El historiador Gabriel Jackson ha conocido durante el último medio siglo la España más cruel, cutre y egoísta. Pero también la más noble, generosa y solidaria.
Y le gusta tanto que ha pedido la nacionalidad, aunque la typical spanish burocracia se la retrasa.
“Ciudadano Jackson” es un compendio de sus análisis sobre el mundo, su país de origen, EEUU, y España en los últimos 30 años. Lo acaba de publicar Ediciones Martínez Roca.
Exprofesor en la Universidad californiana de San Diego, socialdemócrata, judío laico, de antepasados rusos y alemanes, y solista de flauta de categoría profesional, desde sus 82 años de sabiduría, Jackson descubre, como los grandes pensadores, las características perennes que definen a los pueblos.
Sus análisis de España en 1978, mientras se elaboraba la Constitución, siguen tan frescos como si los escribiera hoy, y contrastan con su primera llegada, en 1956, a un país “subdesarrollado, semiagrícola, semipastoril, obsesionado por los recuerdos y problemas no resueltos de una terrible guerra civil”.
Pero cuando se aprobó la Constitución era ya una gran potencia industrial.
Ese cambio económico y, sobre todo, de mentalidad, se logró sin pérdida de grandes virtudes y sí de bastante caspa, según sus análisis.
La evolución desde entonces fue enorme, aunque quedan sombras, como el terrorismo. Pero el presente es mucho mejor que el pasado y el futuro lo será mucho más aún, opina.
Conclusión: si nos leemos reflejados en “Ciudadano Jackson”, nos sale bastante buena cara.
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