Revista Cultura y Ocio

Galería de favoritos 112 / Thomas Browne

Por Calvodemora
Galería de favoritos 112 / Thomas Browne


"Mientras otros se esmeran en la elección de un aire bueno y se preocupan singularmente por hallar una morada saludable, tú estudia el trato humano y sé juicioso en elegir tus compañías. Los aspectos, conjunciones y configuraciones de los astros, que mutuamente varían, intensifican o reducen sus influencias, no son sino las variedades de la conversación más cercana o más lejana de unos con otros, y son como la compañía de los hombres, por la cual éstos se hacen mejores o peores e incluso intercambian sus naturalezas. Dado que los hombres viven por ejemplos y de continuo están imitando alguna cosa, ordena tu imitación con arreglo a tu mejora, no a tu perdición. No busques rosas en el jardín de Atalo o flores sanas en una plantación ponzoñosa. Y como apenas hay nadie malo, sino que otros son peores para él, no tientes al contagio por proximidad ni te arriesgues a la sombra de la corrupción. Aquel que no haya sufrido tempranamente este naufragio, y en sus días juveniles escapara a esta Caribdis, puede tener un feliz viaje y no entrar en el puerto con velas negras. La conversación con uno mismo, o estar solo, es mejor que esa compañía. Algunos escolásticos nos dicen que está solo en estricto sentido aquel con quien no hay ningún otro de la misma especie en el mismo sitio. Nabucodonosor estuvo solo, aunque estaba entre las bestias del campo, y se puede decir aceptablemente que un hombre sabio está solo aunque esté rodeado de una turba de gente poco mejor que las bestias. Aquellos que no piensan, que no han aprendido a estar solos, se encuentran en una prisión para sí mismos si no están con otros, mientras que, por el contrario, aquellos cuyos pensamientos están en una feria prefieren en ocasiones retirarse en compañía, estar fuera de la multitud de sí mismos. El que necesita tener compañía tendrá necesariamente a veces mala compañía. Sé capaz de estar solo. No pierdas el beneficio de la soledad y la sociedad de ti mismo, ni te limites a conformarte, antes bien deléitate en ser solo y único con la Omnipresencia. Para el que está así dispuesto, el día no es inquieto ni la noche negra. La oscuridad podrá atar sus ojos, no su imaginación. Yacerá en su lecho como Pompeyo y sus hijos, en todos los puntos cardinales, especulará sobre el Universo y gozará del mundo entero en la ermita de sí mismo. Así, la antigua ascética cristiana encontró un paraíso en un desierto, y con poca conversación en la Tierra tenía una en el cielo; así, aquellos hombres hacían astronomía en cuevas y, aunque no contemplaban las estrellas, tuvieron la gloria del cielo delante de ellos"


Las vidas de algunas grandes eminencias del saber o de las disciplinas artísticas suelen ser escasas en aventuras, poco narrables. No poseen nada que las eleve sobre el resto y ni siquiera un ánimo bonancible logra extraer alguna incidencia que conjure el aburrimiento de su lectura. La de Thomas Browne es esa vida sin grandes sobresaltos, casi como la de cualquiera, pero la verdadera aventura estaba dentro de su cabeza, suele pasar. Leído como un Montaigne menos sistemático, no tan fresco, ni tan locuaz, Browne es un cumbre de cierta literatura grata de leer, pasada por la dispersión y por la emoción y cercana en lo íntimo. Es que a Montaigne se le ha de considerar deidad, no hay trono más idóneo. Se lee a Browne como si no hubiesen pasado cuatro siglos desde que manuscribiera sus textos. Me gusta porque escribe a la manera en que me gusta que se escriba. Las oraciones tienen que tener, no se pueden agotar en una sola lectura, precisa que se las respete y (paradójicamente) hurgue. Browne habla de religión y de sufrimiento, de la bondad del ser humano y de la desgracia de sus actos. Nos cuenta el mundo como si lo narrara en el convulso ahora. Una edición muy vieja encontrada en un saldo de baratillo me ha hecho volver a sus pesquisas morales. Hace como el detective cuando indaga en la trama de un delito: se hace acopio de las palabras y luego va componiendo la manera idónea de que enlacen y den un significado. Es la curiosidad la que mueve su ingenio. Escribió: "«Me contentaría con que pudiéramos procrear como los árboles, sin cópula, o que hubiese alguna manera de perpetuar el mundo sin ese trivial y vulgar modo de coyunda» No sé si la ausencia de una vida conyugal placentera le hizo fornicar con su prosa, a pesar de su cristiana concepción de las cosas. También tenía una alta estima a las Escrituras el buen Bach y trajo al mundo la progenie suficiente como para extender su semilla hasta el fin de los tiempos. No era hombre del altos vuelos humorísticos sir Thomas. Ser médico en aquella época (siglo XVII) no debió ser un jardín de risas y de música bailable«El prolongado hábito de vivir nos indispone a morir», escribió en una obrita sobre las costumbres funerarias a lo largo de la Historia. Hay instrucciones suyas que no place cumplirlas; otras, sin embargo, son deleitosos, dan el júbilo de las que adolecen las comunes, las despachadas por la rutina. En estos tiempos de encierro, leer a Browne es pedagógico. Lo dice bien claro: Aprended a estar solos. Pues eso. 

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