Revista Cultura y Ocio

Galería de favoritos 113 / Rufus Wainwright

Por Calvodemora
Galería de favoritos 113 / Rufus Wainwright
 

Conocí a Rufus Wainwright antes de que sacara la mejor versión de una de las mejores canciones que he escuchado (Hallelujah, Leonard Cohen) en una vida completa dedicado a escuchar canciones y a sentirme vivo y feliz por tener cientos de ellas a las que puedo acudir para que esa vida no mengüe en felicidad, la pequeña felicidad que la música provee en cinco minutos (menos muchas veces) de indescifrable belleza o de incomparable alegría. En cierto modo, ambas van juntas y una y otra dan al final el resultado anhelado: el de la plenitud breve y fiable. Porque no se puede sentir la plenitud a tiempo completo. Hay muchas razones que justifican esa adquisición eventual, que no siempre está al alcance y que, cuando sucede, compensa casi cualquier arrimo de tristeza, casi cualquier fractura del espíritu. Rufus Wainwright es un crooner que no desoye la musicalidad de los nuevos tiempos y se deja llevar por todo cuanto exprese su extrema sensibilidad, ya sea la ópera o el vaudeville, la canción de autor o la pieza pegadiza que tarareas sin saber dónde la escuchaste ni quién la canta. Frívolo cuando es necesario e intenso en la misma tesitura, su repertorio puede ser cualquier cosa menos previsible. Hace lo que le da gana y lo hace con materiales personales. Cuanto le viene de afuera es reconsiderado a su antojo, volcado y reconstruido, convertido en una deliciosa traducción de algunas de los géneros más trascendentes o populares que trajo el siglo XX, que es cuando el joven Rufus abrió sus orejas, se miró en el espejo (ahí tenemos mucho de lo que hablar) y forjó la transgresión pura que es. Su carrera es lírica y es combativa, pero no se aprecia que corra. Factura discos a capricho de su voluntad, lo cual no es fácil en alguien aupado al estrellato del pop (sí, pop), reclamado en festivales y respetado por la crítica. Sin Verdi y sin Puccini, sin Judy Garland y sin Liza Minnelli, Wainwright sería un buen cantante y buen compositor, pero hay más, hay un personaje dentro del autor y uno y otro confluyen y se enemistan, se buscan y se repelen. No he visto ningún concierto suyo en directo, pero alguno que he encontrado en internet me cuenta que es imbatible sentado frente a un piano. No desafina nunca, no pierde el sentido de lo que cuenta, no baja la guardia jamás. Es él mismo en el atril desde donde la gente paga para escuchar cómo cuenta su historia. 


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