sonreír no pocas veces:
"Al viajero le gustaría decir que al salir de su hotel se ha topado con Sartre y Beauvoir y que se les veía la nada asomando por el forro de la gabardina. ¿Por qué? Porque de joven le inculcaron la devoción por la culture y la playa que se supone que había bajo los adoquines, tanto que acabó por empacharse."
Es precisamente esa manera de alejarse de sí mismo utilizando la tercera persona como si se estuviera observando en la lejanía lo que me ha hecho recordar en muchísimas ocasiones durante la lectura el " Viaje a la Alcarria" de Camilo José Cela. El gallego de Iria Flavia hablaba de sí mismo en esos mismos términos:
"El viajero, a las tres de la tarde, vuelve sobre sus pasos y entra en Cifuentes, donde tiene un amigo que quiere visitar. [...] A la mañana temprano el viajero sale de Cifuentes, por el camino de Trillo, dejando el río a la derecha y el castillo de don Juan Manuel a la izquierda."
Hay una idea común que relaciona a todos o a casi todos los autores que aparecen en el libro, que son muchos más de la veintena que se nombran en los títulos de capítulos y secciones de los mismos. Esta idea es la del pecado original que en un sentido o en otro todos y cada uno de ellos arrostraba. El sentimiento de culpa, de pecado, de haber sido expulsado del Paraíso es lo que en gran medida los mueve a escribir. Concretamente junto a la tumba de Cioran situada en Montparnasse frente a la de Beckett el viajero-narrador reflexiona sobre ambos: Sí Beckett valoraba las ruinas, Emil Cioran sólo valora lo que existe desaparecidas éstas e incluso, mejor, lo anterior a lo previo a las ruinas, esto es, la nada. El Paraíso es eso, lo que antecede a cualquier racionalización de lo que sea; el Infierno, lo que vino tras la caída, tras el pecado original, cuando Adán y Eva tuvieron conciencia de su desnudez. ("La muerte sería ante todo eso, el cesar de la conciencia, la posibilidad de un reposo absoluto. La paz de no ser. Y el sueño, su sucedáneo")
- "O sea que Maupassant estaría señalando en la misma dirección que Baudelaire, que Villiers, que Verlaine: el mal lo lleva uno consigo porque existe el pecado original"
- "recuerdo una reunión a la que Sartre asistió cerca de aquí (del cementerio de Montparnasse), en marzo de 1944. En ella intercambió algunas ideas con varios intelectuales -Klossovski, Maurice Blanchot, Merleau-Ponty- y quizá estuvo más cerca del compromiso que nunca porque el tema que reunió a aquel puñado de mentes lúcidas fue precisamente el del pecado."
- ""Negar el pecado original", añade en 'Desgarradura' "sería buena prueba de que nunca hemos educado a un niño". Más o menos lo que decía San Agustín: que si no duelen las patadas de la criatura en la espinilla del adulto no es por falta de malicia sino de fuerza." (hablando sobre Cioran y Beckett)
¿Sirve para algo visitar cementerios, en especial estos de París, ciudad junto a la de Niza en esos momentos (años de 2015-2016) golpeada por la muerte emanada de la mente irracional del terrorismo? Esta es la pregunta que podríamos hacernos y que el propio Gabriel Insausti se hace a sí mismo y que, en el constante diálogo que en el libro han mantenido, viajero y narrador vienen a responder en el cierre del volumen:
"el progreso siempre va precedido de un constante regreso: el esfuerzo de la memoria por no olvidar las condiciones de posibilidad de ese progreso. [...] todo está ahí, en la ciudad dormida del cementerio, esperando mano sobre mano cual doncella casadera. Y lo que no está hoy, estará mañana"
Además de lo ya señalado, en esta reseña el autor de En la ciudad dormida toca, siquiera de soslayo, temas como el que aparece en la cita que encabeza la entrada. Es sutil, pero de mucha enjundia lo que en ella se dice. Y es que un libro en el que se habla de libros y de escritores encierra siempre multitud de asuntos, temas y mensajes, algo que a mí me encanta.
De libros como el de Gabriel Insausti se obtienen muchas enseñanzas. Este lo hace de una manera singular, novedosa, que me ha hecho disfrutar durante su lectura. Se aprende mucho con libros de este nivel. A quienes os gusten este tipo de obras no puedo menos que recomendárosla. Muy interesante.
Al cerrar el libro reparo en que el autor ha colocado en la contraportada del mismo una cita tomada de Los hermanos Karamazov de Fiodor Dostoievski. No me resisto a no colocarla en la reseña pues me parece bellísima y muy acertada:
"Quiero viajar a Europa, Aliosha, y partiré de aquí mismo. Sé que voy a un cementerio, pero ¡es un cementerio tan hermoso!"