Revista Educación

Galápagos VIII

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Tronco de opuntia

Una imagen inquietante. Algo que parece un árbol al uso, pero que no lo es (aunque la wikipedia se empeñe en llamarlo “árbol”, yo he decidido ignorar este conocimiento y hacerme la loca). Con partes tan diferenciadas que resulta sorprendente que una misma especie tenga tantas personalidades. Si te acercas, su corteza es dura y rojiza. Casi sientes cómo respira. Crees que puedes confiarte y tocarlos todos. Pero no. Luego te das cuenta de que es una invitación con trampa.

Porque, como te despistes, te encuentras con que, dos troncos más allá, en ese camino de piedras rodeado de opuntias (porque así se llaman) hay espinas como agujas de coser rodeándote por todas partes.

Tronco de opuntia

Se trata de una especie de cáctus con tronco que se ha adaptado hasta el punto de tener cinco variedades solo en las Islas Galápagos.

Por su aspecto, cualquiera pensaría que están protegidas por sus terribles armas y que nada puede suponer un peligro para esta planta.

Pues de protegida nada: las iguanas terrestres comen hojas de opuntia, con pinchos y todo (no es raro ver las bocas de las iguanas atravesadas con enormes espinas). De hecho, si no hay opuntias, las pobres tienen pocas opciones para sobrevivir.

Los pinzones (de los que también hay varias familias según sus picos) se han adaptado para poder comer sus flores, semillas y frutos. También las tortugas se alimenta de opuntias. Así que, querida opuntia, gracias por haberte resistido, pero sigues siendo inmensamente atractiva, con pinchos y todo.

Es lo que tiene la vida: que se abre paso.

Opuntia


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