Revista Cultura y Ocio

Galería de favoritos 66 / Fernando Fernán Gómez

Por Calvodemora
Galería de favoritos 66 / Fernando Fernán Gómez
Dijo retirarse del teatro porque le molestaban los espectadores. En realidad yo creo que actuaba para si mismo, se daba esa satisfacción a la que, por gajes del oficio, acarreaba la presencia del público. Era sincero y era también adusto. Tenía la virtud de no tener doblez, cosa que en su trabajo suele darse con abundancia. No era simpática, no quiso salir. Se puede tener esa voluntad, la de no despertar simpatías. Lo difícil es no despertarlas. Fernando Fernán Gómez fue un señor peculiar al que le debemos admiración, da lo mismo que en privado, cuando firmaba libros en las ferias (también escribía y muy bien, por cierto) o era saludado con afecto por quienes apreciaban sus interpretaciones, fuese un rancio,un malhumorado, un arisco, todas esas cosas y, probablemente, todas juntas sin que ninguna moleste a otra. Tuvo que ser un donjuán de corte intelectual, de los que se ganan el favor de la féminas por la locuacidad y el atrevimiento lingüístico. Era fama verlo con mujeres de buen ver (es expresión suya) en fiestas y similares, todas alrededor suya, como si fuese el mismísimo George Clooney vendiendo café. No pudiendo ser Clark, se dejó llevar por las caricias del teatro y acabó metido en faena. De ellas alguna vez refirió que las preferías atractivas, no excesivamente cultas. Una demasiado culta le podría venir para que le diese clases de Filosofía Medieval, no mucho más, añadió. Llegó a decir que no deseó ser actor por un afán puro y noble, al modo en que otros anhelan dedicarse a ese oficio tan duro y tan hermoso. Era un hombre ensimismado de sí mismo, tierno en lo que uno va conociendo, en lo leído, capaz de no hablar por no molestar y, a la reversa, capaz de encarnizar el verbo y ponerlo al servicio de la razón, cuando no de la ironía y de la chanza, todo servido con una capacidad para el contar asombrosa, que no le faltaba tampoco en la vida diaria, en el ir y en el venir por los platós televisivos o en las entrevistas, no pocas, a las que se prestó. Fue cabal en lo suyo, estricto. Habiendo pasado tanta calamidad, él las contaba con una mezcla de estremecimiento y de jocosidad, no podía ir a medias por las cosas, debía entregarse enteramente, dejar huella, como quien dice. Lo hizo sobradamente. Cómico a ratos, trágico los demás, hizo cientos de películas o de obras de teatro, escribió con ardor la parte que los demás no le escribían nunca. Ya se sabe, hay algunos que escriben que lo hacen para compensar las tramas que no encuentran en los libros de los otros escritores. Recuerdo ahora El viaje a ninguna parte, El mundo sigue, La extraña pareja, El abuelo, Belle Epoque, Esa pareja feliz, El mundo por delante. Uno recuerda la voz de todos los personajes a los que di vida. La oye de vez en cuando. Sin que se la invite.

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