Revista Cultura y Ocio
Yo creo que se podría entender el mundo con tan solo leer las tiras de Mafalda. No sería un comprensión completa, ni siquiera el tipo de comprensión que te hace salir a la calle y estar prevenido, al tanto de las cosas, con esa extra de experiencia útil para no ser manipulado o para no caer dos veces en el mismo agujero o chocar dos veces en la misma piedra etc, sino otra, más lúdica y más feliz en el fondo. Mafalda hace feliz a quien la lea. Te lo cuenta todo a las claras, no se deja nada dentro, apabulla su claridad de pensamiento (siendo tan pequeñaja) y lo hace sin retórica, como un buen aforista. De hecho Mafalda podría haber pasado por una excelente monologuista, ahora que están tan de moda. Quino creó el personaje idóneo para hablar de política, que es una manera de hablar de casi todo. El hallazgo más admirable consistió en que fuese una niña y no una niña cualquiera, además. El humorismo gráfico es una profesión de riesgo en algunos países. Aquí tenemos la fortuna de haber tenido muchos dibujantes formidables (Mingote, El Roto, Máximo, Peridis, Gallego y Rey, Forges, se me perderán muchos) pero Quino es un maestro entre ellos, aunque imagino que llevaría ese magisterio con humildad, sin alardear, haciendo como que no van con él los premios y los halagos. Curiosamente el humor de Mafalda (el de Quino) no ha cambiado, se entiende igual, hace el mismo efecto balsámico. El humor es un bálsamo, un reconstituyente, una de las más hermosas y divertidas maneras (la belleza juntamente con la alegría) para sobrevivir y que la realidad no te ponga el pie en el cuello y apriete. Recuerdo una viñeta (que no he logrado encontrar, por más que lo he intentado) en la que se veía a Malfada frente a un cristal con la inscripción "Rómpase en caso de incendio". En la otra (pues Quino se valía de un recorrido gráfico y narrativo, más que de una imagen única las más de las veces) podías ver que tras el cristal se hallaba un rosario. Mafalda es una especie de azote de la moralidad encorsetada de algunas sociedades. La nuestra valdría, ahora que está tan timorata e hipócrita y se ofende por cualquier cosa. Quino era un creador total, un narrador que decidió dibujar para explicar su idea del mundo. Tuvo a Mafalda en liza durante nueve años (del 64 al 73) y tuvo con ella a unos secundarios memorables: los perplejos padres; Felipe, romántico y frágil; Manolito, un adulto entre los niños; Miguelito, que rivaliza en fineza con la propia Mafalda; Susana, que anhela ser madre por encima de todas las cosas: Libertad, hija de progres, radical e insobornable o Guille, el hermano pequeño de Mafalda, permanentemente afiliado a la aventura. Tantos años después, Mafalda continúa ganando adeptos o hasta adictos. Fascina esa concisión casi homicida, su clarividencia, su limpieza de ideas, su asombro continuo. Faltan Mafaldas, de pronto se me ha ocurrido que todo está poniéndose muy serio y que el humor es cada vez más grueso: le falta cintura social (que no solamente política) y también eslóganes. Mafalda es una fuente inagotable de citas. Se pueden memorizar y decir de corrido en esos momentos en que los demás te piden que estés ocurrente, chistoso o digas algo que nadie espere, no sé," vivir sin leer es peligroso, te obligan a creer lo que te digan". En lo personal, Mafalda me ha salvado la vida en muchas ocasiones, me ha puesto a funcionar cuando las circunstancias me hicieron flaquear, me ha hecho sonreír cuando no había motivos para hacerlo, me ha hecho sentirme vivo y agradecido de estarlo. También me ha confortado, me ha abrazado, me ha llevado de la mano. Hay días en que busco sus tiras y me tiro un buen rato yendo de unas a otras. Como el que abre un libro que ama y busca los pasajes preferidos. Como el que se mira hacia adentro y busca lo que todavía no está perdido del todo.