Cada año, cuando el Galeón de Manila después de varios meses de navegación difícil y larga, llegaba por fin a Acapulco era recibido con grandes muestras de alegría y jolgorio. Ya cuando se anunciaba su llegada con un disparo de cañón desde el barco las campanas de todas la iglesias de los pequeños poblados repicaban llevando la noticia por todo el recorrido hasta Ciudad de México en cuya catedral se entonaba un Te Deum en acción de gracias.
Se organizaban grandes festejos populares para agasajar a los que llegaban y a los que acudían a ayudar con la descarga, cocinar para tanto trabajador y pasajero, muchos de ellos enfermos, todos hambrientos. Había equipaje y demás mercancías que descargar, unas para vender allí mismo y llevarlas luego a su destino y otras que debían seguir a Ciudad de México o incluso hasta Veracruz para ser reenviadas a la Península y a otros lugares de Europa.
Las mercancías se pagaban en plata y los lingotes de este metal también se hallaban a la venta en cantidades enormes. La feria duraba alrededor de tres semanas y era junto con la que se organizaba en el Parián de Manila al regreso del Galeón, las más coloristas y famosas de las que se tiene noticia durante los 250 años que duró en activo la Ruta comercial del Galeón de Manila.
Una vez descargado el Galeón, mientras duraban estas transacciones iban llegando las mercancías, documentos y dineros que debían de ser enviados a Filipinas para remunerar a los servidores del gobierno allí destacados así como el importe de lo vendido que debía de ser entregado a sus dueños en Manila. Se movían enormes cantidades de plata, que en parte eran utilizadas para comprar mercancía para los siguientes envíos.
Ya cargado el Galeón, acabada la Feria y los marineros y pasajeros embarcados, este zarpaba y el puerto de Acapulco se quedaba prácticamente desierto hasta el siguiente año. Solo unas pocas familias indígenas y un pequeño retén permanecía allí. Era un lugar inhóspito y malsano, la malaria y otras enfermedades hacían que no fuera agradable vivir allí pero su puerto era abrigado y seguro. Tan amplio “…que podía albergar una armada completa”.
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Nota de la autora: Las imágenes creo que fueron originales de la National Geographic americana, de los años setenta. Se hallan reproducidas en vario libros importantes sobre galeones; yo misma las he utilizado en conferencias y charlas y el pasado año en mi “Lorenzo de Rugama y el Galeón de Manila".
Imagen: Robert E. McGinnis, Transacciones en la Feria de Acapulco, National Geographic vol. 178 nº 3. September 1990
Una sección de Elisa Gómez Pedraja para Curiosón, 2018